martes, 10 de diciembre de 2013

Bitácora. Parte cuatro: el rayo que consagró al hombre


-           Es hora, es momento.

Me abalancé en busca de mi bolsa de tabaco, tomé una chala de ella y rápidamente armé un atado con el abuelo tabaco. Estaba plenamente conciente de lo que estaba ocurriendo. Gabriel tal vez lo percibía, mas algo dentro mío, decía que no entendía o no quería entender lo que estaba ocurriendo.

Encendí el tabaco y lentamente comencé a expresarme.

-          Gabi, es tu momento. Están descendiendo los Maestros de todos los planos. No cabe nadie en esta habitación. ¿Lo sentís?

Gabriel sonrió con poca ingenuidad y respondió levemente.

-          Sí, claro que lo siento.

-          Gabi, como primer Hombre Rayo, para mí es un honor canalizar al Cielo para vos, decirte cuánto te ama tu padre y cuánto de ama tu madre. Que la Tierra y el Cielo están muy orgullosos del camino que has hecho y que hayas decidido seguir a tu corazón siempre. A partir de hoy, vas a entender en qué cambia ser Hombre Rayo, ser consagrado por el Cielo, aquí en la Tierra.
Estamos abriendo un nuevo linaje, una línea que no tiene precedentes en los registros de la historia, es una responsabilidad muy grande y a la vez una gran alegría hacerlo en familia.
Estoy muy feliz de caminar esto contigo, con María, con Estela, con Lali y con quienes sigan llegando. En este círculo y en esta familia sólo habrá espacio para sanar y para vivir desde el corazón porque la memoria que ya recordamos del Cielo en la Tierra guarda para nosotros el registro del amor incondicional. Fuimos ese fuego en la Tierra y lo traemos en nosotros. Ahó, Tierra Madre. Ahim, Cielo Padre. ”

Sé que mencioné más hermanos del camino que ya estaban cerca de nosotros, que los sentíamos parte del círculo que con mucho esfuerzo y rezo, habíamos empezado a llamarlos para que sus alma reconocieran que era momento de reunirnos. A esa altura, mis lágrimas hacía rato estaban brotando de mis ojos. Tenía enfrente a mi amigo y hermano, estaba canalizando su consagración como Hombre Rayo y en lo personal, estaba soltando un largo proceso de varios meses sosteniendo su lugar y el mío, preparando el terreno para darle su bendición y lugar. Estaba aprendiendo a dejar de controlar, a soltar y disfrutar observando y acompañando el proceso de mi hermano.

Gabriel también estaba emocionado aunque prefería tomarse la situación con humor, de acuerdo a su carácter. No recuerdo con exactitud sus palabras, pero sí la intención de sus rezos y oraciones. No se agotó ni se midió en su agradecimiento a su Tierra y a su Cielo, a su madre y a su padre. Estoy seguro que los sentía danzar en todo su cuerpo. Fue una gran bienvenida a un linaje que habíamos decidido como espíritus y que trajimos en el alma, para abrir juntos y en familia.

Sobre él descendió un gran rayo dorado, llama de la cual se convirtió en custodio y cuando tomó por segunda vez el tabaco para rezar, enseguida me regaló un gran entendimiento. Cada Hombre o Mujer Rayo —los primeros siete en componer el círculo—son custodios de una llama de las siete que componen las familias o ramas del universo. Esos rayos son lo que la metafísica antigua reconoce como energías primordiales de sanación. Al abrir este camino, tanto él como yo, estamos en custodia de esos rayos hasta que al llegar otros hermanos al Camino del Cielo y de acuerdo a los parámetros que la instrucción exige, se les devolverá la custodia de su llama al momento de su consagración. Es la profecía de los rayos cósmicos. A partir de ellos, siete hombres y mujeres custodiarán el legado pudiendo instruir a quienes decidan hacer en esta vida el Camino del Cielo como sendero de conocimiento divino.

Mientras Gabriel me explicaba todo esto, una enorme tormenta se hacía sentir entre nosotros, recordándome la noche de mi propia consagración. Los rayos, truenos y relámpagos iluminaban el cielo en una madrugada en la que verdaderamente, la escena estaba colmada de asistentes.

