Los tiempos
se cierran para que no tengamos más hacia dónde huir, no hay ventajas o
desventajas, hay sólo conciencia. Estamos en los descuentos, en el vestíbulo,
esperando a que Dios nos atienda.
Cada uno de
nosotros armamos y hacemos parte de la vida del otro. Estamos siendo empujados
afuera de las zonas de comfort, no hay más privilegios. Las formas están siendo
fulminadas porque están mostrando lo que en verdad son: ilusiones.
Este
destiempo es una antesala, todas las maneras están desfilando frente a los ojos
con que miramos. Por eso el tiempo se cierra. Ingresamos a una zona nula, al
gran agujero de gusano donde sólo gravitan a nuestro alrededor los desafíos que
postergamos para después. La vida nos está haciendo desfilar por las penurias internas
y por nuestra historia, por aquello con lo que nos identificamos, que nos
construyó, pero que no necesariamente se convierte en lo que somos. No somos un
modelado apenas mejor de lo que quisieron para nosotros, no somos un molde entre
la tensión que ejerce el afuera y nuestra puja por sobrevivir. Si todavía te sentís
atado o sujeto y el conflicto es quien ordena tu vida, puede que falte algún
derrumbe mayor y profundo. La tensión personal, como la presión social no
pueden sostenerse para siempre. Pongo el rezo por la vida de todos, pidiendo la
claridad necesaria ante la inminencia de la tormenta y la tempestad.
Estamos
asistiendo al carnaval interior y hace carnaval quien se puede reír de sus
propios dramas, sino la caravana lo va dejando afuera. En ese baile de
emociones, sentimientos y pensamientos hay privaciones, limitaciones,
represiones, violencia, desamor, desamparo y mucho más, pero con estas
representaciones ningún corazón se sentirá excluido. En esas experiencias está
toda la carga de angustia y dolor del corazón de la humanidad y para no hacerlo
tan impersonal, tu propia carga está ubicada allí.
Cada vez
que he levantado un círculo de sanación bajo las formas rituales del cielo, que
he convocado a que las fuerzas de la divinidad se presenten y asistan, sé que
lo que se despierte allí será la suma del amor y el dolor que el grupo reunido
esté viviendo en su intimidad. Mi última intención, al terminar, es que
logremos trasladar la mirada transformadora que nos dio el círculo a la
cotidiana, donde los cambios tienen que encontrar espacio para manifestarse.
Esta realidad, meridiana entre el final del eclipse propio, el categórico
destierro donde tu casa es el ser que sos y no hay otro lugar y la proximidad de
la primavera, es un gran ritual diario. Estamos dentro de una gran ceremonia:
introspectiva, extensa, dolorosa y el florecimiento que cada uno recoja, estará
expresado en la entrega hacia la vida que haya podido tener. No hay misterios,
el universo tiene su naturaleza lógica y sus reglas.
Pero
volvamos al viaje interior. Estamos en una parodia salvaje, rudimentaria,
porque se coloca delante la génesis que tanto nos socava, esa que nos va
comiendo la energía vital. Corras a donde corras el abismo se instaló delante y
la pantomima de la vida —la individual— no te permite mirar para otro lado. No
hay disimulos, la sala de los espejos de la que hablaron los mayas es el marco
de cada sol y el fastidio nuestro de cada día. El futuro llegó y el pasado está
de vuelta y se convierten en un presente perpetuo donde te encontrás con lo no
resuelto, con lo que te obtura. Desafío a quien pueda a decirme que pudo
escaparse o que todo está bien.
Ahora, si
estoy escribiendo, dialogando con tu mirada que repasa las letras y afirmo que
es una puesta en escena, entonces deberíamos reflexionar qué es lo que está
detrás de todo esto. Qué es lo que hace que te enfrentes a tus muertes, a la
partida de los que están yéndose, a las parejas que se interrumpen, a los
amigos que se distancian y a las familias que se desintegran. Qué crudo
director nos mandó a actuar en esta obra. El amor, el Gran Espíritu está detrás
de todo esto.
Estamos
durmiendo con las pesadillas y los dramas, así de duro y verdadero. Nos
acostamos con las infracciones que no estamos dispuestos a dejar que se extingan
y quienes se apagan entonces son los corazones. La leyenda que nos dijeron nuestros
abuelos y padres, la historia que prefabricaron y que nosotros prometimos,
sabríamos cumplir, el cuento del dolor que ellos y nosotros mantenemos, amanece
cada día más desintegrado. Y cuando alguien en la familia humana y sus pequeños
círculos rompe con esa lógica determinista y desesperanzadora, levanta el amor
y el miedo a mirar distinto y a vivir diferente en toda su tribu. La herida que
compartimos con nuestros ancestros hace que si el patrón se quiebra, se mueva
todo el clan y las maneras basadas en el miedo. Te doy una buena noticia: una
vez que sabemos, somos responsables de eso sobre lo que tomamos conciencia.
