miércoles, 25 de septiembre de 2013

Me perdono y me reconozco —primera parte—: El camino de mi omnipotencia

Agradezco el trabajo que han tenido en mí, las charlas “Yo me perdono”, de Alejandro Corchs. Agradezco la conciencia y memoria que han despertado en mi corazón, la posibilidad de reunir mi perspectiva y el atrevimiento de desarrollar algunos entendimientos a los que he arribado.

El espíritu es un espacio que alberga todos los matices posibles: desdichados, ambiciosos, buscadores y sabios. O solitarios, consumidores, salidores-sociables-escapistas, encontradores y los hay sabios de vuelta. Son arquetipos que hacen al universo humano, estamos empapados y embebidos en ellos. Me interesa desconcentrar esos lugares, llamarlos distinto también para que nadie se sienta ajeno. Sabrás si tu sitio hoy se parece más al de un solitario o al de un consumidor. Sabrás reconocerte en alguien que ha encontrado respuestas aunque la búsqueda no cese —hay un punto en el que sí—o si vas desintegrándote entre salidas sin mayor compromiso aunque acogidas y cálidas, o espacios sociales donde se abren momentos con rituales y tiempos donde lo sagrado se presenta. Entre esas plataformas, escenarios y precipicios andamos todos.

Me importa descontracturar esta primera parte de la nota, el ego viene vapuleado y tan mal visto hace tantos años que por momentos está bueno darle un descanso. De todas formas la realidad está que arde. Lo que antes nos salía al cruce de la puerta de casa hacia afuera, hoy ingresa, nos transgrede y envuelve por los medios de comunicación o penetra el aire de una atmósfera intolerable removiendo la resistencia a la sanación y a la unidad.

A mí me gusta observar cómo se revela la herida en los ambientes o caminos espirituales que nuclean a los buscadores. Somos un pueblo tan pensante, tan racionalista que cuando llegamos a la primera estación nos queremos devorar la explicación y repetirla como loros y evadir o saltear la experiencia. Nos encanta vestir galones y colgar diplomas, pero mientras no los alcanzamos, queremos hacer el discurso. Nos convertimos en buenos pastores recitando las historias ajenas antes que despertar nuestra sabiduría. Aquí se presenta un terreno de práctica más o menos intermitente hacia el espíritu, pero no lo habitamos íntegramente. La gran siembra en este período es el juicio hacia los demás y la cosecha nos deja al margen, nos quita pertenencia si lo que está en nosotros lo vemos afuera.

El sano reconocimiento de la verdad precisa del camino para que el lenguaje que se exprese sea el de la experiencia. De no ser así, el verbo pierde fuerza y contenido, servimos vacío. Buscar la admiración revela una inconsistencia con la autoridad propia. Colocar a otro en un pedestal, es continuar rindiendo tributo a alguien o algo externo a uno mismo. Cuando alzamos a un personaje, estamos venerando una personalidad y confirmando nuestra soledad, ya que alejamos la esencia del otro por la ignorancia de nuestra propia luz. Reclutar a otros hacia nuestra propia dirección es operar desde el temor y el miedo. Habla de una gran fragilidad para enfrentarnos al destino y propósito de nuestro ser, el que está guardado en el corazón. Transité años mi camino desde este lugar. Una agrupación de carnaval lo cantaba hace tiempo atrás, tenemos una debilidad constante por decir que ya sabemos lo que aún no conocemos.

También me gusta, con cuidado, consideración y respeto, trabajar con los encontradores de status. Con quienes como yo, se agazaparon a un espacio de “privilegio” sin medir las consecuencias ni reconocer que las apariencias engañan a pocos y la realidad tarde o temprano, te pasa por arriba. Cuánta soledad, ambición y fragilidad hay en la permanencia en movimiento. En general, recalamos en determinada posición de poder y ese punto se transforma en el talón de Aquiles, porque las relaciones de poder están basadas en el temor al cambio y a la necesidad del miedo a perpetuarse. De nuevo será la realidad quien mueva la estructura que domina al ser a instancias del ego. Así se enmarca el tránsito hacia la etapa siguiente. La vida nos saca del lugar de “privilegio” que levantamos y como lo hicimos desde la vulnerabilidad, eso se fragiliza y nos envía otra vez a la búsqueda.

