jueves, 30 de agosto de 2012

Y la nave despegó (Carta al lector)

Y un día finalmente la nave despegó. Si tuviera que recopilar las notas para una publicación, no todas serían de la partida. Algunas abren una brecha en el mismo blog, dejan de ser parte de un trabajo consecutivo y formal y pretenden conseguir un impasse. Es como ingresar en un intervalo con la premura de dialogar con el lector. 

Tenía una nota solitaria, guardada en los cajones cibernéticos y en un momento se tornó antojadizo compartirla. Más o menos para esa fecha se creó "El Retorno al Amor". No había otras razones para fundar ese espacio, el impulso era tibio. Elegí facebook y blogger y me eché a andar. Adormecido y perezoso, así amanecía este viaje como pretexto para difundir una nota suelta, encriptada y poética. Cuando me di cuenta tenía frente a mi un espacio enorme y vacío. Ya había asumido un pequeño compromiso con una veintena de personas que, condescendientes y sin conocerme, habían leído "La Gran Mujer". El formato en que estaba escribiendo era nuevo, escribir no, y el margen que tenía era: caer en el olvido rápidamente o darle continuidad y comenzar a despertar. Elegí despertarme, encontrar mi voz y transcribirla. Seguro de que las anotaciones que tomaran mi trabajo y mi tiempo, las abordaría desde la espiritualidad, porque ese es el camino que hace tiempo me encontraba en su cauce. 

Pero... ¿Qué significa escribir sobre espiritualidad? En las conversaciones de hogar, diarias, recurrentes, nos animábamos a descubrir los sentidos más profundos de los procesos de conflicto que nos llegaban desde cualquier lado del tejido social. Las sociedades viven una profunda crisis como resultado de mecanismos que ya no sirven, que ya agotaron su vida útil. Cuando algo se desajusta dentro de esos mecanismos también se procede a actuar en respuesta a esas fallas, el problema es que están tan agotadas las respuestas a las fallas como los mecanismos primarios. Lo primero que está en crisis es el hombre consigo mismo, se alejó tanto de su naturaleza que engendró conflictos con su propia fuente, peleando contra sí mismo. Si estás peleado con tu propia esencia, con lo que sos, cualquier eventual respuesta a esas dificultades agudizará los síntomas, porque las respuestas están gobernadas bajo la misma mirada del conflicto inicial. Como las sociedades están globalizadas, los problemas y las dificultades surgidas posteriormente, son muy parecidos. Los rasgos humanos viven una realidad similar independientemente de la latitud en la que se quiera focalizar.

Entonces escribir sobre espiritualidad es descubrir que la única forma de dar respuestas nuevas, enfoques distintos, es trascender el drama que vive en la superficie y saber echarle una mirada a las necesidades que guardan los corazones de las personas. Como la conexión con el espíritu está arriba y no en los pies, fomentar el ejercicio de reparar los dolores, escuchar las emociones, aprender a llorar y a reír, requiere actuar por elevación. Tocar dentro de los conflictos, los resortes que resuenen en la conciencia. Eso es actuar por encima del drama. 

Así se gestaron las primeras notas. Teniendo como referencia otros blogs, fui tomando las herramientas que se presentaban para darme cuenta si estaba solo en ese mundo o había otros corazones sobrevolando mi espacio etérico. Los visitantes llegaban como gotas y yo aparte de ser soñador, conocí mi propia ambición. Del idealismo a ultranza que sostuve toda mi vida me corrí día a día hacia las ganas de sentirme más acompañado, pero eso implicaba poner los pies en la tierra. Entonces ahora tenía otra meta y un compromiso mayor. Mantener la conexión con el espíritu para comprender y echar raíces para no quedarme solo. Quería dar a conocer el blog y debía producir más aún. Los contenidos nunca cesaron, nunca dejaron de acompañarme y los visitantes eran más. Pero a veces la continuidad se caía y eso requería mayor esmero. 

Recordé una frase que escuché dentro del camino espiritual indígena: "el Camino Rojo es para todos, pero no todos son para el Camino Rojo". El blog tenía vida y asiduidad, pero no todas las personas con quienes compartía los trabajos, estarían en total consonancia. Entonces entendí que había un público, que había un grupo de personas con rostros, con historias y recorridos particulares que me esperaban. No importaba el número, la meta era encontrar esa red a donde mis impulsos pertenecían y se extendían. 

Hay un mundo al cual nos dirigimos sin saberlo, hay un tejido energético por donde viajan los anhelos, los deseos y estos se encuentran con los sueños parecidos a sí mismos. Algunos grupos de facebook dedicados al camino Harwitum y yo, nos hemos encontrado en la mitad de la distancia que hay entre ambos recorridos. Todos queremos recuperar la memoria de la Tierra porque esos recuerdos nos devolverán parte de las páginas de nuestro propio libro de la vida. Todos queremos despertar la conciencia para encontrarnos con nuestra verdadera dimensión. Levantando la memoria, en el recorrido, reconocimos que cada historia es sagrada y esa chispa nos pertenecía y no estábamos afuera de esa totalidad. Los sitios y sus leyendas, nuestras vidas y sus hazañas. Esa es la totalidad que somos. Cuidar la vida, protegerla, nos confirma en nuestro lugar. El resto no está en nuestras manos. No pertenecemos a ningún camino espiritual y nos pertenecen todos a la vez porque somos parte del tejido, parte de la vida en la vida de los demás  y porque el camino es la vida misma. Y la nave finalmente despegó.



