jueves, 15 de noviembre de 2012

Antes de la oscuridad (segunda entrega)



Un día amaneció la calma. Desperté y decidí correr la cortina que me separaba de lo que el cielo y la tierra tenían para ofrecer. Las energías diezmadas, bajas, no habían horas suficientes de profundo descanso que permitieran recomponerse. Hacía muchos meses atrás, cuando un temporal con características de ciclón había azotado Uruguay, yo había soñado con total claridad -no muy frecuente en mis estados de sueño-  la fecha concreta en que el cielo se apagaría para todos, dando ingreso a la zona neutra del cinturón fotónico. Aquella fecha corría seguido por mi cabeza y allí empezó todo. 

Lograba olvidarme temporalmente del diecinueve de abril y contaba para ese olvido con un giro lo bastante drástico en mi vida como para situarme en el presente. De pronto llegaron algunas personas que no conocía hablándome de canalizaciones. El término me era conocido, pero me costó incorporar esa enseñanza a la rutina. Aprendí a hacerlo con facilidad y pronto algunas jerarquías ascendidas indicaron que estaba apto para enseñarla yo. Esto me tuvo un buen tiempo enfocado en el presente, sin pensar hacia adelante. Pero inevitablemente el día en que la tierra no amanecería alumbrada estrujaba mi estómago mezclando nervios y ansiedad. 

Un día amaneció la calma y también el oxígeno con otra frescura, inusitada, desconocida. Las correas separaron las cortinas y el sol parecía más transparente y así el resto del cielo. La naturaleza alrededor parecía vibrar en otro estado, un enorme campo, una frecuencia energética que jamás había visto se levantaba a centímetros del espesor de cada cuerpo vivo. Como si todo tuviera una transparencia atrás, una especie de holograma visual. 

De repente chequeé por un acto meramente automático la instalación eléctrica de la casa y para mi mayor sorpresa, las cosas funcionaban. Extrañamente funcionaban. Recuperamos la electricidad,  los teléfonos móviles y el agua corriente. Imaginé los satélites saturados, sin embargo era posible comunicarse. Tomé el teléfono y entablé comunicación esencialmente con algunas personas: familiares cercanos y amigos. ¿Qué hacer? ¿Movilizarse? ¿Resguardarse? No. Las personas esa mañana comenzaban a definir la única opción posible: un estado de recogimiento, una particular serenidad se apoderaba hasta del más ansioso. Si cuando el caos se instaló surgieron reacciones neuróticas y desesperadas, este estado de plena calma contagió a todos a moverse únicamente hacia su centro, un interior lleno de respuestas que nadie más podría apaciguar.

Ya no podía saber lo que ocurría más allá de los dominios de donde vivía. Supe pronto que la familia del camino nativo había decidido levantar la Tipi de la Luna -centro ceremonial-  por tiempo ininterrumpido. Se había quebrado el reloj, la balanza se derrumbó por entero hacia el espíritu. Un aire frío sin frío, una brisa desconocida traía rumores con certezas, los ojos observaban extrañados las energías alrededor de todo lo que se encontraba en la naturaleza viva. Nuestras miradas encontraban descanso más allá de toda fatiga. Algo lavaba aquellas pupilas irritadas que bailaban en los rostros. 

El centro ceremonial lucía maravilloso, las manos de varios hermanos y hermanas labraban el barro, moldeaban la tierra que delimitaría pronto al fuego. El altar comenzó a vestir su falda de fiesta y bienvenida. Entre nosotros surgían algunas conversaciones todavía atolondradas, como si hiciera falta a esa altura explicar algo… Pero rápido las conversaciones se apagaban hasta el silencio. Las voces se hacían cada vez más tenues, la levedad nos cubría hondamente. 

Se dispusieron algunos vehículos que tenían una buena carga de combustible para que en los días venideros pudieran hacerse algunos traslados puntuales, si es que contábamos con la fortuna de que estos encendieran. Algunos ofrecían leña, otros alimentos y también hubo un espacio destinado a recoger abrigo por si hiciera falta. La Tipi se invistió de ceremonia con el propósito de sostenernos como familia en el transito hacia la era en que comenzaría a reinar nuevamente el amor en todos los corazones.





Camilo Pérez Olivera
Ensayando otra manera de vivir¡!

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