Ahora que pude mostrar el camino que mi omnipotencia recorrió, tras la elegancia y sutilidad del espíritu, me siento libre y en confianza para ir un poco más hondo.





viernes, 13 de septiembre de 2013

Inverno: la última puerta

Los tiempos se cierran para que no tengamos más hacia dónde huir, no hay ventajas o desventajas, hay sólo conciencia. Estamos en los descuentos, en el vestíbulo, esperando a que Dios nos atienda.

Cada uno de nosotros armamos y hacemos parte de la vida del otro. Estamos siendo empujados afuera de las zonas de comfort, no hay más privilegios. Las formas están siendo fulminadas porque están mostrando lo que en verdad son: ilusiones.

Este destiempo es una antesala, todas las maneras están desfilando frente a los ojos con que miramos. Por eso el tiempo se cierra. Ingresamos a una zona nula, al gran agujero de gusano donde sólo gravitan a nuestro alrededor los desafíos que postergamos para después. La vida nos está haciendo desfilar por las penurias internas y por nuestra historia, por aquello con lo que nos identificamos, que nos construyó, pero que no necesariamente se convierte en lo que somos. No somos un modelado apenas mejor de lo que quisieron para nosotros, no somos un molde entre la tensión que ejerce el afuera y nuestra puja por sobrevivir. Si todavía te sentís atado o sujeto y el conflicto es quien ordena tu vida, puede que falte algún derrumbe mayor y profundo. La tensión personal, como la presión social no pueden sostenerse para siempre. Pongo el rezo por la vida de todos, pidiendo la claridad necesaria ante la inminencia de la tormenta y la tempestad.

Estamos asistiendo al carnaval interior y hace carnaval quien se puede reír de sus propios dramas, sino la caravana lo va dejando afuera. En ese baile de emociones, sentimientos y pensamientos hay privaciones, limitaciones, represiones, violencia, desamor, desamparo y mucho más, pero con estas representaciones ningún corazón se sentirá excluido. En esas experiencias está toda la carga de angustia y dolor del corazón de la humanidad y para no hacerlo tan impersonal, tu propia carga está ubicada allí.

Cada vez que he levantado un círculo de sanación bajo las formas rituales del cielo, que he convocado a que las fuerzas de la divinidad se presenten y asistan, sé que lo que se despierte allí será la suma del amor y el dolor que el grupo reunido esté viviendo en su intimidad. Mi última intención, al terminar, es que logremos trasladar la mirada transformadora que nos dio el círculo a la cotidiana, donde los cambios tienen que encontrar espacio para manifestarse. Esta realidad, meridiana entre el final del eclipse propio, el categórico destierro donde tu casa es el ser que sos y no hay otro lugar y la proximidad de la primavera, es un gran ritual diario. Estamos dentro de una gran ceremonia: introspectiva, extensa, dolorosa y el florecimiento que cada uno recoja, estará expresado en la entrega hacia la vida que haya podido tener. No hay misterios, el universo tiene su naturaleza lógica y sus reglas.

Pero volvamos al viaje interior. Estamos en una parodia salvaje, rudimentaria, porque se coloca delante la génesis que tanto nos socava, esa que nos va comiendo la energía vital. Corras a donde corras el abismo se instaló delante y la pantomima de la vida —la individual— no te permite mirar para otro lado. No hay disimulos, la sala de los espejos de la que hablaron los mayas es el marco de cada sol y el fastidio nuestro de cada día. El futuro llegó y el pasado está de vuelta y se convierten en un presente perpetuo donde te encontrás con lo no resuelto, con lo que te obtura. Desafío a quien pueda a decirme que pudo escaparse o que todo está bien.

Ahora, si estoy escribiendo, dialogando con tu mirada que repasa las letras y afirmo que es una puesta en escena, entonces deberíamos reflexionar qué es lo que está detrás de todo esto. Qué es lo que hace que te enfrentes a tus muertes, a la partida de los que están yéndose, a las parejas que se interrumpen, a los amigos que se distancian y a las familias que se desintegran. Qué crudo director nos mandó a actuar en esta obra. El amor, el Gran Espíritu está detrás de todo esto.

