martes, 26 de febrero de 2013

Nuestro universo y el cielo: un encuentro con la condición de aprendices

No lo dudes, llevás el universo en tus ojos, cuando la chispa que sos vibra y centellea en busca de respuestas o de un nuevo orden, esta lo crea en el exterior. Puede que te sientas de maravilla al escuchar (leer) que sos el universo y que tus pensamientos, emociones y acciones lo modifican. También estas líneas están centradas en traer a nuestro origen conciente el alcance que puede tener un acercamiento a la frecuencia divina y qué fibras íntimas puede tocar.

Quiero contarte los pasos que damos inconcientemente y otros no tanto, hasta despertar. Tan sólo para que se observe que cuando tomamos determinaciones o hacemos el movimiento, el universo responde y se mueve para nosotros. 

El tratado que inicia quien emprende un viaje rumbo a las esferas que son luz, es trabajar consigo mismo, hacer contacto con sus espacios desarmonizados. Siempre que tomamos la decisión de nacer a una nueva travesía, lo que se coloca de manifiesto es saberse como aprendiz universal. Al conectar con el espíritu y sentir nuestras necesidades, otra vez nos ponemos bajo su tutela y vamos al encuentro de otros sitios y lugares que nos permitan reunirnos con la frecuencia de algo que ya sabemos y debemos traer a la conciencia. 

Cuando se baja al plano material la sabiduría éterica del cielo, tomamos otro cuerpo, nos engrandecemos. Todo concluye en un fortalecimiento propio si pusimos entre la enseñanza y nosotros, el compromiso de crecer. Como quien esculpe un fino material y hace de él, arte, así se trabaja, moldeando la energía de cada aspecto de la naturaleza en el organismo luminoso que somos.

Adonde llegues con tu intención de evolucionar siempre es un reflejo de tu complexión interna en ese momento. La maestría que tengas delante será la obra y síntesis entre tu estado de conciencia presente y el exacto movimiento que precisás hacer para seguir caminando. 

Ten en cuenta que aquella información a la que accedas debe ser tomada como elemento disparador de sanación, debe detonar tu transformación, si no es así, no resultará. Es importante recalcar que quien canaliza es sólo el transmisor del mensaje de un espacio etéreo a uno material. Su tarea es decodificarlo para que esté a tu alcance, pero aquello que despierte en ti, revela tu estado. 

Cuando dos personas sintonizan y se reúnen, hay una búsqueda energética hasta que el universo se encarga de hacer posible ese encuentro: lo que buscás es el punto preciso de lo que el otro ya despertó y lo que querés saber y cómo lo expresás, hará que se mueva el mundo del otro hacia la dimensión evolutiva con la que él también necesita vincularse. 

La intención de estas líneas es contarte desde mi camino y parecer, lo fundamental de hacernos cargo de lo que buscamos y lo que encontramos. Es por eso que el grado de conciencia de quien facilita una vía o dirección es importante, pero lo que recibas es fiel reflejo de cómo se encuentra tu corazón al momento de localizarlo. Por eso dos conciencias nunca son la suma de las partes, porque la conciencia no es estática, sino que la interacción entre ellas provocará o no la profundidad y la elevación deseada.

Unos ojos de claridad y un corazón inspirado son un gran regalo para atravesar el portal del alma y redescubrirte. En todo camino espiritual es lo mejor que el universo nos puede conceder. Pero esa luminosidad actuará haciendo transparentes y visibles tus rincones desamparados, sin dejar que se escondan, de lo contrario no hay milagro. Los mirará para hacerles llegar el abrazo y la contención, no para juzgarlos ni tildarlos de malos o dañinos que —básicamente— fue lo que escuchaste siempre y les dio el poder que a tu corazón le falta. 

Ninguna comunicación que esté esencialmente constituida de amor aportará confusión o te instará a la separación, sí puede mover tu temor a cambiar o a crecer. Pero son terrenos diferentes. Cuando el espíritu o el alma hablan a través del canal de otro —en cualquier viaje iniciático— debe señalar la esperanza y marcar un claro hacia la transformación. Y eso dignifica todo el ambiente. 