Camilo Pérez Olivera
Ensayando otra manera de vivir¡!

lunes, 27 de agosto de 2012

Éter


El éter es una suerte de red de inteligencia cada vez más presente en el diario vivir. Convive extrañamente con nosotros. Llena los espacios vacíos y su estado de presencia nos desafía a pensar el mundo diferente, a elaborarlo distinto. Cada espacio ínfimo de esta tercera dimensión que habitamos está ocupada por el éter y la primera noción que me sucede es su incorporación al mundo de los elementos, la ampliación del conjunto: agua, tierra, fuego y aire. 

El signo de este tiempo está representado por la reconexión del hombre con la divinidad. Pasa la Era de Piscis, se hace vieja, se diluye poco a poco y entramos en Acuario. Gira el tiempo, se convierte. Con estridencia se amontonan las resistencias que gritan las consignas afónicas, impertinentes. El cambio ya no se hará revolución. No es necesario, pues de todas maneras sucederá. 

En una suerte de decodificación, desde el centro del centro se impulsa la luz que trae la conciencia. No demora en llegar a nuestro plano y esa luz se muestra de muchas maneras en las que recuperar la unión con el cosmos. La memoria infinita que nos atañe, se diversifica y nos despierta. Todos los espacios que están vacíos, están llenos de luz, hacen al espíritu de la dimensión que habitamos. En él hay ideas, hay pensamientos, hay emociones, hay sentimientos, hay energía totalmente viva. Hay éter. El éter es parte del aire pero navega en otro plano de ese mismo espacio. El éter es energía: ondas vibratorias cargando datos, cargando información. 

Cuando el planeta elevó su vibración, el éter empezó a orbitar en torno a nosotros o nosotros en torno a él y el hombre lo llamó internet, móvil o celular. Estos recursos tan usuales son la viva imagen de un caudal informativo que se abrió para todos y se hizo materia. Ser parte de la red, construir la red, compartir los contenidos que nos conmueven, participar en las comunidades virtuales y con la misma moneda girar la cara y salirse de ella cuando es deseado. Estos son los principales rasgos en que se construye y se deconstruye la red. Fluye, ondea, sobrevuela, se pondera la utilización de la energía de manera impersonal. 

Desde otro lugar, el éter nos adentra en el reconocimiento de que no somos solamente un plano físico, nuestra energía: el aura, el plano mental, emocional, kármico, el alma...Se expanden o se contraen de acuerdo al principio de apatía y empatía. Solo queda el plano superior, el espíritu como máxima expresión de nuestro ser, inalterable. Mucho antes de entrar en contacto directo con otros seres, recepcionamos su flujo vibratorio y esto nos acerca o nos repele. Resulta bastante nueva esta etapa. Recién comenzamos a comprender su funcionamiento. 

Lugares cargados donde el aire se corta solo, sitios donde se respira tensión o se despliega la armonía. La telepatía como modo de comunicación entre los humanos, saber en qué estás pensando, sentir cuando alguien se encuentra mal o cuando se encuentra de maravilla. Percibir si la noche serena cobija otros pesares detrás o simplemente dejarse estremecer por el poder de los rayos penetrando la tierra en medio de una tormenta mansa y constante. 

Démonos la bienvenida a un amanecer donde gobierna la energía, darse un baño en la espesura con el cuerpo astral, unir los sitios más distantes en un momento como si fuera lo más sencillo del mundo. Separar las manos, enfrentar las palmas y jugar con nuestra propia vibración. 

Bienvenidos al lugar donde la experiencia del tiempo comienza a debilitarse, el ingreso al terreno del biorritmo y la energía. Una realidad distinta donde la mentira y los convencionalismos no son posibles porque nuestros campos energéticos nos delatan. La realidad donde la materia se diluye y vemos una naturaleza basada en el más puro esplendor.

Es la era de la intención.



Camilo Pérez Olivera
Ensayando otra manera de vivir¡!

martes, 21 de agosto de 2012

Educar en la luz

Termino con un nudo en la garganta, rastreando los sentimientos que me provocan cuando hablan de una educación integral, una educación que aborde al ser en su composición más amplia. Rastreo las emociones que me embargan y son muchas y enseguida se despegan de mis ojos pequeñas lágrimas, se hacen consecutivas, se tornan más grandes, asumen un tamaño mayor.

Ya pasaron hace muchos años mis tiempos de educación formal, por lo menos desde lo perceptual se me hace lejano. Ahora cuento con la posibilidad de criar y educar a mi hija. Esta oportunidad pone de manifiesto la participación que estoy dispuesto a tener. Una vez más se topan las ganas de mi personalidad de distraerme en otras cosas con la responsabilidad de ser padre. Los caminos no siempre se mezclan, a veces una y otra cosa tienen direcciones antagónicas.

No tiene mayor sentido revisar aquellos lugares de la infancia donde comencé a desencontrarme con quien soy. No importa ya quiénes participaron en elaborar aquellas estructuras primarias y si estas fueron suficientes para mi propia valoración o no. Importa reconocer que todos dieron de sí lo más rico que existía dentro de ellos. Ese es un acuerdo que tengo conmigo mismo, es un pacto que estoy camino a internalizarlo por completo.