Estamos durmiendo con las pesadillas y los dramas, así de duro y verdadero. Nos acostamos con las infracciones que no estamos dispuestos a dejar que se extingan y quienes se apagan entonces son los corazones. La leyenda que nos dijeron nuestros abuelos y padres, la historia que prefabricaron y que nosotros prometimos, sabríamos cumplir, el cuento del dolor que ellos y nosotros mantenemos, amanece cada día más desintegrado. Y cuando alguien en la familia humana y sus pequeños círculos rompe con esa lógica determinista y desesperanzadora, levanta el amor y el miedo a mirar distinto y a vivir diferente en toda su tribu. La herida que compartimos con nuestros ancestros hace que si el patrón se quiebra, se mueva todo el clan y las maneras basadas en el miedo. Te doy una buena noticia: una vez que sabemos, somos responsables de eso sobre lo que tomamos conciencia.

¿Qué podemos hacer al respecto? Hablar de lo que nos ocurre, comunicar lo que sentimos identificando quién es el destinatario y cómo debemos trasladar el mensaje. Cualquier movimiento que observes en los demás o decidas hacer tú, quiero señalar, decirme y decirte, está siendo sostenido por el propósito mayor. Es ese sentido el que lo está transformando todo, el infierno está quemando lo que internamente te separa de poder pensar y sentir con el corazón. Kilos de dolor deben ser reconocidos para poder vislumbrar el paraíso que nos acompaña y late dentro.

Quiero ser claro en lo siguiente: la gran decisión ya está tomada. Miles, nosotros y otras personas por todo el mundo definieron dejar de creerse sus mentiras y alimentar el mito propio, el que las confirma en su lugar y el que hace que la decadencia la vean  afuera de sí y no donde de verdad está viva.

Estamos desencantados con el dolor, estamos menos miedosos y eso colabora para que el efecto dominó nos libere. No estoy afirmando que la historia humana y personal sea falsa, estoy diciendo que la manera de mirar eso que nos pasó está sostenida por el miedo a ser felices y por tanto los recursos que aparecen son proyecciones de ese mismo estado. A ver, lo digo de otra manera, la historia, la mirada que la analiza y juzga y el poder para resolver los mecanismos que se repiten producto de lo que nos pasó, son una gran cadena congestionada y contaminada. Todo eso está dejando de tener sentido, está perdiendo su gracia y quedando en el absurdo. Vivimos una gran contracción al miedo. Liberarse de sí mismo provoca ganas de no anestesiar más las molestias, sino que drenen. No dormir más en la brutalidad, conectar a la naturaleza, ser eslabón para que la ceremonia alcance su momento de sanación.

¿Sabés la magia que se siente en desvanecer el olvido e ingresar en la memoria?  Cada instante resulta significativo, bailás en la melodía, te acordás del libreto original y eso te devuelve quién sos.

El gran fuego está prendido y cobrando fuerza, se está empoderando y ruge. Todos tenemos y guardamos imágenes, fotos instantáneas en que la vida se detenía porque el tiempo se desvanecía. Dónde fue, en qué lugar y bajo qué circunstancias. Qué situación te hacía sentir encendido/a y lo demás se estacionaba afuera. Qué circunstancia te rodeaba haciendo débil y perdiendo importancia todo lo demás. Esos momentos en que el espíritu se incorpora es cuando recuperamos la memoria. En esos instantes es donde atendemos la chispa divina, y el regocijo de estar en conciencia, como la procesión, es sólo interna aunque en ocasiones, con quienes estamos también leen la magia.

Nos debemos como familia humana la lección del amor con todas las letras. Te debés la entrega completa a quien sos y cuando lo hagas, nos debemos ese regalo entre todos. Pase lo que pase y suceda lo que suceda, sostengámonos en la confianza de que se está liberando el dolor de toda la humanidad. La claustrofobia es temor a no poder manifestar quiénes somos, por eso anda girando la transformación madre de todos los procesos —la muerte— y nos está conectando al propósito mayor. Nos está recordando que estamos vivos y su sentido y tal vez esté expresando que la experiencia merece ser honrada.

Me encuentro con situaciones de ruptura diariamente, inesperadas, aunque no exactamente sorpresivas. Es un momento inmejorable para recorrer los pasillos del alma y reconocer la individualidad. El cambio está a un movimiento porque están todas las puertas abiertas para tomar la conciencia de la vida, pero es impostergable reorganizar las prioridades desde el amor y no desde el temor. Sobre esa delgada línea está escrita esta nota. Cuando el enfoque se modifica saludablemente, entonces conectás tu dirección al propósito mayor, al gran plan. Quizás luego de recomponer el orden en el corazón, cada uno vuelva a brindarse por entero a lo que fue importante, a lo que valió la pena, la alegría y a lo que merece que estemos sanos.