Cuán trabajado tenga su propio canal el facilitador es otro pilar importante. A mayor compromiso de su parte, más dimensiones se harán presentes, despertarán y se podrán abrir, mostrando la diversidad, el crisol de oportunidades que es la vida. Pero insisto, el vuelo está supeditado y sujeto a la apertura y disponibilidad que coloquemos en el medio. El gran desafío de este tiempo es recoger las maneras en que abordamos nuestras relaciones para repararlas y no para que se conviertan en una constante forma de sentirnos amenazados por el mundo que nos rodea. Reparar el corazón nos hace funcionales al espíritu y así el universo para nosotros también tendrá lugar. En última instancia, lo que buscamos es encontrar el silencio que nos devuelva el latido y que esa huella resignifique la vida. De ser así, todo se convertirá en un gran despliegue donde la oportunidad de ser feliz anda por todos lados a la vez, una dimensión donde la incondicionalidad sea el único sinónimo del amor.



Camilo Pérez Olivera


martes, 19 de febrero de 2013

El cielo al que pertenezco: la civilización y la constelación


Me paré en el punto exacto entre la vida y la muerte, tu sonrisa implacable y sus dientes, un diamante en tu frente y un punto de luz. Tu mirada perfecta y universal, cinco mil años arrugados en las manos y tu espíritu infinito con la edad del despertar. 

Siglos de lluvias de almas abonando la tierra. Un compás interminable de tonos rojos descendiendo del cielo. Una danza permanente de cometas azules dejando estelas  celestes, haciendo el camino de vuelta al útero universal. Un cromado inabarcable, el giro infinito del eterno espiral. 

El universo sencillo y complejo, la trama humana, su revelación cósmica y la pertenencia galáctica que nos debemos. La magia y la claridad, el misterio, la simpleza y la fascinación. 

El mantra perfecto y las voces: profundas, oraculares, ancestrales y subterráneas. Las pirámides y sus secretos llamándonos. El gemido de la tierra en el corazón de la Amazonia y el poder de una liana en una planta de Yagé. Un árbol menos, un árbol derribado en los campos celestiales y el puente que une Bagdad con El Cairo quebrándose. La muralla de las vanidades, los ombligos de cada civilización derrumbándose. 

Un edificio duro e impenetrable alcanza el cielo, luego dos y después mil. Dos aviones con delirios estrellan su ira en los templos del dinero, hacen llamas la estructura del poder, el grito y el horror se desbocan en el nombre de Dios. 

Siglos de vidas, milenios, guaridas y trampas sin amor. Castillos, reinados, mercados: los persas, judíos, cristianos y musulmanes. Sus pueblos: perfectos, rabiosos, esclavos y dueños de la revelación. Alejandría, Roma antigua y la cuna de la inquisición. El faro absoluto y el faro del corazón. La quema de sabios, maestros, serpientes y el culto a la institución. 

Hay vida perdida, hay pieles y huesos hechos trizas. Hay polvo de vidas antiguas debajo del barro que construyó el cemento. Y en cada autopista que transitamos, surcando la marea de la ciudad, se esconde tras el asfalto, otra verdad. Hay rastros de identidades enterradas tras los cimientos y las paredes de la catedral. La misma piedra y el mismo mármol, el mismo imperio mutando el rostro y en cada esquina, el mundo esculpiendo dioses, héroes y faraones ante quienes perder nuestra autoridad.

La patria y el monumento, el aire contaminado de plomo y de vicio de la humanidad. Es un segundo, es un momento en que me asfixio, escucho el tiro de los cañones, los escuadrones pasan al lado y el suelo hacen retumbar. Las balas hieren el aire y es un instante en que me muero y que resucito. Luego respiro y más que respiro soy el aire y la libertad. 

Volver al templo, volver al centro, ser estrella en el firmamento y en familia, ser constelación. Ser haz de luz, conocerme eterno y decidir volver a nacer. Correr el riesgo, tomar la historia, tomarla toda y poderla librar. 

Sueño de niño con este tiempo, soñé con ángeles y querubines y me contaban todas las noches de este momento que está por suceder. Luego fui joven y también frágil pero nunca dejé de soñar. Pasan los días y el tiempo agota todo el dolor. Solo queda quemar las lágrimas, abrir el sueño y ser la visión. Cuando la vida y la muerte muestran su cara, el misterio puede ser flor o dragón, ser sofocación y ser fiebre. La ilusión pierde vigor y la antorcha se enciende y todo lo demás se desvanece.



Camilo Pérez Olivera