Cuando lloro al escuchar personas expresando su verdadero amor y compromiso a la labor educativa, llenando mis oídos y mi corazón con esperanza, lo que siento es la profunda verdad de estar saliendo de las sombras. Se juntan en mi garganta el dolor y la alegría y lloro un poco de cada una. El recorrido ha sido rudo antes que la neblina se comenzara a despejar. Las luchas han sido despiadadas, los duelos han durado siglos, las pujas, las relaciones de poder, las resistencias y los miedos han persistido durante milenios. No es raro llorar las tristezas que guardamos desde la noche de los tiempos, es verdadero estremecerse de alegría por una esperanza y una primavera que sabemos, es antecesora de esa noche y está para volver.

Pero hay conflictos aún rondando a la esperanza y la confianza, hay confusión previa a tocar el esplendor más bello que somos y esa confusión está como nacida, cubriendo el instrumento de gracia que existe dentro de nosotros. Las lágrimas no son las mismas, pueden ser igual de desmedidas que hace años atrás, cuando caminaba las primeras experiencias sensibles del ser, sin embargo ahora sé cuáles son los lugares que duelen dentro mío. Los he visto y sé sus hábitos y comportamientos. Conozco los sitios de mi que necesitan amor y alegría y si tengo la ocasión, salgo al momento a buscarlo. Pretendo una sonrisa de mi hija en ese mismo instante, si resulta en carcajada cortita, deliciosa y en tono agudo, ¡mucho mejor! Yo preciso su risa y entonces le hago cosquillas y permito contagiarme de esa frescura. Frescura, simpleza, sencillez: son la resultante de un arduo trabajo por desestructurar la rígidez, la seriedad y el intelecto y a veces le imprimimos esos aditivos a nuestras horas. 

No es estimulante salir al mundo con la herida que recortó las primeras posibilidades a repetir el patrón de siempre ni ver siempre ese mismo comportamiento en los demás. Más bien se trata de caminar la ruta que habilite otra experiencia, que explore otra modalidad. Es genial permitir en la educación: "podés tocar, podés ver, podés gustar, podés escuchar, podés probar. No hay error, hay experiencia". Es genial habilitar ese poder, encontrarse con la autoridad del ser. Es una tranquilidad escuchar que tantos profesionales sostienen el mismo discurso, sobre todo cuando quien escribe -en las antípodas de ser profesional en área alguna-  elige hablar de lo mismo. Me alegra ser unanimidad y romper el molde. Porque implica abandonar el héroe solitario que escribe sobre espiritualidad y encontrarse rodeado de ideas familiares, de gestos afines. Los dibujos animados que nos hipnotizaron generación tras generación eran individuos huérfanos y su camino hacia el amor significaba dejar el personaje, mostrarse vulnerable para poder experimentar cariño, amparo, protección. Está bueno que dejemos de ser Superman y Batichica. Está bueno soltar el disfraz que nos desvincula, la capa que nos hace volar por encima de los demás. Está bueno que la referencia emocional de los niños y niñas sean adultos con integridad -y a ver quién se anota en esta fila- y parte de esa tarea significa comunicar los costados vulnerables, tener la capacidad de expresar las debilidades. Solo reconociendo que somos humanos -no como excusa sino como exploración de esa experiencia- podremos hacernos cargo de las deficiencias y las cualidades que nos son intrínsecas.

La educación se desgaja entre pública y privada. La primera es (des) atendida por funcionarios y burócratas del Estado, abandonada por los recursos y por los estudiantes. La segunda acapara la mayor porción del uso horario ofreciendo todas las dimensiones curriculares competentes en el mercado laboral mientras los padres producen dinero y compran comodidad. 

Abajo de esa disquisición quedaron los sectores marginales, arañando el umbral de las sociedades capitalistas. En el multiverso tercermundista está claro que falta la alimentación suficiente para saber qué significa educación y hay demasiada sed para aprender a pensar, apenas sobrevivir es un milagro o una tortura, según el punto de vista a gusto del lector.

Las brechas son fuertes y dolorosas y sin embargo hay voces que se atreven a quebrar instrucciones añosas y logran contagiar esperanza. 

Se nota que estamos en la puerta de un cambio, se nota que estamos dando a luz una manera de pensar diferente, integrando el sentir, retornando a la percepción como manera de acercarnos, de asociarnos. El instinto vuelve a ser fundamental para confiar en el aprendizaje propio y participar en el proceso de quienes educamos. Si el centro se posa en que la sabiduría preexiste a toda ruta educativa, en la inteligencia que llevamos dentro, entonces los procesos educacionales invierten el sentido. Esto es que haciendo reconocemos las aptitudes y simultáneamente damos cuenta de cuál es nuestro lugar en el mundo. Simplemente nos espejamos en el afuera. 

Se nota que estamos en plena transformación. El año del dragón araña el suelo que pisamos y levanta el polvo más insignificante que necesitamos cambiar. El año próximo será turno de la serpiente y estaremos cambiando la piel.



Camilo Pérez Olivera
Ensayando otra manera de vivir¡!

martes, 14 de agosto de 2012

Elemental

Hace unos días hizo carne en mí una aseveración que resulta verdadera: el dolor y el sufrimiento expresa el grado de resistencia que estamos poniendo como sociedad por delante a un proceso de amor inevitable que está a la vuelta de la esquina. La frase era más breve, pero aquí realizó mi propia construcción nacida de las entrañas.

La violencia se expresa en todas las dimensiones, en grados francamente aberrantes y en estados agresivos tapados, menores e hirientes. Todos construimos violencia. El amor también está emergiendo por todos lados, actos soberbios, gigantes, actitudes pequeñas y diminutas transformando micromundos. Todos construimos amor. Ambas esencias conviven en el interior de cada individuo. 