El día que no necesitemos tantos espejos para hacernos cargo del dolor personal, habrá un montón de escenarios que no precisaremos. Habrá una cantidad de pantallas que serán prescindibles, las que te embrutecen, las que devuelven la violencia y agresividad que está antes del terreno del corazón. Deseo que la última puerta de esta ceremonia te refresque el alma y que consigas florecer. Ofrecéle a la primavera el color que llevás en tu espíritu. Y por si acaso el enredo se intensifica, te deseo que no pierdas tiempo, uníte a lo que sos y recordá: lo que se viene está lleno de orden y amor.


Camilo Pérez

martes, 10 de septiembre de 2013

El misterio sos vos

Hombres atreviéndose al amor, hombres surfeando en la tempestad, no importa si es agua o es fuego, de todas maneras es tempestad. Hombres amanecidos y sueltos, hombres dispuestos a ser hombres y a albergar a su femenino en el corazón. Hombres sanando a otros hombres. La primavera es de los hombres al sur luego de un invierno turbulento, frío y por momentos desolador. De nuevo hombres con fuego en su corazón. Animados, cansados de largas caminatas bajo la lluvia y el sol interior. Hombres con deseos, con anhelos, hombres listos para soltar el animal que también son.

Empezó el fuego en la boca del fuego y habrá más fuego del que imaginás. En la vida, en la guarida el dolor quita la piel. No hay rima para el dolor, ni hay talla para describirlo. No se puede ver más allá de la herida cuando la llevás prendida. El mundo se cae, pero no afuera, se cae en tu corazón. El trance a un estado de sueño, te acostás sólo para despertar. Estamos encendidos por dentro y por fuera, estamos listos a saltar. Estamos a punto de andar el sueño y ese sueño también te quiere soñar.

Mujeres diosas soltando a los hombres para verlos brillar y volverlos a tomar. Un camino eterno y una memoria que naufraga. Isis desaparece, se incrusta en nuestras intenciones, Magdalena nos acaricia, nos besa y se eleva al más allá. María despierta en el corazón femenino del hombre y la mujer y se funde con Dios. Juana de Arco es nuestra revolución.

Los dioses se acaban, se derriten en la primavera para devolvernos a nuestro amor. Hombres y mujeres gigantes levantando su propio dios. Hombres cristales y mujeres radiantes, dueños de la luna y el sol.

Córdoba en la cima, los santos que alucinan y la tierra de las montañas nevadas iluminándose. Todos al borde de un colosal precipicio que nos coloca en la vida y nos quita de encima la comodidad y el confot, y estos dos nunca fueron tan parecidos a la muerte. Todos ante la nueva frescura, todos ante el final de la amargura y el principio de los tiempos que llamamos e invocamos, alumbrándonos.

La delicada línea roja, la transparencia del azul, la naturaleza que somos, la normalidad que queremos dejar de aparentar. La transfiguración violeta, la intensidad del oro bañándonos. Un verde que son mil verdes de consagración. El rayo dorado vertiendo la paz, enseñándola.

Siria que se deshace, Medio Oriente que no aguanta una guerra más. África en su atardecer y el mundo escribiendo su punto final. La adoración mansa y rosada, y el blanco pureza y resurrección. Todos los marcos derritiendo la antigua pintura, el calor y el frío revolviendo y revolcándonos. No hay témpano que se resista cuando sos lo que sos.


El punto de muerte, el punto de eclipse, el riesgo de verte y no sacudirte. El misterio se aclara y la piedra se parte, la ternura amanece y el cántaro amante insistiendo en su fuente. Ya vas a ver tus aguas tomando avenidas, lavando tu herida. Vas a encontrarte con el milagro llegando desde el fondo más hondo, más allá de los vientres, más allá del imperio del odio y más acá del amor.


Camilo Pérez

jueves, 5 de septiembre de 2013

Al otro lado del vacío

Me encuentro al filo del dolor, en su umbral.
Estoy dispuesto a quitarme el escudo que me separa de lo que necesito
y con la voluntad de dejar mi vieja piel en el laberinto mundano
y para siempre existir en lo trascendente, lo simple y lo hondo.

