Estoy
parado ante el dolor más grande,
estoy
plantado con el miedo delante
detrás
y a los costados, encima y debajo de mi.
Pido
y clamo a todo lo que existe y es que cada gesto
y
manifestación que me oprime sea cancelada,
neutralizada
y llevada definitivamente a su cierre
porque
merezco y elijo la felicidad.
Cada
vez que me opongo a alguna parte de la existencia,
me
estoy resistiendo a otra oportunidad de ser feliz.
Por
eso en este momento me declaro libre
y en
la experiencia del amor incondicional.
Como
decido no castigarme más, realizo esta afirmación
y
cuando entre en relación, cada día y cada noche,
le
pido a mi espíritu que me recuerde
este
compromiso conmigo mismo.
En
este momento me encuentro completo de amor, dolor, miedo y belleza
y
agradezco a mi memoria el recuerdo de que toda censura
agrede
mi oportunidad de abrir el corazón.
Respiro
al universo y un instante después lo entrego y en ese movimiento,
descubro
qué cambió: reintegré a la fuente
—fuerte,
flexible, plástica, dinámica y total— por entero mi enfermedad.
Quiero
ahora colmar mis pulmones, llenarlos —sin ahorrar— de inspiración.
No
encuentro otra opción en quién soy: o me revelo completo o me perpetuo a no
ser.
Me
defino íntegro en esencia y existencia y reclamo que todo cuanto transite
permita
reencontrarme con esa revelación.
Me
sé irrepetible y por eso digo que tengo la alternativa de no repetir factor
alguno,
heredado
o enquistado a mi genética y memoria,
que
ponga en riesgo y se resista a la paz que me habita.
Me
libero de cualquier condena sostenida individual, familiar y socialmente
y te
insto a que reclames tu liberación y tu estado de claridad.
Le permito
a mi conciencia y a mi inteligencia física y espiritual,
sentir,
pensar, imaginar y crear aunque ello contraste con cualquier estereotipo
moral,
ético y estético de la época en que he decidido vivir:
todas
las formas son mi forma, todos los colores son mi color.
Todas
las razas son mi raza y todos los latidos están en mi pulsación.
Toda
la tierra es mi espacio y todo el cielo soy yo.
Me
declaro sin tiempo, sin patria, sin bandera ni religión.
Me
declaro en rebeldía ante cualquiera
que
ose interrumpir el libre flujo de la libertad.
De
la creación escojo la caricia, el beso, el abrazo,
el
gozo, la dulzura, la ternura y el placer para hacer el amor.
Como
camino, decido el perdón y la reconciliación,
el
consenso y el acuerdo, el círculo y la horizontalidad para andar en familia.
Para
transitarlo, me entrego a la confianza en la autoridad que emana del
corazón.
Porque
la templanza de cada hombre se expresa en sus ojos,
auténtica
manifestación de la edad de su alma
y
alquimia perfecta entre la simpleza y la complejidad.
Y al decirlo, para siempre estoy asumiendo mi responsabilidad
de ser feliz.
Cuando
me encuentre ante la vida, despierta o dormida y el olvido me venciera,
le
pido a este instante que me devuelva a la conciencia de que ya soy pleno amor.
Para
que se barra del mapa la ilusión de la separación,
despliego
entre mi mundo y el mundo, entre el universo que soy y que sos,
la
verdad más alta de todas: el amor.
Pido
la compañía de quien se sienta merecedor de esta realidad
y
solicito, se me asista y ayude, a ser buen canal y facilitar la felicidad.
Me
reúno a partir de ahora sólo con quien desee andar
tras
la huella que lo lleve a descubrir quién es.
A
partir de aquí, permitiré la compañía de quien pueda gestar junto a mí
un
instante de belleza, magia y fascinación.
A
partir de aquí acepto la compañía de quien reverencie la vida,
porque
si lo hacemos, comprendimos cómo es.
Porque
si danzamos esa melodía, se desintegra lo que no es verdad.
Porque
así restauramos y reafirmamos el lazo entre la esencia y el corazón.
Tomaré
asiento y reposo y caminaré del lado de quien sienta llegar desde las
profundidades
—incluso
de atrás de su corazón—la reverberación de la vida, la vibración.
Ese
es mi estado y su revolución.