Para que un ser nefasto como Hitler y un ser maravilloso como Mandela hoy sean figuras históricas, debieron estar contemplados por miles y millones que compartieran las mismas heridas y que por tanto se sumaran a esas empresas. En ambos casos, quienes acompañaron el movimiento de esas personalidades, llevaban una matriz emocional capaz de asemejar las mismas manifestaciones que sus líderes. El caso está en comprender que ambos fueron bebés y nadie se imagina un bebé recién nacido siniestro. Las elecciones que tenemos a cada paso son propias y somos responsables de hacer el movimiento desde el amor o desde el desamor.

No veo ningún medio de comunicación que levante el amor como propaganda, como eslabón. Por lo contrario, hay una suerte de inevitabilidad que impera y que hace imposible cortar con la cadena de la cual nos alimentamos. Y esto también es una decisión individual. Consumimos un plato de comida como consumimos una información, tanto da, en ambos casos son niveles de conciencia lo que estemos eligiendo.

¿Se puede vivir sin atragantarse de crónica roja, morada, amarilla? Se puede, conozco montones de casos. Qué ocurre sin un núcleo importante de personas decide cortar los lazos de este maquinal informativo. Qué pasa si seleccionamos el menú que ingerimos en cualquier orden, sin importar por qué sentido ingrese a nuestro organismo. Si quien cocina una columna, edita una nota televisiva teñida del color de alarma a gusto del consumidor se queda sin receptor, pasan cosas. Como pasa en todas las esferas si la sociedad modifica sus intereses, quienes brindan o facilitan servicios modificarán sus propuestas. 

Una masa crítica es un grupo relativamente menor a escala global que adopta otras direcciones en conciencia y en consecuencia de ello, tuerce el rumbo de los acontecimientos. No tiene otra vuelta. Esta espiral no va a parar, no comenzó para estacionarse. ¿O alguien se imagina que toda esta escala de rojos vivos cese de un momento para el otro y volvamos a una normalidad social donde todas las estructuras sigan sus cursos con comodidad?
Se encendió para que más tarde o más temprano -y eso lo determinará cada ser humano en su vida-  el amor sea inaguantable para quien no lo sepa establecer, asimilar y aceptar en su vida o eleve la conciencia de quien lo adopte para sí. 

Es comprensible que de miedo apagar el televisor o deshacerse de él. Es entendible que cueste poner en off  las radios. Pero es atendible pensar que el cambio que íntimamente se acerca no nos lo van a avisar en los horarios centrales de los noticieros ni lo van a levantar los medios de prensa ordinarios. ¿Alguien cree que el informativista dirá algún día: "la Tierra está dando su propio salto cuántico y se esperan oleadas de luz fotónica para los próximos meses que podrán alterar los estados ordinarios de conciencia en que todos vivimos para comenzar a tomar decisiones y obrar al fin desde el amor"? Impensable. No fue así como comenzó, no se está dando así diariamente y continuará sin ser de ese modo. 

Habrá que convivir con un montón de estados agresivos, habrá que coexistir con otros individuos que vengan germinando en su corazón un montón de violencia increíble y que un día y otro la destilen y la expresen. Porque ese es el estado verdadero en que crecieron, eso es lo que recibieron a temprana edad y eso es lo que tienen para dar. Este año 2012 venía así y así continuará, sacando de abajo de la alfombra el dolor, el sufrimiento, el desamparo y mostrando lo que cada uno recibió de pequeño y lo que pudo hacer con eso que le hicieron. Hay quienes transforman sus propios cursos, sus núcleos duros y terminan consustanciados con el amor. También puedo dar testimonio si hace falta. Así es que hay una cantidad de ejemplos de personas de las cuales ha sacado -el 2012- de abajo de la alfombra sus mejores perfiles y lo comienzan a mostrar y es saludable sorprenderse agradablemente de ello también. Pero no se compara una realidad con la otra, porque lo que se comunica en los medios masivos no suele destacarse por su pureza y es importante resaltar que nos venden lo que como sociedad compramos, que es en definitiva lo que estamos necesitando. 

Amigarse con el Hitler interior es durísimo, si hasta rechina leerlo simplemente. Pero condenar lo peor de nosotros mismos es darle energía para que fermente adentro y busque cualquier instancia para delatar nuestras caras más fuleras. Si apagar los sistemas que nos mantienen atentos y alerta a la repetición de la violencia nos produce ansiedad y nos desacomoda y mantener las antenas receptivas a ello nos confirma nuestro lugar de desconfianza, de inseguridad, de que no hay salida, de que no hay alternativas, de que no hay solución, está bien. Por lo menos veamos el mecanismo y aceptemos en el lugar que nos deja. De poner la conciencia allí, dudo que alguien en su sano juicio quiera continuar sosteniendo esta manera de vivir. Aunque las recaídas estén a la orden del día, probar lo que se siente tomar una decisión desde el amor también, como la violencia, es un movimiento que no tiene vuelta atrás. 

Alguien dijo: "si no sientes confianza en tu corazón, si no sientes amor en tu corazón, imagínala un instante, invéntala un momento y te será dada”.



