viernes, 13 de septiembre de 2013

Inverno: la última puerta

Los tiempos se cierran para que no tengamos más hacia dónde huir, no hay ventajas o desventajas, hay sólo conciencia. Estamos en los descuentos, en el vestíbulo, esperando a que Dios nos atienda.

Cada uno de nosotros armamos y hacemos parte de la vida del otro. Estamos siendo empujados afuera de las zonas de comfort, no hay más privilegios. Las formas están siendo fulminadas porque están mostrando lo que en verdad son: ilusiones.

Este destiempo es una antesala, todas las maneras están desfilando frente a los ojos con que miramos. Por eso el tiempo se cierra. Ingresamos a una zona nula, al gran agujero de gusano donde sólo gravitan a nuestro alrededor los desafíos que postergamos para después. La vida nos está haciendo desfilar por las penurias internas y por nuestra historia, por aquello con lo que nos identificamos, que nos construyó, pero que no necesariamente se convierte en lo que somos. No somos un modelado apenas mejor de lo que quisieron para nosotros, no somos un molde entre la tensión que ejerce el afuera y nuestra puja por sobrevivir. Si todavía te sentís atado o sujeto y el conflicto es quien ordena tu vida, puede que falte algún derrumbe mayor y profundo. La tensión personal, como la presión social no pueden sostenerse para siempre. Pongo el rezo por la vida de todos, pidiendo la claridad necesaria ante la inminencia de la tormenta y la tempestad.

Estamos asistiendo al carnaval interior y hace carnaval quien se puede reír de sus propios dramas, sino la caravana lo va dejando afuera. En ese baile de emociones, sentimientos y pensamientos hay privaciones, limitaciones, represiones, violencia, desamor, desamparo y mucho más, pero con estas representaciones ningún corazón se sentirá excluido. En esas experiencias está toda la carga de angustia y dolor del corazón de la humanidad y para no hacerlo tan impersonal, tu propia carga está ubicada allí.

Cada vez que he levantado un círculo de sanación bajo las formas rituales del cielo, que he convocado a que las fuerzas de la divinidad se presenten y asistan, sé que lo que se despierte allí será la suma del amor y el dolor que el grupo reunido esté viviendo en su intimidad. Mi última intención, al terminar, es que logremos trasladar la mirada transformadora que nos dio el círculo a la cotidiana, donde los cambios tienen que encontrar espacio para manifestarse. Esta realidad, meridiana entre el final del eclipse propio, el categórico destierro donde tu casa es el ser que sos y no hay otro lugar y la proximidad de la primavera, es un gran ritual diario. Estamos dentro de una gran ceremonia: introspectiva, extensa, dolorosa y el florecimiento que cada uno recoja, estará expresado en la entrega hacia la vida que haya podido tener. No hay misterios, el universo tiene su naturaleza lógica y sus reglas.

Pero volvamos al viaje interior. Estamos en una parodia salvaje, rudimentaria, porque se coloca delante la génesis que tanto nos socava, esa que nos va comiendo la energía vital. Corras a donde corras el abismo se instaló delante y la pantomima de la vida —la individual— no te permite mirar para otro lado. No hay disimulos, la sala de los espejos de la que hablaron los mayas es el marco de cada sol y el fastidio nuestro de cada día. El futuro llegó y el pasado está de vuelta y se convierten en un presente perpetuo donde te encontrás con lo no resuelto, con lo que te obtura. Desafío a quien pueda a decirme que pudo escaparse o que todo está bien.

Ahora, si estoy escribiendo, dialogando con tu mirada que repasa las letras y afirmo que es una puesta en escena, entonces deberíamos reflexionar qué es lo que está detrás de todo esto. Qué es lo que hace que te enfrentes a tus muertes, a la partida de los que están yéndose, a las parejas que se interrumpen, a los amigos que se distancian y a las familias que se desintegran. Qué crudo director nos mandó a actuar en esta obra. El amor, el Gran Espíritu está detrás de todo esto.

Estamos durmiendo con las pesadillas y los dramas, así de duro y verdadero. Nos acostamos con las infracciones que no estamos dispuestos a dejar que se extingan y quienes se apagan entonces son los corazones. La leyenda que nos dijeron nuestros abuelos y padres, la historia que prefabricaron y que nosotros prometimos, sabríamos cumplir, el cuento del dolor que ellos y nosotros mantenemos, amanece cada día más desintegrado. Y cuando alguien en la familia humana y sus pequeños círculos rompe con esa lógica determinista y desesperanzadora, levanta el amor y el miedo a mirar distinto y a vivir diferente en toda su tribu. La herida que compartimos con nuestros ancestros hace que si el patrón se quiebra, se mueva todo el clan y las maneras basadas en el miedo. Te doy una buena noticia: una vez que sabemos, somos responsables de eso sobre lo que tomamos conciencia.

