Hace unos días hizo carne en mí
una aseveración que resulta verdadera: el dolor y el sufrimiento expresa el
grado de resistencia que estamos poniendo como sociedad por delante a un
proceso de amor inevitable que está a la vuelta de la esquina. La frase era más
breve, pero aquí realizó mi propia construcción nacida de las entrañas.
La violencia se expresa en todas
las dimensiones, en grados francamente aberrantes y en estados agresivos
tapados, menores e hirientes. Todos construimos violencia. El amor también está
emergiendo por todos lados, actos soberbios, gigantes, actitudes pequeñas y
diminutas transformando micromundos. Todos construimos amor. Ambas esencias
conviven en el interior de cada individuo.
Para que un ser nefasto como
Hitler y un ser maravilloso como Mandela hoy sean figuras históricas, debieron
estar contemplados por miles y millones que compartieran las mismas heridas y
que por tanto se sumaran a esas empresas. En ambos casos, quienes acompañaron
el movimiento de esas personalidades, llevaban una matriz emocional capaz de
asemejar las mismas manifestaciones que sus líderes. El caso está en comprender
que ambos fueron bebés y nadie se imagina un bebé recién nacido siniestro. Las
elecciones que tenemos a cada paso son propias y somos responsables de hacer el
movimiento desde el amor o desde el desamor.
No veo ningún medio de
comunicación que levante el amor como propaganda, como eslabón. Por lo
contrario, hay una suerte de inevitabilidad que impera y que hace imposible
cortar con la cadena de la cual nos alimentamos. Y esto también es una decisión
individual. Consumimos un plato de comida como consumimos una información, tanto
da, en ambos casos son niveles de conciencia lo que estemos eligiendo.
¿Se puede vivir sin atragantarse
de crónica roja, morada, amarilla? Se puede, conozco montones de casos. Qué
ocurre sin un núcleo importante de personas decide cortar los lazos de este
maquinal informativo. Qué pasa si seleccionamos el menú que ingerimos en
cualquier orden, sin importar por qué sentido ingrese a nuestro organismo. Si
quien cocina una columna, edita una nota televisiva teñida del color de alarma
a gusto del consumidor se queda sin receptor, pasan cosas. Como pasa en todas
las esferas si la sociedad modifica sus intereses, quienes brindan o facilitan
servicios modificarán sus propuestas.
Una masa crítica es un grupo
relativamente menor a escala global que adopta otras direcciones en conciencia
y en consecuencia de ello, tuerce el rumbo de los acontecimientos. No tiene
otra vuelta. Esta espiral no va a parar, no comenzó para estacionarse. ¿O
alguien se imagina que toda esta escala de rojos vivos cese de un momento para
el otro y volvamos a una normalidad social donde todas las estructuras sigan
sus cursos con comodidad?
Se encendió para que más tarde o
más temprano -y eso lo determinará cada ser humano en su vida- el amor
sea inaguantable para quien no lo sepa establecer, asimilar y aceptar en su
vida o eleve la conciencia de quien lo adopte para sí.
Es comprensible que de miedo
apagar el televisor o deshacerse de él. Es entendible que cueste poner en off
las radios. Pero es atendible pensar que el cambio que íntimamente se
acerca no nos lo van a avisar en los horarios centrales de los noticieros ni lo
van a levantar los medios de prensa ordinarios. ¿Alguien cree que el
informativista dirá algún día: "la Tierra está dando su propio salto cuántico y se
esperan oleadas de luz fotónica para los próximos meses que podrán alterar los
estados ordinarios de conciencia en que todos vivimos para comenzar a tomar
decisiones y obrar al fin desde el amor"? Impensable. No fue así como
comenzó, no se está dando así diariamente y continuará sin ser de ese
modo.
Habrá que convivir con un montón
de estados agresivos, habrá que coexistir con otros individuos que vengan
germinando en su corazón un montón de violencia increíble y que un día y otro
la destilen y la expresen. Porque ese es el estado verdadero en que crecieron,
eso es lo que recibieron a temprana edad y eso es lo que tienen para dar. Este
año 2012 venía así y así continuará, sacando de abajo de la alfombra el dolor,
el sufrimiento, el desamparo y mostrando lo que cada uno recibió de pequeño y
lo que pudo hacer con eso que le hicieron. Hay quienes transforman sus propios
cursos, sus núcleos duros y terminan consustanciados con el amor. También puedo
dar testimonio si hace falta. Así es que hay una cantidad de ejemplos de
personas de las cuales ha sacado -el 2012- de abajo de la alfombra sus mejores
perfiles y lo comienzan a mostrar y es saludable sorprenderse agradablemente de
ello también. Pero no se compara una realidad con la otra, porque lo que se
comunica en los medios masivos no suele destacarse por su pureza y es
importante resaltar que nos venden lo que como sociedad compramos, que es en
definitiva lo que estamos necesitando.
Amigarse con el Hitler interior
es durísimo, si hasta rechina leerlo simplemente. Pero condenar lo peor de
nosotros mismos es darle energía para que fermente adentro y busque cualquier
instancia para delatar nuestras caras más fuleras. Si apagar los sistemas que
nos mantienen atentos y alerta a la repetición de la violencia nos produce
ansiedad y nos desacomoda y mantener las antenas receptivas a ello nos confirma
nuestro lugar de desconfianza, de inseguridad, de que no hay salida, de que no
hay alternativas, de que no hay solución, está bien. Por lo menos veamos el
mecanismo y aceptemos en el lugar que nos deja. De poner la conciencia allí,
dudo que alguien en su sano juicio quiera continuar sosteniendo esta manera de
vivir. Aunque las recaídas estén a la orden del día, probar lo que se siente
tomar una decisión desde el amor también, como la violencia, es un movimiento
que no tiene vuelta atrás.
Alguien dijo: "si no sientes
confianza en tu corazón, si no sientes amor en tu corazón, imagínala un
instante, invéntala un momento y te será dada”.
Camilo Pérez Olivera
Ensayando otra manera de vivir¡!
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