Camilo Pérez Olivera
Ensayando otra manera de vivir¡!


domingo, 12 de agosto de 2012

El corazón cínico

O las consecuencias de tres décadas. De ambas maneras podría llamarse esta nota. O tal vez no. Simplemente es una ventajosa forma de comenzar esta nota, donde el título sabe a poesía y la frase siguiente deja entrever ideas.  Existen certezas que por doquier están cayendo en todos lados y sin remedios de especie alguna que les de un rato más de vida, apegadas a respiradores automáticos funcionan y se sostienen de un hilo. 

Con el ingreso de los años 80' las mordazas que estrujaron la expresión hasta dejarla bordó dieron paso a un período donde -diplomáticamente- todos los seres que habían participado en disputas de calibre y gruesas agresiones, quedaban eximidos de culpa y cargo. También quedaron todos los corazones heridos gravemente. Quedaron con cicatrices en la piel: hondas, infectas. También así quedó el alma del ser humano en el sur de las posibilidades. Nuestros abuelos y sus padres también sabían de las hazañas de escapar al pavor y al zumbido de la guerra y las balas.

Lo que se interpuso por necesidad y urgencia -no por que fuera el paraíso de las aspiraciones humanas- fueron democracias teñidas de desconfianza y de falta de escrúpulos. Democracias representativas y gobiernos de partidos tradicionales y conservadores en toda la región.  Así se estableció, así se impuso. Fue lo mejor que la sociedad en su conjunto podía dar, la salida más elegante luego de tanto daño. Por lo menos hasta tomar aire y llenar los pulmones nuevamente, como para volver a inspirarse e ir por nuevos arquetipos y que los sueños dejaran de fermentarse clandestinamente. 

La cultura y las instituciones o las expresiones artísticas y el discurso político y oficial no van de la mano siempre. En aquel entonces las izquierdas sobrevivían con sus alientos de libertad al terrorismo de Estado y algunas personalidades de extractos nacionalistas o neoliberales, se alistaban con toda la intelectualidad de izquierda. Así se conformaba la mecha y a los costados, los bandos. Las bombas iban explotando en manos de ambas formaciones. Aquel paradigma de izquierdas y derechas, de socialistas científicos y utópicos contra neoliberales y nacionalismos conservadores, se agotó como se extinguieron tantos. Antes, los paradigmas caían de una generación a otra; por establecer un marco referencial. Ahora los paradigmas pierden vigencia y vitalidad de un año a otro. 

Los padres de los jóvenes adultos de este tiempo, conforman las planas mayores de las instituciones de turno que sostienen el estado y sus mecanismos indirectos. Digamos que un Estado no se sostiene solo de sus marcos, sino que se alimenta de los instrumentos que le dan cuerda de un modo u otro. Hace una década por lo menos que -con intermitencias- la política y las expresiones artísticas expresan un discurso similar, sino el mismo. El discurso oficial es -cultural e institucionalmente- progresista. No hay más sueños en ello, el volumen de los vientres se ensancha y la imaginación da miedo. Es como renovar los votos y reiterar: "Hasta acá llegó mi amor". 

Quienes venimos atrás sentimos que el espíritu de esta era es otro, que las soluciones ya no son políticas, que la cultura en cualquier nivel está ligada endémicamente a un sistema que se encuentra a punto de derrumbarse y que esto resulta inevitable a la vez que deseado. Vivimos apretados, hacinados, en un cuello de botella que interrumpe el libre flujo de concepciones nuevas, de ideas que circulan hace mucho y hoy necesitan más aire y cobran vida.

El principal rasgo de este sistema es la inconciencia y esta última trae como consecuencia la incapacidad humana para reinventarse. La mayor parte de la población pensante de la humanidad, aquellos que apenas logran tener las necesidades básicas satisfechas y de ahí, por transitiva, a los que les va mejor, tienen por seguro que no hay rincón en el mundo que no se encuentre en crisis y que se asiste al agotamiento de los recursos que mantiene en funcionamiento este andamiaje. 

Hace casi cuarenta años, durante el caldo que cultivó al Mayo francés, se hablaba de vivir al natural, se desnudaron los preceptos morales que gobernaban las vidas de las familias acomodadas, sus mejores aposentos y sus ventajas. Se vivió un estado de libertad provocativo que sumó componentes químicos de fabricación urbana a sus experiencias y resultó en una época incompleta. De pronto el sistema se encargó de inhibir el origen visceral de aquella empresa y minimizó los riesgos que pudiera tener para su continuidad a la vez que administró sus facultades primarias. Pero como suele suceder, estas y otras expresiones de carácter cultural, quedaron atrapadas dentro de la cronología histórica que alimenta al sistema. En esa capacidad que tiene esta forma de vida de acaparar cualquier sopa ajena que hierve en sus propias narices. 

Creo firmemente y hasta resulta una certeza para mí, que un nuevo arquetipo se respira en todos lados. En ese lugar común que indica que "al sistema se los combate desde adentro", le cabe un error. No es lo mismo sistema que ecosistema. La naturaleza en todas sus dimensiones funciona distinta a los rigores con que nos relacionamos los seres humanos. Se presenta sin pedir permiso, suave, sigiloso, lento pero entero. El paradigma holístico no rompe con nada, ingresa mediante las modalidades por las que entra cualquier vehículo nacido de las necesidades humanas y que busca la forma urgente de reparar el cinismo en el corazón de todos. Este paradigma desmorona -intelectualmente- cualquier referencia que ponga de manifiesto la desesperanza porque se coloca por encima de cualquier estado de carencia. Reubica al ser humano en un estado de abundancia, en estrecha relación consigo mismo y a su corazón unido inalterable e inexorablemente al resto de los seres que lo rodean y a todo el universo posible. Digamos entonces, que repara y habilita el amor perdido en los paraísos inalcanzables de los que hablan las religiones oficiales y los discursos limitados que promueven la falta de sueños e ilusiones. 