¿Qué
podemos hacer al respecto? Hablar de lo que nos ocurre, comunicar lo que
sentimos identificando quién es el destinatario y cómo debemos trasladar el
mensaje. Cualquier movimiento que observes en los demás o decidas hacer tú,
quiero señalar, decirme y decirte, está siendo sostenido por el propósito
mayor. Es ese sentido el que lo está transformando todo, el infierno está quemando
lo que internamente te separa de poder pensar y sentir con el corazón. Kilos de
dolor deben ser reconocidos para poder vislumbrar el paraíso que nos acompaña y
late dentro.
Quiero ser
claro en lo siguiente: la gran decisión ya está tomada. Miles, nosotros y otras
personas por todo el mundo definieron dejar de creerse sus mentiras y alimentar
el mito propio, el que las confirma en su lugar y el que hace que la decadencia
la vean afuera de sí y no donde de
verdad está viva.
Estamos
desencantados con el dolor, estamos menos miedosos y eso colabora para que el
efecto dominó nos libere. No estoy afirmando que la historia humana y personal
sea falsa, estoy diciendo que la manera de mirar eso que nos pasó está sostenida
por el miedo a ser felices y por tanto los recursos que aparecen son
proyecciones de ese mismo estado. A ver, lo digo de otra manera, la historia,
la mirada que la analiza y juzga y el poder para resolver los mecanismos que se
repiten producto de lo que nos pasó, son una gran cadena congestionada y
contaminada. Todo eso está dejando de tener sentido, está perdiendo su gracia y
quedando en el absurdo. Vivimos una gran contracción al miedo. Liberarse de sí
mismo provoca ganas de no anestesiar más las molestias, sino que drenen. No
dormir más en la brutalidad, conectar a la naturaleza, ser eslabón para que la ceremonia
alcance su momento de sanación.
¿Sabés la
magia que se siente en desvanecer el olvido e ingresar en la memoria? Cada instante resulta significativo, bailás
en la melodía, te acordás del libreto original y eso te devuelve quién sos.
El gran
fuego está prendido y cobrando fuerza, se está empoderando y ruge. Todos
tenemos y guardamos imágenes, fotos instantáneas en que la vida se detenía porque
el tiempo se desvanecía. Dónde fue, en qué lugar y bajo qué circunstancias. Qué
situación te hacía sentir encendido/a y lo demás se estacionaba afuera. Qué
circunstancia te rodeaba haciendo débil y perdiendo importancia todo lo demás. Esos
momentos en que el espíritu se incorpora es cuando recuperamos la memoria. En
esos instantes es donde atendemos la chispa divina, y el regocijo de estar en
conciencia, como la procesión, es sólo interna aunque en ocasiones, con quienes
estamos también leen la magia.
Nos debemos
como familia humana la lección del amor con todas las letras. Te debés la
entrega completa a quien sos y cuando lo hagas, nos debemos ese regalo entre todos.
Pase lo que pase y suceda lo que suceda, sostengámonos en la confianza de que
se está liberando el dolor de toda la humanidad. La claustrofobia es temor a no
poder manifestar quiénes somos, por eso anda girando la transformación madre de
todos los procesos —la muerte— y nos está conectando al propósito mayor. Nos está
recordando que estamos vivos y su sentido y tal vez esté expresando que la
experiencia merece ser honrada.
Me
encuentro con situaciones de ruptura diariamente, inesperadas, aunque no
exactamente sorpresivas. Es un momento inmejorable para recorrer los pasillos
del alma y reconocer la individualidad. El cambio está a un movimiento porque
están todas las puertas abiertas para tomar la conciencia de la vida, pero es
impostergable reorganizar las prioridades desde el amor y no desde el temor.
Sobre esa delgada línea está escrita esta nota. Cuando el enfoque se modifica
saludablemente, entonces conectás tu dirección al propósito mayor, al gran
plan. Quizás luego de recomponer el orden en el corazón, cada uno vuelva a
brindarse por entero a lo que fue importante, a lo que valió la pena, la
alegría y a lo que merece que estemos sanos.
El día que
no necesitemos tantos espejos para hacernos cargo del dolor personal, habrá un
montón de escenarios que no precisaremos. Habrá una cantidad de pantallas que serán
prescindibles, las que te embrutecen, las que devuelven la violencia y
agresividad que está antes del terreno del corazón. Deseo que la última puerta
de esta ceremonia te refresque el alma y que consigas florecer. Ofrecéle a la primavera
el color que llevás en tu espíritu. Y por si acaso el enredo se intensifica, te
deseo que no pierdas tiempo, uníte a lo que sos y recordá: lo que se viene está
lleno de orden y amor.
Camilo Pérez
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