Que mi movimiento imprima la exaltación de lo
que es bello y exultante,
el gesto de gracia natural a cada ser.
Hay
un campo magnético y acelerador donde se levanta el regocijo
y el
sonido que proviene desde el silencio y la intimidad.
Esa
rueda de hermosura se expresa y se vuelve de nuevo al silencio primordial.
En
este momento canto mi completa interrelación
con
todo lo que vibra, late, pulsa, sueña, desea, anhela, siente, piensa: es.
En
este momento sentencio a mi poder a pararse humilde, firme, sereno,
tolerante
y paciente ante la transformación y la impermanencia de la vida.
Sólo
desataré mi guerrero ante la hipocresía, la ironía y el juicio,
ante
la soberbia, la arrogancia, la suficiencia, el orgullo y la vanidad.
Cuando
de rienda suelta a esa condición, ¡avanzaré!
Seré
conciente y estaré presente para no derramar mi energía vital
por
lucha o conflicto alguno. Pues
nada ni nadie merece que extravíe la alegría y mi sonrisa
ni
que olvide mi natural estado de bienestar.
Seré
franco por el compromiso hacia la verdad y el respeto hacia mí mismo.
Seré
el mejor espejo que pueda al absurdo y a la falta de sentido común,
aquel
sentido y movimiento continuo que respira el orden universal.
Desalentaré
la distancia con la cósmica armonía.
Optaré
por la elegancia y la canción para nombrar a veces al dolor,
por
delicadeza hacia la herida, para envolverla en melodía
y retar a la tristeza e interrogar la soledad.
Somos
uno, somos todos, yo soy tú y tú eres yo,
soy
la galaxia hecha a medida y una expresión de Dios.
Mi
amor crecido, engrandecido, tiene permiso para estallar
y cuando
eso ocurra, seré existencia en el universo de los demás.
Estoy
y estaré en el tambor y en el paso del caminante,
rumeante
de la vida, contemplando lo que mis ojos ven.
Toda
mi casa es el aire y la inmensidad, el hombre desvelado,
el
hombre despertado por el rayo y el amanecer.
Toda
mi casa es la tierra y su arena es mi piel,
sensible
y duradera, que se escurre y se constela.
Soy
fruto y monte nativo, el halcón, el águila,
sus
ojos y el ojo humano, el colibrí y el cascabel.
Soy
un escudo y el temple, el cáliz y el rey.
Soy
la sal en el llanto bañando la herida, regando la vida y cerrando el dolor.
Soy
el misterio constante y la muerte que pulsa y vuelve a nacer.
Estoy
en el extenso vacío, en el fuego y en su chispa,
en el
agua empapada, fría, tibia y encendida.
Estoy
en las luces, en el búho nocturno y en la tempestad,
en su
relámpago y su tormenta, en la estrella y la raíz.
En
este presente me despierto a la opción de sentirme extasiado,
vulnerable
y permeable ante el misterio constante y la muerte imprevisible.
Devuelvo
a mis entrañas la interdependencia infinita y precisa hacia el amor.
Me
envuelvo en el amparo del Gran Misterio para ser acunado cada luna
y
que ella acompañe el canto de mis hijos
como lo acompañaré yo.
Los
arrullaré en la noche cósmica, cuando el día alumbre otra latitud
y
seré arrullado y alimentado, como mis sueños,
por
la espesura de lo ingobernable, lo inevitable y lo invisible.
Me
entrego a la voluntad del Gran Espíritu y libero a mis hijos de mis
expectativas
para
que al abrir mis ojos y los suyos podamos ir al encuentro del Sol mayor.
No
habrá verdad que resulte ajena a mis convicciones si proviene de lo genuino del
ser.
Entonces
mi perspectiva conquistará una realidad completamente nueva
a lo
que imaginó un momento atrás.
No
me excuso ya, reconozco ser conciente de que todo cuanto es a mí alrededor,
constituye
el espejo de mi creación.
Sé
el poder de la palabra, fecunda y nacida del orden del silencio,
canal
del espíritu y expresión del alma.
Desde esa comprensión y entendimiento
construyo
esta poesía y mi posición ante la vida,
que es un rezo, una intención y
una energía para el que quiera acompañar.
30 de
agosto de 2013
Camilo Pérez – Hombre Rayo
Año de la serpiente. Tiempo de la red del
cielo en la tierra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario