jueves, 5 de diciembre de 2013

Bitácora. Parte tres: acuerdos, desencuentros y armonías

Había sido una semana íntima, de procesos individuales, de enredos y hasta de confusión. Llegué al viernes muy cansado y entregado a lo que viniera, no me había sucedido antes estar a punto de dar un taller y que los tiempos se convirtieran en desencuentros. No estaba todo preparado para trabajar. Conocía la sensación de inconformidad que me invadía y aún más la auto-exigencia que brotaba de mí. Muchas veces había comenzado a trabajo con dudas e incertidumbres y jamás me había sentido solo o desprotegido. Como pude me agarré de la sensación, por más pequeña que fuera, de que estaba siendo sostenido por la divinidad y que ella sabría hacia dónde estábamos yendo y por qué lo hacíamos de esta manera.

No había enojos, simplemente no hubo forma de juntarnos previo al viaje. Nos vimos poco antes de llegar a la terminal y como siempre, se presentaba el amor a primera vista, como pasa entre dos hermanos que los une el propósito del corazón. De inmediato abrí mi bolsa de tabaco y con él se disparó la conversación. Primero sin mucho orden, de acuerdo a las necesidades del alma, luego, tras tomar asiento en el ómnibus, las prioridades se marcaron con claridad.

-          Gabriel, no tengo el taller preparado del todo y me preocupa. Me sentí muy solo esta semana y por momentos hasta me pareció que te descansaste en mi. Me agota hacerme cargo de estar en el frente de la tarea, recibir instrucciones, que decanten, ordenarlas luego. Comprendo que vos tengas tu trabajo, pero tenés que saber que en algún momento esto va a cambiar. Siento que estoy sosteniendo mi proceso y el tuyo a la vez.

-          Te entiendo, Cami, no estás solo, yo estoy. Me hago cargo de mi parte.

Más o menos así comenzaba nuestra conversación. De pronto abrimos un mensaje que Gabriel había canalizado para mí en forma de cuento y el cual yo no logré entender. Lo repasamos, estuvimos atentos a mis resistencias, a las partes que por uno u otro motivo, me negaba a querer ver. Ese cuento hablaba sobre la esencia de un Hombre Rayo, consagración dada desde el mundo del espíritu a quien despierta en su corazón al Cielo y su sabiduría para que a partir del rayo, se levante el hombre con el compromiso de sanar su vida, llevar entendimiento y claridad a lo que le pasó y poder colaborar en el camino de otras personas. Es un nuevo legado cultural y linaje dado desde el cielo y se asemeja a la senda del chamán, aunque unos pertenezcan esencialmente a la tierra y otros al cielo. Yo insistí:

-          Está bien que a vos te parezca que sostener tu trabajo y estar en los talleres y actividades es una forma de integridad. No lo cuestiono. Pero tenés que saber que la consagración de Hombre Rayo, cambia completamente las cosas. Dije.

-          No entiendo en qué cambia si yo no me corro de mis responsabilidades, Cami. Decíme todo y no te limites porque no te estoy entendiendo.

-          Mirá, Gabriel. Cuando yo recibí la bendición como Hombre Rayo, hubo un antes y un después. Este camino no tiene una línea cultural ni registro anterior del cual tomar fuerza, energía e impulso. Aunque tengamos a todo los Maestros atrás, adelante y a los costados, quien tuvo que poner el cuerpo para empezar a sostener esto, fui yo. Y me parece que eso es lo que no entendés. Que ya es tu hora, estás preparado aunque te hayas negado a reconocer que todos estos meses fueron de instrucciones permanentes para poder asumir tu lugar. Porque siento que estoy encarando mi proceso y el tuyo y eso es lo que me agota en las energías.

La conversación continuó horas y nos dimos cuenta en ese momento que lo que estábamos hablando era si estábamos dispuestos a seguir adelante juntos o no y de eso dependía que Gabriel reconociera su lugar. Todo podía haber terminado allí, pero refundamos nuestros acuerdos y en horas nada más, cambiaría completamente el panorama.

Llegamos a Paysandú luego de hablar sin interrupciones, dejando la cabeza de más de un pasajero al revés. Nos esperaba la casa de Fernando y su familia en la cual nos alojamos para facilitar el taller. Era tarde ya y Gabi salió un rato largo, me llamó la atención su ausencia, pero ya estaba acostumbrado al devenir del mundo del espíritu y su requerimiento en un sitio u otro. Cuando volvió y de manera espontánea, hicimos un círculo de sanación entre los que estábamos para armonizar las energías de todos y especialmente, las de los dueños de la casa.


Al irnos a dormir, Gabriel me contó algo perturbado que lo habían encerrado varias entidades oscuras por motivos íntimos de la casa donde nos quedábamos. No importaba tanto el por qué, sólo que a cada palabra de Gabriel, su postura iba encogiéndose y de pronto veo varias sombras que le estaban absorbiendo su energía. De un salto quité esas entidades de su campo  áurico y me invadió una voz o muchas dentro de mí...

(Continúa)



Camilo

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