En estas rodajas de lo que somos, en estos pedacitos que nos hemos hecho, donde nos desayunamos a diario con crisis, inestabilidades financieras y políticas, se está sirviendo otra realidad. Es el equilibrio que puede soportar el balance de todo este desperfecto imperante. Es una armonía que reequilibra las fuerzas de la decepción. Una sociedad que se levanta desde el tener, corre un riesgo permanente por lo efímero de las cosas, por la caducidad de la materia. Una comunidad que se construye desde el ser, se sabe a sí misma más allá del paso del tiempo y sus componentes fluctuantes.

La forma de hacer posible ese amor, es dejar caer las capas de cinismo que nos desvinculan de nuestra esencia y de la del resto de los seres que existen. Es retomar la relación con la vida desde una dimensión que la honre y la haga sagrada. Cuando perdimos esa naturaleza, perdimos el resto por añadidura. La resignificación de esa naturaleza es el puente que estamos buscando.


Camilo Pérez Olivera
Ensayando otra manera de vivir¡!

sábado, 11 de agosto de 2012

El renacer que se avecina

Un nuevo renacer se avecina. ¿A qué le llamo renacer? Simple, al período entre la última vez que celebré el comienzo de mi vida y la siguiente. A lo largo de este período de tiempo comprendido por doce meses pasamos por todas las situaciones posibles. Pérdidas materiales y pérdidas afectivas, perdemos vitalidad, fracasamos en intentos aunque sigamos intentando, proyectamos y volvemos a fracasar, esto nos puede llevar alguna cuota de esperanza que quizá, en las ocasiones de alegría que vivamos, la podemos volver a alimentar. Se ejecutan cientos de cambios: de empleo, de pareja, de casa, de amigos. Son demasiados movimientos que resultaría tedioso plasmarlos en una nota, a la vez que inabarcable.

Alguna vez la pareja de mi madre le celebró a ella, en el día de mi cumpleaños, su ser madre. Me significó aquello una idea cariñosa y con ingenio, aún cuando mis pies de joven adolescente no solían pararse en los zapatos ajenos. En esta época recuerdo con mayor entendimiento aquello. Da la casualidad, que mi primera hija y yo cumplimos años con escasos cuatro días de distancia

En este renacer que golpea mi puerta encuentro un sinnúmero de aspectos por los cuales escribir. Cada nota trazada con esmero, antes o después de cambiar pañales, cada jornada que se escapa sin poderla detener, los minutos eternos que se llevaron el esfuerzo de hacerla dormir y ella responde con un ojo entreabierto al dejarla acostada, como diciendo: “¡te engañé!”. El ser padre trabajando para escribir, el escritor que se desempeña como padre. Esta vuelta se ha llevado energía, he perdido el sueño, me ha fundido el cansancio, me han pasado las madrugadas por encima sin saber quién estaba durmiendo a quién. Nada tendría sentido en esta tarea si un rol no colaborase en ayudar a desempeñar el otro. Ser padre implica un desplazamiento de la importancia personal, un quiebre en las prioridades. Sé más del amor incondicional en la relación entre madres e hijos, quizás marcado por la propia experiencia. Siento que hay un motor en relación a la maternidad que la paternidad no incluye. Pero insisto, esto es un punto de vista sesgado por memorias personales.

La manera en que recordaré este primer tramo de ser padre es un intensísimo viaje de amor, con una entrega que ni por asomo se encontraba en mis planes. Una inexplicable capacidad de fundirme con otro ser, que solo sentí antes, cuando decidí con mi compañera ser una familia y llamar a nuestro primer hijo para que ocupara ese lugar. Una lucha fortísima entre mis urgencias personales y la atención extrema que requiere la paternidad. El despliegue total de las posibilidades para satisfacer las demandas exigidas a cada paso. No hablo de resolver los aspectos materiales -¡ni por asomo!- aunque estos sean fundamentales.

Se trata de muchísimas cosas más. No tengo la menor duda de ello. Ser y estar, que al decir inglés es lo mismo, en este caso se hacer cierto. Darle presencia cotidianamente, romper la rutina, soltarse al juego, brindarse al baile. Hacer con conciencia, ponerle el cuerpo, es una diferencia para siempre.

Sentarse a escribir letras, a darles sentido y contenido, hacerlo posible, está estrechamente relacionado con este motor. Conectarse con el amor, con el espíritu, tiene un vínculo directo con haber atravesado los miedos gigantes y las dudas inevitables a cada tramo de ese camino. Cuando se van resolviendo algunas ecuaciones, algunas certezas quedan de manifiesto. Sería bueno comprender que la espiritualidad -en un país exageradamente intelectualizado- no tiene efecto al cerrarse un libro. Hay una aplicación necesaria para que la teoría se transforme en experiencia. Hay un recorrido que implica riesgos, debilidad, vulnerabilidad y el atravesar los miedos y las dudas hasta trascenderlos. Y la experiencia de la paternidad abre todas esas puertas. Recién ahí se puede contar con el fundamento que sostiene el discurso. Por eso este sistema y todas las estructuras que lo sostienen han caído en un total descrédito. Porque el discurso hegemónico está basado en la inexperiencia. Está lleno de definiciones sobre cómo tiene que ser la vida y dista mucho de bajarse del pedestal desde donde escribe.

