La radio prendida en Océano FM desde muy temprano y en
ocasiones ya no sé si me aturde ella o el llanto de Julieta que no para hace
media hora. Interminables horas de eterno trabajo doméstico que hago en
pantuflas y demasiado abrigado. Como cuando puedo, almuerzo a la hora de la
merienda. Pero mientras apronto la mamadera y la recaliento varias veces,
alguien se me viene a la mente, un comentario de una nota rebota en mi aire,
alguien me susurra al oído un nuevo disparador y corro, corro con Julieta en el
brazo, con su llanto y disconformidad por volver otra vez al playroom a
escribir una línea, un título que me haga acordar de todo lo importante que se
me ocurre en ese mismo momento.
A las cinco de la tarde, cuando se aproxima la llegada de la
señora de la casa, ya jugamos, ya reímos, nos dormimos, pasaron muchos pañales,
comida, postre y mamaderas. Serví la ración respectiva de cada mascota, quizás
una ducha para mí -si es posible- y lo amerita la temperatura en proporción a
mi estado higiénico. Pasé la escoba infinita que recorto en las puntas abiertas
para que dure un poco más y barra sin dispersar. Llega Noelia corriendo,
cansada, agitada, y sé que son unos minutos más hasta que tome a Julieta
definitivamente. Antes de eso lavará sus manos y se quitará a medias las
pilchas de oficina y sé también que son otros tantos minutos para que logre
hacer la pausa y relajarse. Yo ya estoy queriendo correr a la máquina hace horas.
En general tengo algún rato para entrar en las redes y hacer sociales. Pero
respiro hondo, converso de mí, le pregunto cómo está ella y la pongo al tanto
de la bebé. Hago un esfuerzo por presentarme comprometido a pasar unos cuantos
minutos con ella, aunque también quiera correr las baldosas que me separan de
la adorada PCy sentarme a escribir y a leer.
Tardaré un buen rato en concentrarme antes de que una idea
continúe a la otra , luego conecto y fluye. No se crean que después no vuelvo a
tomar a mi hija. La sumatoria - al final del día- da como resultado una hora y
pico más. Luego de ir culminando las responsabilidades, comienzan las letras a
mostrar algo de magia. Para cuando la noche está bien entrada en los huesos, la
casa está calefaccionada y el jurado -en especial Patricia Sosa- del Soñando
por cantar, ya me deslumbró con algunas devoluciones que recuerdan al Universo
y nuestra condición espiritual. Entonces, pasadas las once de la noche, estoy
ardiendo y quiero desesperadamente que la casa me deje en silencio y soledad
para atizar el último leño que merece el fuego y acomodar las frases con
esmero.
Me acuesto con las palabras hechas y me despierto sonriendo,
esperanzado con leer lo que hizo cada trabajo en ustedes. Las palabras son las
mismas siempre: corazón, alma, espíritu, caminar, develar, milagro, magia,
existencia, esencia. Las acompañan otros adjetivos que acentúan la mirada, la
composición. No por repetidas las palabras pierden belleza, siempre se las
puede rodear de nuevas y mejores ideas. Me acuesto con las palabras hechas y me
despierto de buen humor, rogando un momento para hacer el desayuno, antes que
todo vuelva a emepzar.
Camilo Pérez Olivera
Ensayando otra manera de vivir¡!
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