martes, 3 de septiembre de 2013

Lo simultáneo y los espejos

Me repito al sur para pararme otra vez, 
todo mi plumaje luce desvestido y estremecido.
Las fuerzas de lo insondable penetran de nuevo en mi vida,
agresivas, sorpresivas y extensas.
Abandonan la pasividad para dejarme sin recursos más que entregar mi piel.

Fui dragón en el dragón y soy serpiente en la serpiente.
La personalidad que no somos pero que identificamos
como nuestro genuino perfil, no puede resistir para siempre.
Creéme, todo se nota y cuanto más esfuerzo pongas
en permanecer inquebrantable,más veloz estás yendo a tu destino.
Si escogés el modo menos amoroso, los muros están a la orden
para derribar tu decadencia.
La vida se hace un festín con nuestras hostilidades
y las devora sin consultarnos.

Volví al sur, al medio de la ciudad a descubrir que puedo
y que llevo en mí al orden natural.
Que también puedo contrastar el gris urbano
y recorrer las calles de mi integridad.

Bien podría haber sido a la falda de un árbol,
rodeado de copetudas y pequeñas telas amarillas cortadas,
todas ellas unidas con hilo a tono, forrando cientos de puñados de tabaco.
En cada uno, mi energía y rezo allí dispuesto, 
cada trozo de mi vida expresado en ello.
Podría estar ahí mismo, con su copa como mi cielo 
y con la mirada dirigida a la orientación 
donde se va en busca de la visión integrada de nosotros mismos.

Sin embargo son las calles y el caminar 
las que sostienen mi fiebre, ardiente y demente.
Las noches, cada una de ellas, 
se abren con la misma intensidad y vehemencia.
Es un delgado cordón desde donde aprendo a  convivir
con el implacable mundo del espíritu, 
allí también estamos todos envueltos.
En él aprendo bajo el manto oscuro, 
a moldear una realidad irreversible que se plantará luego
en este contexto que a veces resulta grosero
por lo obvio y predecible, y otras veces intempestivo, 
por lo que no espero.

Asisto cada luna a encontrarme con lo que hoy estoy desencontrado
pero unido indefectiblemente.
Allí es donde siempre se teje primero el amor.
Allí todo se llena de magia, sueños y revelación.
No hay descanso ni en el orden del espíritu
ni cuando este plano de ilusiones madruga con el sol.

Hay espejos tenebrosos que te devuelven el veneno de tu historia.
Hay espejos que francamente no te saben mirar
y te refractan engaños y buenas trampas de amplios decorados,
esos que se ajustan y se anudan con delicadeza y perverso riesgo.
Hay espejos que responden al crudo de tu paleta original
Esos reflejos duelen  pero son inalterables como la verdad
y esta tiene una sola cara para todos y es el amor, 
alto y cercano,pero sobre todo alto.
Los espejos largan humos, los espejos hacen que muerdas el polvo.
Los espejos te reconocen cuando son bien pulidos
por la impecabilidad de su esencia.
Los espejos te estrellan con tus fracasos y te enseñan a vivir.

Hace escasas semanas, un hermano, espejo de mi propio fuego,
me advirtió de la inminente turbulencia y desde entonces
los días y los espasmos se suceden con violencia.
Estos días son sobre todo impresionantes, como los espejos.
La verdad que la vida no juega a los dados, rompe el azar
y se muestran en torbellino las sincronicidades.

El dormir se despertó hace años
y acumulamos larguísimas horas de vigilia a la orilla del tiempo.
Tras el paso de las agujas sofocamos el pensamiento,
con la cabeza colgada y descolocada
ante la fortaleza y la lucidez con que se presentan las revelaciones.
Ellas son sólo comprensibles para el corazón,
el único que puede sostenerlas.

Lo sabemos todo y no entendemos la magnitud de lo que estamos viviendo.
Nos supera el misterio.
El cielo y sus brillantes secuaces se mofan de nosotros,
nos avergüenzan dejando al desnudo la escasa capacidad de darnos cuenta.
Ah… Ego, ego, ego… Ni serás eterno ni florecerás de nuevo.
No tenés chance ante la realidad que pisa los talones
y que incendia la vaga inteligencia.

Es tú momento, corazón. 
La percepción y la intuición son tus manos y tus dones.
Cuando elegís latir desde allí, construís el amor que tanta falta nos hace.
Reproducís inteligencia cósmica y sabiduría divina.
Cuando optás por estar vivo, golpeás la mesa que te limita,
te alimenta y te condena, donde el plato repetitivo y antiguo
es la discordia y la comodidad.
Cuando bailás y batís desbocado, te acordás del ritmo del universo,
y las piedras que te cubren se desintegran
y el calor comienza a danzar a tu alrededor.

No hay mayor acto de coraje ni medicina para la existencia
que romper el silencio, darle palabras al dolor,
ser certero en quien merece ese lenguaje
y convertirte en un gigante al cual la vida le atraviesa constantemente.
En presencia de alguien así, mi ser se inclina.





Camilo Pérez

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