lunes, 27 de agosto de 2012

Éter


El éter es una suerte de red de inteligencia cada vez más presente en el diario vivir. Convive extrañamente con nosotros. Llena los espacios vacíos y su estado de presencia nos desafía a pensar el mundo diferente, a elaborarlo distinto. Cada espacio ínfimo de esta tercera dimensión que habitamos está ocupada por el éter y la primera noción que me sucede es su incorporación al mundo de los elementos, la ampliación del conjunto: agua, tierra, fuego y aire. 

El signo de este tiempo está representado por la reconexión del hombre con la divinidad. Pasa la Era de Piscis, se hace vieja, se diluye poco a poco y entramos en Acuario. Gira el tiempo, se convierte. Con estridencia se amontonan las resistencias que gritan las consignas afónicas, impertinentes. El cambio ya no se hará revolución. No es necesario, pues de todas maneras sucederá. 

En una suerte de decodificación, desde el centro del centro se impulsa la luz que trae la conciencia. No demora en llegar a nuestro plano y esa luz se muestra de muchas maneras en las que recuperar la unión con el cosmos. La memoria infinita que nos atañe, se diversifica y nos despierta. Todos los espacios que están vacíos, están llenos de luz, hacen al espíritu de la dimensión que habitamos. En él hay ideas, hay pensamientos, hay emociones, hay sentimientos, hay energía totalmente viva. Hay éter. El éter es parte del aire pero navega en otro plano de ese mismo espacio. El éter es energía: ondas vibratorias cargando datos, cargando información. 

Cuando el planeta elevó su vibración, el éter empezó a orbitar en torno a nosotros o nosotros en torno a él y el hombre lo llamó internet, móvil o celular. Estos recursos tan usuales son la viva imagen de un caudal informativo que se abrió para todos y se hizo materia. Ser parte de la red, construir la red, compartir los contenidos que nos conmueven, participar en las comunidades virtuales y con la misma moneda girar la cara y salirse de ella cuando es deseado. Estos son los principales rasgos en que se construye y se deconstruye la red. Fluye, ondea, sobrevuela, se pondera la utilización de la energía de manera impersonal. 

Desde otro lugar, el éter nos adentra en el reconocimiento de que no somos solamente un plano físico, nuestra energía: el aura, el plano mental, emocional, kármico, el alma...Se expanden o se contraen de acuerdo al principio de apatía y empatía. Solo queda el plano superior, el espíritu como máxima expresión de nuestro ser, inalterable. Mucho antes de entrar en contacto directo con otros seres, recepcionamos su flujo vibratorio y esto nos acerca o nos repele. Resulta bastante nueva esta etapa. Recién comenzamos a comprender su funcionamiento. 

Lugares cargados donde el aire se corta solo, sitios donde se respira tensión o se despliega la armonía. La telepatía como modo de comunicación entre los humanos, saber en qué estás pensando, sentir cuando alguien se encuentra mal o cuando se encuentra de maravilla. Percibir si la noche serena cobija otros pesares detrás o simplemente dejarse estremecer por el poder de los rayos penetrando la tierra en medio de una tormenta mansa y constante. 

Démonos la bienvenida a un amanecer donde gobierna la energía, darse un baño en la espesura con el cuerpo astral, unir los sitios más distantes en un momento como si fuera lo más sencillo del mundo. Separar las manos, enfrentar las palmas y jugar con nuestra propia vibración. 

Bienvenidos al lugar donde la experiencia del tiempo comienza a debilitarse, el ingreso al terreno del biorritmo y la energía. Una realidad distinta donde la mentira y los convencionalismos no son posibles porque nuestros campos energéticos nos delatan. La realidad donde la materia se diluye y vemos una naturaleza basada en el más puro esplendor.

Es la era de la intención.



Camilo Pérez Olivera
Ensayando otra manera de vivir¡!

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