Me encuentro en el umbral,
con mis resistencias agotadas, diezmadas, acabadas.
Tener claro el sí mismo y que hay vida cuando todo empieza
desde el punto de luz que soy hacia la creación, es inaugurarse.
Entonces voy claro aunque afuera me espere el caos
de un tiempo anterior donde mi conciencia
escribió el mapa para que mi cuerpo,
delgado, fino, rapaz y veloz; lo cruzara luego.

Me tendí la ruta personal. Sembré mi propio abismo
para no tener otra opción que sentir el precipicio.
Y aquel hueco abriéndose bajo mis pies
hizo que desatara las alas de ángel y halcón
un segundo antes del fondo que llegué a rozar.
Un momento después de que los miedos estuvieran completos
y el fracaso ya lo gobernara todo con soberanía.

Así de drástica apareció está parada:
tomé asiento y partí hacia el final de la tierra.
Detrás de mí el fuego le quitaba la ira
y los enojos atrasados y arrastrados al amor.

Yo me llevé mi amor en aguas y mis convicciones heridas en el corazón
para sentir de verdad, que lo hecho fue tejido por el mismo destino
que ahora se ofrecía estrecho pero único.

No tuve reproches conmigo,
desarmé mi alma para que nada quedara sin compartir,
ni las penurias ni las suertes como tampoco las visiones esclarecidas.
Todo lo desnudé, cada margen:
levanté el cielo y la tierra para captar una posibilidad,
corrí las nubes y clavé mis manos en el suelo, buscando raíces y rayos
para servirlos, para alimentarnos, para hechizarnos.
No fue suficiente para amainar la tormenta
y entonces fue un temblor, luego dos y después miles.

Quiero un hogar con los míos después del dolor y el umbral.
Quiero que los míos suelten la ceguera
y se animen a ver por vez primera, renacidos y sobrecogidos por la luz.
Quiero un lugar completo entre la madre y el padre,
un espacio abastecido por la abundancia, fértil para los anhelos.
No me importa cómo se presente el cielo ni cuánto haya que labrar
mientras el azul y el verde estén constantes y pulsantes en mi corazón
y en el latir permanente de los que me rodean.

Dos pies seguros para partir los tiempos que me deshabitaron
y las plantas sujetándome al centro de la tierra.
Más que partirlos, renovarlos, ¡más que eso!
Reconquistar el amor, el mío, el tuyo, el que nos concierne a cada uno.
Asumir lo que me separa de mí y crecer para alcanzarte y completarte.
Así me sentiré elegido.

Mi entera dedicación gira su flecha para dar a tu blanco
y que estalle la luz y nos estampe su brillo elevado y conciso.
Me acuesto y me despierto del otro lado, entre el canal y su bulevar,
dispuesto a encontrar tu alma
en cualquier rincón del universo.

Sé el futuro, es un presente en otro tiempo de la dimensión de la conciencia.
Me envuelvo en Dios, me vuelvo a Dios, voy bebiendo y absorbiendo de esa fuente.

Tengo la suerte de mirar más allá de lo terreno,
la ventaja de atraer lo bueno y verme crecer el corazón.
Hay un vestigio de fortuna y un vértigo que madura para ligar el amor.

El equilibrio constante y la armonía que abrasa,
la medicina está en cualquier lado, en el lugar más insospechado
y una canción te dice lo que no me atrevo a decir.
Un espíritu sin hendiduras, un camino sin fisuras
para recoger lo que me hace sonreír.

Un talón y la inmortalidad, finita, eterna.
Un renglón que se comunique
y la tinta en las biromes escurriéndose, inagotable.
Estoy escalando los abismos, estoy haciendo surcos en el aire.
Estoy volando las cimas, estoy deslizándome entre las hojas
de un invierno a punto de terminarse.
Estoy recuperando la frescura
mientras llegás escrita por las frases que te evocan.

Nos convocan las alturas,
me reservo los besos y la ternura que te pertenecen.
Hay una primavera que está a punto de bajarle el telón al frío.
Están esperando por mi imaginación al otro lado del vacío.




Camilo Pérez

martes, 3 de septiembre de 2013

Lo simultáneo y los espejos

Me repito al sur para pararme otra vez, 
todo mi plumaje luce desvestido y estremecido.
Las fuerzas de lo insondable penetran de nuevo en mi vida,
agresivas, sorpresivas y extensas.
Abandonan la pasividad para dejarme sin recursos más que entregar mi piel.

