Las victorias son el espejo de una resultante de situaciones positivas, y es un juicio subjetivo, y a veces egóico que sean victorias. Pretender sólo ganar resulta a mi juicio, una lectura inmadura de la vida. Soy un entusiasta defensor de la derrota, o dicho de otro modo, cuando no consigo aquello que quiero, también puedo armar un tabaco e intentar, mientras las cosas transcurren, hilvanar el motivo para el cual aquello no se dio. Siempre hay una lección escondida en esos detalles. Porque también entiendo que las victorias, a veces, son detalles. Las victorias, para mi, son ciertamente estar en el lugar y en el momento preciso. Porque eso explica con más altura y humildad dos cosas: que el Universo es un movimiento inteligente y sincrónico permanente, y que es maravilloso soltarse y caminar ingrávido y humilde, entregándose al amparo inconmensurable y universal. Cuando las cosas suceden así, sin esperarlas o buscarlas, ¡son una fortuna!
En mi vida he tenido la sensación de estar escogiendo mal en algunas ocasiones, pero como la elección provenía del corazón, supe que no tenía otra alternativa. Por ejemplo cuando de niño nada más, me hice simpatizante primero, luego hincha y después fanático enfermo de Nacional de Montevideo. Para que conste, soporté – estoico – el quinquenio de Peñarol. Ganaron el campeonato nacional de fútbol cinco años consecutivos. Hecho histórico si los hay. Y para que comprendan la magnitud del sentimiento de escoger o llegar tarde a los acontecimientos, cuando Nacional fue campeón de América, allá por el 88’, tenía apenas cinco años, jamás podré presumir de aquella consagración. ¿Se entiende? Por supuesto que no fueron todas derrotas, luego vi campeón muchas veces a Nacional, pero proporcionalmente dejaba de interesarme el lugar de hincha. Sobre todo por descubrir que dejaba ese estado de inocencia y comenzaba a observar el negocio manifiesto que es el fútbol. Entre tanto, digería sin saber, el mito de los enemigos que supone esta dualidad en la cual estamos inmersos.
Luego se perdió la ingenuidad y la inocencia en algún rincón de mi juventud y tomé prestado el canto desgarrador del Indio Solari para gritar con mucha poesía y elegancia toda mi rebeldía a esta sociedad. Pero llegué tarde, apenas comencé a escuchar Los Redondos, la dupla Beillinson – Solari se separó y Patricio Rey ya no volvió a ser de Ricota. Sí pude ver varios recitales del Indio en ciudades repartidas de Buenos Aires, y en Montevideo. Pero la magia ricotera, solo sería para mi accesible en el formato que quisiera: en libros, discos de algún vivo y ahora, en la web, donde se encuentra prácticamente todo.
En el plano político viví las derrotas de la izquierda uruguaya en una familia enteramente Frente Amplista, cuando todavía no podía ejercen mi derecho a votar. Entonces, sabía amarga la derrota, pero desde un plano impersonal, pues no participaba de las contiendas electorales. Pero continuaba grabando en lo profundo de mi inconsciente, el plano de los enemigos. Aquellos personajes de una derecha conservadora se transformaban en un identikit a vencer. Otra mayoría gobernaría representándonos a todos durante cinco años.. Y allí se abrió mi brecha, despertó mi conciencia.... (Continuará)
Camilo Pérez Olivera
Ensayando otra manera de vivir¡!
En mi vida he tenido la sensación de estar escogiendo mal en algunas ocasiones, pero como la elección provenía del corazón, supe que no tenía otra alternativa. Por ejemplo cuando de niño nada más, me hice simpatizante primero, luego hincha y después fanático enfermo de Nacional de Montevideo. Para que conste, soporté – estoico – el quinquenio de Peñarol. Ganaron el campeonato nacional de fútbol cinco años consecutivos. Hecho histórico si los hay. Y para que comprendan la magnitud del sentimiento de escoger o llegar tarde a los acontecimientos, cuando Nacional fue campeón de América, allá por el 88’, tenía apenas cinco años, jamás podré presumir de aquella consagración. ¿Se entiende? Por supuesto que no fueron todas derrotas, luego vi campeón muchas veces a Nacional, pero proporcionalmente dejaba de interesarme el lugar de hincha. Sobre todo por descubrir que dejaba ese estado de inocencia y comenzaba a observar el negocio manifiesto que es el fútbol. Entre tanto, digería sin saber, el mito de los enemigos que supone esta dualidad en la cual estamos inmersos.
Luego se perdió la ingenuidad y la inocencia en algún rincón de mi juventud y tomé prestado el canto desgarrador del Indio Solari para gritar con mucha poesía y elegancia toda mi rebeldía a esta sociedad. Pero llegué tarde, apenas comencé a escuchar Los Redondos, la dupla Beillinson – Solari se separó y Patricio Rey ya no volvió a ser de Ricota. Sí pude ver varios recitales del Indio en ciudades repartidas de Buenos Aires, y en Montevideo. Pero la magia ricotera, solo sería para mi accesible en el formato que quisiera: en libros, discos de algún vivo y ahora, en la web, donde se encuentra prácticamente todo.
En el plano político viví las derrotas de la izquierda uruguaya en una familia enteramente Frente Amplista, cuando todavía no podía ejercen mi derecho a votar. Entonces, sabía amarga la derrota, pero desde un plano impersonal, pues no participaba de las contiendas electorales. Pero continuaba grabando en lo profundo de mi inconsciente, el plano de los enemigos. Aquellos personajes de una derecha conservadora se transformaban en un identikit a vencer. Otra mayoría gobernaría representándonos a todos durante cinco años.. Y allí se abrió mi brecha, despertó mi conciencia.... (Continuará)
Camilo Pérez Olivera
Ensayando otra manera de vivir¡!
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