Como primer lugar, es vital encontrar el sitio que nos es propio, ese que esperás y anhelás ocupar sinceramente en tu corazón. Cuando ese milagro sucede  y vamos a entendernos, milagro es una forma de decir, toda la creación espera que cada uno de nosotros nos encontremos con la tarea esencial por la que estamos acá. Decir que hay un lugar esperando y nosotros caminando lo necesario para llegar hasta él, es simplemente natural. Lo que se recoge nos convierte en seres libres, ocupando un lugar y dueños de un estado de felicidad que sana y lava las penalidades recorridas. Las reglas quedan saldadas, en cero.

Reconozco que la libertad supone un efecto hacia aquello de lo que nos queremos desprender, lo que no queremos más para nuestra vida. Sin embargo esto es nada más que la mitad del asunto. En algún momento comenzamos a tomar las decisiones que definen qué queremos hacer y cómo llevarlo a cabo. En ese trajín se empieza a describir y a hacer claro cuál es el lugar que nos aguarda. No son miles, no son cientos, nos pertenece uno que está resonando con todos los aspectos previos que fueron nuestras circunstancias.

En definitiva, es una lucha entre lo que estamos dispuestos a dar y lo que es necesario que demos de nosotros. Lo que dejamos en el trayecto son las máscaras  que no precisamos continuar cargando, lo que tomamos del camino se cristaliza en nuestra esencia y deja de ser materia. Ese intercambio nos llena de valía y construye el ser -plano espiritual- en la existencia -plano material- , ese intercambio hace una vida cierta, creíble, verdadera. Un camino mecido en el amor lo resignifica todo. 


Camilo Pérez Olivera
Ensayando otra manera de vivir¡!

lunes, 6 de agosto de 2012

Agua

Las aguas de la historia han modificado los hechos, torcido los tiempos y los acontecimientos, han sentenciado la suerte de imbatibles dioses y emperadores. En todo caso los hombres, más cercanos o distantes de la suprema providencia divina, siempre han estado hechos de agua, hechos de emociones, hechos de alegría y de tristeza, hechos de llantos de agua con sal y hechos de amor a besos de agua dulce. Han sido como arrecifes, enternecidos, hundidos en el vientre de los mares, transparentes, nítidos, completamente submarinos. Han tocado el fondo de lo que les pasó, han tocado las aguas de lo que les sucedió, han llegado a tocar la tierra que sigue al agua.

Ser como tempestades, furiosas, verdaderas, sin atenuantes, sinceras tempestades. Meditar de cara a las aguas que hierven el frío, que derriten la soledad, en el borde más frenético del acantilado más impresionante. Arrojarse al agua desde esa altura y creer que en ese mismo instante aprendemos a volar. Desplegar la imaginación, extender las manos, mover el júbilo con la mayor expresión de libertad que anide en nuestros corazones…y traspasar las aguas más inmensas, interminables, sobrevolarlas, acariciarlas subidos a la velocidad.

Zambullirse en el caldero más inquieto y renacer frescos, quemar los miedos, inundarlos, cerrar las dudas, perder en el movimiento algo de ambigüedad. Sumergirse hasta volver a ser pez, tragarse el océano, volver a abrir los ojos allí abajo y descubrirse en el viejo mundo. Traer los mitos a la superficie, traer la Atlántida, girar el tiempo y convertirse en tritón. Ver los ojos de una niña, mitad sirena y mitad mujer. Mirar los mitos y las leyendas, mirar los mares obedeciendo a Poseidón. El implacable señor del agua enjuagando las corrientes con su tridente. Se vuelve cierta la profecía y se revuelven el tifón y la tempestad. Cubren los cielos inmensas olas precipitando los tiempos, hundiendo a Leo y sobreviniendo la oscuridad.

Aguas eternas partiendo el tiempo, naciendo eras, aguas enteras, giró la rueda y se impuso la dualidad. Los peces vuelven y bajo Piscis un parte aguas nos dividió. En esta historia hay varias aguas y todas ellas nos dejan sed, ahora que nace Acuario seremos peces en buen fluir.

Luego del gobierno de Poseidón, luego de las epopeyas de los dioses, las aguas se cobijaron bajo el influjo de la Luna. Centellaron otras estrellas a lo alto y todo se bañó con el sello de las olas que viajaban el cielo. Aquel firmamento fue un corredor que terminaba en trampolín desde donde las nuevas aguas se arrojaban, salpicando la Tierra. Se grabaron los océanos, los ríos, los lagos y los arroyos y todo en la superficie fue adquiriendo otro matiz.

El agua vio correr mareas enteras de civilizaciones, las regó a todas, a veces con furor y otras apenas fueron humedad. El hombre sabio, primitivo, de la pre-ciencia y anterior a los prohombres, danzó con los pies retumbando la tierra y el rostro elevado rezando al agua. La pidió para su vida, para su subsistencia y la de los suyos. En tiempos en que las hazañas le pertenecían a la comunidad y no a las individualidades.