Fui dragón en el dragón y soy serpiente en la serpiente.
La personalidad que no somos pero que identificamos
como nuestro genuino perfil, no puede resistir para siempre.
Creéme, todo se nota y cuanto más esfuerzo pongas
en permanecer inquebrantable,más veloz estás yendo a tu destino.
Si escogés el modo menos amoroso, los muros están a la orden
para derribar tu decadencia.
La vida se hace un festín con nuestras hostilidades
y las devora sin consultarnos.

Volví al sur, al medio de la ciudad a descubrir que puedo
y que llevo en mí al orden natural.
Que también puedo contrastar el gris urbano
y recorrer las calles de mi integridad.

Bien podría haber sido a la falda de un árbol,
rodeado de copetudas y pequeñas telas amarillas cortadas,
todas ellas unidas con hilo a tono, forrando cientos de puñados de tabaco.
En cada uno, mi energía y rezo allí dispuesto, 
cada trozo de mi vida expresado en ello.
Podría estar ahí mismo, con su copa como mi cielo 
y con la mirada dirigida a la orientación 
donde se va en busca de la visión integrada de nosotros mismos.

Sin embargo son las calles y el caminar 
las que sostienen mi fiebre, ardiente y demente.
Las noches, cada una de ellas, 
se abren con la misma intensidad y vehemencia.
Es un delgado cordón desde donde aprendo a  convivir
con el implacable mundo del espíritu, 
allí también estamos todos envueltos.
En él aprendo bajo el manto oscuro, 
a moldear una realidad irreversible que se plantará luego
en este contexto que a veces resulta grosero
por lo obvio y predecible, y otras veces intempestivo, 
por lo que no espero.

Asisto cada luna a encontrarme con lo que hoy estoy desencontrado
pero unido indefectiblemente.
Allí es donde siempre se teje primero el amor.
Allí todo se llena de magia, sueños y revelación.
No hay descanso ni en el orden del espíritu
ni cuando este plano de ilusiones madruga con el sol.

Hay espejos tenebrosos que te devuelven el veneno de tu historia.
Hay espejos que francamente no te saben mirar
y te refractan engaños y buenas trampas de amplios decorados,
esos que se ajustan y se anudan con delicadeza y perverso riesgo.
Hay espejos que responden al crudo de tu paleta original
Esos reflejos duelen  pero son inalterables como la verdad
y esta tiene una sola cara para todos y es el amor, 
alto y cercano,pero sobre todo alto.
Los espejos largan humos, los espejos hacen que muerdas el polvo.
Los espejos te reconocen cuando son bien pulidos
por la impecabilidad de su esencia.
Los espejos te estrellan con tus fracasos y te enseñan a vivir.

Hace escasas semanas, un hermano, espejo de mi propio fuego,
me advirtió de la inminente turbulencia y desde entonces
los días y los espasmos se suceden con violencia.
Estos días son sobre todo impresionantes, como los espejos.
La verdad que la vida no juega a los dados, rompe el azar
y se muestran en torbellino las sincronicidades.

El dormir se despertó hace años
y acumulamos larguísimas horas de vigilia a la orilla del tiempo.
Tras el paso de las agujas sofocamos el pensamiento,
con la cabeza colgada y descolocada
ante la fortaleza y la lucidez con que se presentan las revelaciones.
Ellas son sólo comprensibles para el corazón,
el único que puede sostenerlas.

Lo sabemos todo y no entendemos la magnitud de lo que estamos viviendo.
Nos supera el misterio.
El cielo y sus brillantes secuaces se mofan de nosotros,
nos avergüenzan dejando al desnudo la escasa capacidad de darnos cuenta.
Ah… Ego, ego, ego… Ni serás eterno ni florecerás de nuevo.
No tenés chance ante la realidad que pisa los talones
y que incendia la vaga inteligencia.

Es tú momento, corazón. 
La percepción y la intuición son tus manos y tus dones.
Cuando elegís latir desde allí, construís el amor que tanta falta nos hace.
Reproducís inteligencia cósmica y sabiduría divina.
Cuando optás por estar vivo, golpeás la mesa que te limita,
te alimenta y te condena, donde el plato repetitivo y antiguo
es la discordia y la comodidad.
Cuando bailás y batís desbocado, te acordás del ritmo del universo,
y las piedras que te cubren se desintegran
y el calor comienza a danzar a tu alrededor.