No había pasado más de una hora que el cansancio y el sueño nos alcanzó, cuando un rayo pareció abrir la tierra con su estruendo. Salté del colchón en el piso y recuerdo que entre dormido le dije a Gabriel.

-          ¿Estás bien? ¿Sentiste ese rayo?

-          Sí, estoy bien.

-           Tenés un camino fuerte por delante.

Esas fueron mis palabras para él que concluyeron cómo sería la construcción de su identidad como Rayo en la Tierra.

Esa noche y las escasas horas de descanso que tuvimos estuvieron cargadas de viajes por el astral y dimensiones de luz, lo esperable luego de tal consagración. De pronto y de forma súbita, me desperté y en seguida sacudí a Gabriel para que  también volviera a este plano y nos aprontáramos para trabajar. Más tarde, Gabriel me contó cómo fue recibir la consagración en el otro mundo y como volvió a este.

-          Sabés que soñé que estábamos en un espacio donde los Maestros nos recibieron para celebrar su bendición sobre mí. Éramos muchos y vos, con tu carácter solemne y serio me decías que me ibas a acompañar y a apoyar, que contaba contigo y con la experiencia que estos meses habías tomado para apoyarme. También me dijiste que había que hacer una ceremonia que de verdad trajera el espíritu de lo que estaba sucediendo, que se había terminado el tiempo de que se levantaran bendiciones de esta naturaleza y bautismos a cualquier momento y en cualquier lado. En resumen, me dijiste que era hora de adecuarse a las formas, despertando el fuego sagrado. Y me dijiste -“Te espero del otro lado”, y ahí me tocaste el brazo en el cuarto, mientras dormía,  para que nos aprontáramos para trabajar.

Pese al cansancio, nos reímos mucho, era de verdad un enorme placer encontrar los hilos que unen el mundo del espíritu y nuestra realidad. No es lo mismo cernirse a un camino espiritual o a un sendero tradicional que tiene el amparo de una cultura atrás, que colocar los pilares fundamentales de una cosmovisión nueva, nacida de un tiempo sin antecedentes y cuyo anclaje trae un paradigma que es sólo relativo al amor como expresión y a la libertad como rodaje. Eso estábamos haciendo, levantando un camino espiritual que desarrollara el Cielo y su sabiduría, en la Tierra. Por eso reconocer cuando se presentaba la continuidad del amor de aquel lado hacia este, era de verdad reconfortante. No estábamos solos o mejor dicho, siempre estuvimos acompañados.

Hay verdades que nos completan, que nos colman. La certeza de estar despertando un camino espiritual que no tiene antecedentes, es muy fuerte. Estar al frente desde sus inicios, sembrar llamados, cosechar almas y construir la familia, sólo es posible contarlo desde el corazón. He sentido mucha soledad en este plano, sé que Gabriel también. La consagración de mi hermano me hizo sentir liberado, aunque no completamente. Asumir el destino de cada uno implica entender que vinimos a esta Tierra con un propósito. Cuando nos desatamos de los parámetros culturales, en el intento de encontrarnos con nosotros mismos, llega un momento en que comprendemos que la mayor libertad  se consagra dentro nuestro al elegir el lugar que es para nosotros y nos estuvo esperando hasta estar listos para asumirlo. Eso es ser libre y abrazar el destino.

Sé que recibir una bendición de semejante belleza y responsabilidad en tiempos sagrados, significa empoderarse. Es un espacio de fuego interno y de autoridad en el movimiento hacia afuera. Con naturalidad, aceptar al espíritu en la vida, implica pasar al frente, con el corazón adelante, en momentos donde la humanidad toda y los círculos a los que llegamos, están esperando una voz que traiga esperanza, para volver a levantar la confianza en la vida. Hay cientos, miles de corazones que quieren ponerse de pie y es un honor ir hacia su encuentro para apoyarlos. Ese lugar había asumido Gabriel y yo estaba feliz de ya no sentirme solo en este plano nunca más y de sentir que el camino recién estaba comenzando, en familia.


Camilo






No hay comentarios:

Publicar un comentario