Cada agua tiene un perfil y es una celebración. Las lloviznas son para jugar, para arrebatarnos las sonrisas, para que baile la inocencia y se contagie la ingenuidad. Para correr descalzos y chapotear las alegrías. Para tomar un montoncito de gotas de lluvia entre los dedos y salpicarla a los ojos de los deseos. ¡Agua fría y pequeña para despertarlos! Cuando las lluvias son eléctricas traen la magia y la ensoñación, portan los rayos y los truenos, nos conectan con las emociones, los misterios y es un regocijo acostarse a escucharlas o que nos acompañen mientras hacemos el amor.


Aguas calientes que reverberan y burbujean entre las rocas inmóviles o lentas. Aguas como manantiales o como cascadas, potentes aguas. Sobresalientes cataratas, aguas saltando los vacíos, descendiendo los precipicios para encontrarse con otras aguas. Aguas refrescando cualquier paraje, mojando la Tierra en cualquier lugar, montando las laderas, llegando a las montañas, bajando las vertientes donde todo es agua una vez más.

Las aguas se pierden en los confines de la historia, cambian el curso de los hombres, trastornan la dirección de sus proyectos, desfilan en la red del organismo, empapan las entrañas de esa red. Agua súbita, hermana agua, superficie movediza donde viajan los espíritus y las botellas de mar. Agua de Luna y por si no queda claro, agua; desde tus entrañas nacen las mareas que hacen temblar a la humanidad.

Cuando la profundidad se altere, el manto de agua volverá a transformar los mapas, esta vez se llevará lo más triste de nuestro tiempo y volverán antiguos colores a salpicar la nueva edad. Agua que sosiegue el fuego, agua que apague el estruendo, agua a bendiciones, a baldes, a mares, agua navegando el ser, recorriéndome.


Camilo Pérez Olivera
Ensayando otra manera de vivir¡!

miércoles, 1 de agosto de 2012

Tierra

Reconozco a la Tierra como Madre, como gestadora, como un ser con la capacidad de concretar vida, de dar existencia. Conozco de la Tierra la superficie y ese plano ya es un festín. Me fascinan los misterios que la embargan, los que conozco…y camino detrás del espíritu rezando por ser más sabio cada día, cuidando la inocencia, abrazado a la capacidad de sorprenderme.  La Tierra tiene varios perfiles. Puede hacerse gigante, elevarse hasta el precipicio de sí misma, transgredir su propio límite y mezclarse próxima al cielo o puede abarcar extensiones humildes, llanas y llenas de vida. Están los lugares donde la tierra es seca e impenetrable y el agua puede recorrer metros y metros hasta logar ingresar en las capas más cercanas a la superficie. Están los sitios donde sus capas se abren como flores y también abundan estas últimas. Como con todas las cosas - también con la tierra- cada uno va definiendo y dibujando el perfil que más aprecia, con arreglo a gustos y a criterios y a cariños y los expresa como puede y como quiere. Para mi la tierra sabe delicada, natural y firme…penetrante. 

Es un lienzo repleto de belleza, en particular me siento atrapado por aquellas postales que retratan la vida en movimiento sobre la tierra. Aquellas paletas de colores crudos, de olores fuertes y seguros, de melodías originarias. Imagino esos paraísos donde la tierra se mantiene virgen y cruda, con la piel impenetrable.

Los lazos entre los humanos, cuando estos tienen raíces fuertes, deben ser como esas telas que unen a los bebés con sus madres, sosteniendo el profundo amor y balanceándose entre la flexibilidad y la fluidez. El vínculo originario entre la Tierra y sus hijos se teje en un vientre al rojo vivo y oscuro, donde el calor es abrasador y no remite a miedo alguno. Es completa firmeza, es absoluta confianza, es total amparo y un sentido de pertenencia incontrastable. 

Así se dibuja lo que siento como hijo de la Tierra. Es una casa, para mí. Hecha de paredes de barro, de cimientos echando raíces en lo profundo de las entrañas, de un suelo de buena madera anclando mis días, sosteniendo mí presente. De puertas claras y anchas que inviten a pasar y que cuiden la intimidad de mi familia. De habitaciones cálidas y amplias, coloridas, donde respirar  hasta colmar los pulmones sea agradable y tomar un descanso sea un placer. Donde tomarme de la almohada y amasar sueños colectivos e ideas inspiradoras.  De sitios comunes para compartir, construidos en la conciencia del circulo y en la hospitalidad del consenso. Con un fuego central que ilumine las jornadas y las haga placenteras, aún en aquellas instancias difíciles. De cocinas largas donde se preparen los alimentos y se les cante con alegría. Donde cocinar sea una belleza y no un trámite. Donde se cure y se sane el corazón, donde se nutra al alma.

Siento que la tierra tiene mucho de un libro añejo, como esas abuelas que cierran los ojos y abren la memoria, comparten historias fascinantes que deslumbran hasta a las estrellas. Esta Tierra tiene mucho que contar, cuando sus tapas rústicas y enteras se separan, se suceden páginas de papiros, de textura áspera y aventuras plenas. Está escrito así el libro de la sabiduría, con la historia de culturas milenarias, primigenias, que vivieron la magia y bebieron de los ríos. No había sed en aquel tiempo, no había separación y la vida no era una tragedia porque los hombres y las mujeres eran sagrados y su esencia también. Hay cajitas que guardan tesoros y secretos. La vida en la Tierra no es un bello recuerdo sino un tiempo que está para volver. Donde, como en la versión más verdadera de “Jumanji”, todo está vivo y estar vivo no es un riesgo sino una aventura para el espíritu. Lo demás, se quedará aquí. 




Camilo Pérez Olivera
Ensayando otra manera de vivir¡!