No hay mayor acto de coraje ni medicina para la existencia
que romper el silencio, darle palabras al dolor,
ser certero en quien merece ese lenguaje
y convertirte en un gigante al cual la vida le atraviesa constantemente.
En presencia de alguien así, mi ser se inclina.





Camilo Pérez

domingo, 1 de septiembre de 2013

El amante

Estoy parado ante el dolor más grande,
estoy plantado con el miedo delante
detrás y a los costados, encima y debajo de mi.
Pido y clamo a todo lo que existe y es que cada gesto
y manifestación que me oprime sea cancelada,
neutralizada y llevada definitivamente a su cierre
porque merezco y elijo la felicidad.

Cada vez que me opongo a alguna parte de la existencia,
me estoy resistiendo a otra oportunidad de ser feliz.
Por eso en este momento me declaro libre
y en la experiencia del amor incondicional.

Como decido no castigarme más, realizo esta afirmación
y cuando entre en relación, cada día y cada noche,
le pido a mi espíritu que me recuerde
este compromiso conmigo mismo.

En este momento me encuentro completo de amor, dolor, miedo y belleza
y agradezco a mi memoria el recuerdo de que toda censura
agrede mi oportunidad de abrir el corazón.

Respiro al universo y un instante después lo entrego y en ese movimiento,
descubro qué cambió: reintegré a la fuente
—fuerte, flexible, plástica, dinámica y total—  por entero mi enfermedad.
Quiero ahora colmar mis pulmones, llenarlos —sin ahorrar— de inspiración.

No encuentro otra opción en quién soy: o me revelo completo o me perpetuo a no ser.
Me defino íntegro en esencia y existencia y reclamo que todo cuanto transite
permita reencontrarme con esa revelación.

Me sé irrepetible y por eso digo que tengo la alternativa de no repetir factor alguno,
heredado o enquistado a mi genética y memoria,
que ponga en riesgo y se resista a la paz que me habita.

Me libero de cualquier condena sostenida individual, familiar y socialmente
y te insto a que reclames tu liberación y tu estado de claridad.

Le permito a mi conciencia y a mi inteligencia física y espiritual,
sentir, pensar, imaginar y crear aunque ello contraste con cualquier estereotipo
moral, ético y estético de la época en que he decidido vivir:

todas las formas son mi forma, todos los colores son mi color.
Todas las razas son mi raza y todos los latidos están en mi pulsación.
Toda la tierra es mi espacio y todo el cielo soy yo.

Me declaro sin tiempo, sin patria, sin bandera ni religión.
Me declaro en rebeldía ante cualquiera
que ose interrumpir el libre flujo de la libertad.

De la creación escojo la caricia, el beso, el abrazo,
el gozo, la dulzura, la ternura y el placer para hacer el amor.

Como camino, decido el perdón y la reconciliación,
el consenso y el acuerdo, el círculo y la horizontalidad para andar en familia.

Para transitarlo, me entrego a la confianza en la autoridad que emana del corazón. 
Porque la templanza de cada hombre se expresa en sus ojos,
auténtica manifestación de la edad de su alma
y alquimia perfecta entre la simpleza y la complejidad.
Y  al decirlo, para siempre estoy asumiendo mi responsabilidad de ser feliz.

Cuando me encuentre ante la vida, despierta o dormida y el olvido me venciera,
le pido a este instante que me devuelva a la conciencia de que ya soy pleno amor.

Para que se barra del mapa la ilusión de la separación,
despliego entre mi mundo y el mundo, entre el universo que soy y que sos,
la verdad más alta de todas: el amor.

Pido la compañía de quien se sienta merecedor de esta realidad
y solicito, se me asista y ayude, a ser buen canal y facilitar la felicidad.
Me reúno a partir de ahora sólo con quien desee andar
tras la huella que lo lleve a descubrir quién es.

A partir de aquí, permitiré la compañía de quien pueda gestar junto a mí
un instante de belleza, magia y fascinación.

A partir de aquí acepto la compañía de quien reverencie la vida,
porque si lo hacemos, comprendimos cómo es.
Porque si danzamos esa melodía, se desintegra lo que no es verdad.
Porque así restauramos y reafirmamos el lazo entre la esencia y el corazón.

