¿Lo has visto sacudirse a
oleadas, con vehemencia?
¿Conocés la sensación de estar
preso en vos mismo,
con la garganta cortándose, seca,
sin poder articular palabra y
tragando lo poco de saliva espesa,
casi viscosa, que tus glándulas
secretan?
¿Y qué tal si a ese panorama le
sumás
una sudoración extrema
recorriendo
las sienes, el pecho... helando la
espalda?
La mente que no para de sentirse
amenazada,
descubierta, paranoica; queriendo
desbocarse
y contar cada pensamiento imberbe
que construye, que elucubra, que
sopesa.
Un ego indómito buscando
escondite en cualquier
rincón del organismo, doblando la
boca del estómago,
llenándola de bilis, produciendo nauseas
que suben repulsivas suplicando abandonar
esos labios.
¿Conocés ese cúmulo de sensaciones?
Eso es el estado de pánico...
El corazón también desbocado, exhausto
de hablar
entre tanto pensamiento
subversivo.
El corazón bombeando sangre.
y ésta, intentando lavar el veneno
mental.
La nariz respirando conciencia,
los pulmones expandiéndose para
que ingrese aire.
El aire imprime pequeños
respiros,
espacios e intervalos de levedad
donde la mente descansa
hasta volverse molesta nuevamente.
Los ojos cargados de cansancio,
de buscar cómplices o enemigos
según convenga al pensamiento de
turno;
hay pensamientos que tienen su raíz
en el abandono,
otros, en la culpa.
Las manos esculpiendo entre sí y
en el aire prisas y ansiedades.
Así, los ojos se rinden y
comienzan a destilar instantes de pureza
que lavan y enjuagan el alma.
El aire toma impulso en la boca
del estómago,
la nariz no alcanza y los labios
toman distancia entre sí
para absorber una bocanada de
aire.
Se comprime el ceño y se distiende
un momento.
Los labios se aprietan para sacar
de un plumazo las tristezas.
Los pies en la tierra, los codos
en la entrepierna,
la espalda hace su descarga y
detrás de sí,
los hombros desploman su rigidez.
Ha sido el fin de una lucha.
Un corazón sosegado devuelve la
claridad,
la respiración consciente relaja
los últimos temblores
y mis ojos nacen de nuevo con
luminosidad.
Detrás de todo estado de sopor, lo que nos sostiene vivos,
es un verdadero amor existencial.
Esa es nuestra raíz genuina.
Detrás de todo estado de sopor, lo que nos sostiene vivos,
es un verdadero amor existencial.
Esa es nuestra raíz genuina.
Eso es la serenidad.
Camilo Pérez Olivera
Ensayando otra manera de vivir¡!
Desconozo ese estado (por suerte) pero tu forma de relatarlo me hizo vivirlo...y da miedo, bastante miedo...
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