¿Qué podemos hacer al respecto? Hablar de lo que nos ocurre, comunicar lo que sentimos identificando quién es el destinatario y cómo debemos trasladar el mensaje. Cualquier movimiento que observes en los demás o decidas hacer tú, quiero señalar, decirme y decirte, está siendo sostenido por el propósito mayor. Es ese sentido el que lo está transformando todo, el infierno está quemando lo que internamente te separa de poder pensar y sentir con el corazón. Kilos de dolor deben ser reconocidos para poder vislumbrar el paraíso que nos acompaña y late dentro.

Quiero ser claro en lo siguiente: la gran decisión ya está tomada. Miles, nosotros y otras personas por todo el mundo definieron dejar de creerse sus mentiras y alimentar el mito propio, el que las confirma en su lugar y el que hace que la decadencia la vean  afuera de sí y no donde de verdad está viva.

Estamos desencantados con el dolor, estamos menos miedosos y eso colabora para que el efecto dominó nos libere. No estoy afirmando que la historia humana y personal sea falsa, estoy diciendo que la manera de mirar eso que nos pasó está sostenida por el miedo a ser felices y por tanto los recursos que aparecen son proyecciones de ese mismo estado. A ver, lo digo de otra manera, la historia, la mirada que la analiza y juzga y el poder para resolver los mecanismos que se repiten producto de lo que nos pasó, son una gran cadena congestionada y contaminada. Todo eso está dejando de tener sentido, está perdiendo su gracia y quedando en el absurdo. Vivimos una gran contracción al miedo. Liberarse de sí mismo provoca ganas de no anestesiar más las molestias, sino que drenen. No dormir más en la brutalidad, conectar a la naturaleza, ser eslabón para que la ceremonia alcance su momento de sanación.

¿Sabés la magia que se siente en desvanecer el olvido e ingresar en la memoria?  Cada instante resulta significativo, bailás en la melodía, te acordás del libreto original y eso te devuelve quién sos.

El gran fuego está prendido y cobrando fuerza, se está empoderando y ruge. Todos tenemos y guardamos imágenes, fotos instantáneas en que la vida se detenía porque el tiempo se desvanecía. Dónde fue, en qué lugar y bajo qué circunstancias. Qué situación te hacía sentir encendido/a y lo demás se estacionaba afuera. Qué circunstancia te rodeaba haciendo débil y perdiendo importancia todo lo demás. Esos momentos en que el espíritu se incorpora es cuando recuperamos la memoria. En esos instantes es donde atendemos la chispa divina, y el regocijo de estar en conciencia, como la procesión, es sólo interna aunque en ocasiones, con quienes estamos también leen la magia.

Nos debemos como familia humana la lección del amor con todas las letras. Te debés la entrega completa a quien sos y cuando lo hagas, nos debemos ese regalo entre todos. Pase lo que pase y suceda lo que suceda, sostengámonos en la confianza de que se está liberando el dolor de toda la humanidad. La claustrofobia es temor a no poder manifestar quiénes somos, por eso anda girando la transformación madre de todos los procesos —la muerte— y nos está conectando al propósito mayor. Nos está recordando que estamos vivos y su sentido y tal vez esté expresando que la experiencia merece ser honrada.

Me encuentro con situaciones de ruptura diariamente, inesperadas, aunque no exactamente sorpresivas. Es un momento inmejorable para recorrer los pasillos del alma y reconocer la individualidad. El cambio está a un movimiento porque están todas las puertas abiertas para tomar la conciencia de la vida, pero es impostergable reorganizar las prioridades desde el amor y no desde el temor. Sobre esa delgada línea está escrita esta nota. Cuando el enfoque se modifica saludablemente, entonces conectás tu dirección al propósito mayor, al gran plan. Quizás luego de recomponer el orden en el corazón, cada uno vuelva a brindarse por entero a lo que fue importante, a lo que valió la pena, la alegría y a lo que merece que estemos sanos.


El día que no necesitemos tantos espejos para hacernos cargo del dolor personal, habrá un montón de escenarios que no precisaremos. Habrá una cantidad de pantallas que serán prescindibles, las que te embrutecen, las que devuelven la violencia y agresividad que está antes del terreno del corazón. Deseo que la última puerta de esta ceremonia te refresque el alma y que consigas florecer. Ofrecéle a la primavera el color que llevás en tu espíritu. Y por si acaso el enredo se intensifica, te deseo que no pierdas tiempo, uníte a lo que sos y recordá: lo que se viene está lleno de orden y amor.


Camilo Pérez

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