Tomaré asiento y reposo y caminaré del lado de quien sienta llegar desde las profundidades
—incluso de atrás de su corazón—la reverberación de la vida, la vibración.
Ese es mi estado y su revolución.

Que mi movimiento imprima la exaltación de lo que es bello y exultante,
el gesto de gracia natural a cada ser.

Hay un campo magnético y acelerador donde se levanta el regocijo
y el sonido que proviene desde el silencio y la intimidad.
Esa rueda de hermosura se expresa y se vuelve de nuevo al silencio primordial.

En este momento canto mi completa interrelación
con todo lo que vibra, late, pulsa, sueña, desea, anhela, siente, piensa: es.
En este momento sentencio a mi poder a pararse humilde, firme, sereno,
tolerante y paciente ante la transformación y la impermanencia de la vida.

Sólo desataré mi guerrero ante la hipocresía, la ironía y el juicio,
ante la soberbia, la arrogancia, la suficiencia, el orgullo y la vanidad.
Cuando de rienda suelta a esa condición, ¡avanzaré!
Seré conciente y estaré presente para no derramar mi energía vital
por lucha o conflicto alguno. Pues nada ni nadie merece que extravíe la alegría y mi sonrisa
ni que olvide mi natural estado de bienestar.

Seré franco por el compromiso hacia la verdad y el respeto hacia mí mismo.
Seré el mejor espejo que pueda al absurdo y a la falta de sentido común,
aquel sentido y movimiento continuo que respira el orden universal.

Desalentaré la distancia con la cósmica armonía.
Optaré por la elegancia y la canción para nombrar a veces al dolor,
por delicadeza hacia la herida, para envolverla en melodía
y retar a la tristeza e interrogar la soledad.

Somos uno, somos todos, yo soy tú y tú eres yo,
soy la galaxia hecha a medida y una expresión de Dios.
Mi amor crecido, engrandecido, tiene permiso para estallar
y cuando eso ocurra, seré existencia en el universo de los demás.
   
Estoy y estaré en el tambor y en el paso del caminante,
rumeante de la vida, contemplando lo que mis ojos ven.
Toda mi casa es el aire y la inmensidad, el hombre desvelado,
el hombre despertado por el rayo y el amanecer.

Toda mi casa es la tierra y su arena es mi piel,
sensible y duradera, que se escurre y se constela.
Soy fruto y monte nativo, el halcón, el águila,
sus ojos y el ojo humano, el colibrí y el cascabel.

Soy un escudo y el temple, el cáliz y el rey.
Soy la sal en el llanto bañando la herida, regando la vida y cerrando el dolor.
Soy el misterio constante y la muerte que pulsa y vuelve a nacer.

Estoy en el extenso vacío, en el fuego y en su chispa,
en el agua empapada, fría, tibia y encendida.
Estoy en las luces, en el búho nocturno y en la tempestad,
en su relámpago y su tormenta, en la estrella y la raíz.

En este presente me despierto a la opción de sentirme extasiado,
vulnerable y permeable ante el misterio constante y la muerte imprevisible.
Devuelvo a mis entrañas la interdependencia infinita y precisa hacia el amor.

Me envuelvo en el amparo del Gran Misterio para ser acunado cada luna
y que ella acompañe el canto de mis hijos como lo acompañaré yo.
Los arrullaré en la noche cósmica, cuando el día alumbre otra latitud
y seré arrullado y alimentado, como mis sueños,
por la espesura de lo ingobernable, lo inevitable y lo invisible.

Me entrego a la voluntad del Gran Espíritu y libero a mis hijos de mis expectativas
para que al abrir mis ojos y los suyos podamos ir al encuentro del Sol mayor.

No habrá verdad que resulte ajena a mis convicciones si proviene de lo genuino del ser.
Entonces mi perspectiva conquistará una realidad completamente nueva
a lo que imaginó un momento atrás.
No me excuso ya, reconozco ser conciente de que todo cuanto es a mí alrededor,
constituye el espejo de mi creación.

Sé el poder de la palabra, fecunda y nacida del orden del silencio,
canal del espíritu y expresión del alma. 
Desde esa comprensión y entendimiento
construyo esta poesía y mi posición ante la vida,
que es un rezo, una intención y una energía para el que quiera acompañar.




30 de agosto de 2013
Camilo Pérez – Hombre Rayo
Año de la serpiente. Tiempo de la red del cielo en la tierra.