No conozco cada historia detrás de las banderas, no sé sus rostros ni sus alientos, no sé sus luchas ni sus impulsos. Acaso lo primero que sé es la necesidad de despertar conciencia, sentar nuevos pensamientos, disparar otro sentir. Todo lo que escribo lo reconocí en el corazón del mundo, lo pasé por mis entrañas y lo experimenté con mi carne. Hundí mis pies en el barro más de lo que imaginé, socavé la tierra con mis propias manos.
Atesoro el secreto deseo de ver un río de banderas fluyendo en este espacio, que me cuenten qué hacen cuando sienten frío, pena, alegría o calor. Que se arriesguen a decirme qué color de ojos tienen sus almas, esas que leen detrás de la pantalla, en el otro lado de mi mundo. Hagan de este trabajo una aventura personal, en este mundo íntimo que descubro para los viajantes. Adhiriendo a las palabras que sujeto o esquivándolas y discrepando con luz propia. No importa de dónde provenga tu faro, no te calles. Nunca sabés a quién podés salvar con un cuento nuevo, con un comentario, con una sentencia. Una vida o una par de mejillas quizás se sorprendan y se atrevan a mostrar sus dientes, esos que acompañan la sonrisa.
Por allí comprendí que soy espíritu, que soy alma y soy humano. Por aquí comprendí la urgencia de cambiar los hábitos, los usos y costumbres; añejos, vencidos, herrumbrados, chirriantes. Sé que pronto nos sorprenderemos todos cuando se cumplan los rezos de las fechas cruciales. Nadie es profeta en su tierra, y como escritor soy un mal profeta. Busco salir de mi tierra y sentirme correspondido en cualquier rincón insospechado, pues si hay algo que no he sentido en mi vida, es correspondencia.
También pretendo tender redes y tejer corazones. Como en esto de sentirme solo en mi punto de vista acumulo experiencia, cuando conozco locuras desatadas, insensatas, honestas, verdaderas, develadoras en bocas ajenas, me nace un deseo espontáneo de compartirlas, de multiplicarlas, como las banderas. Porque las corduras conocidas más bien inmovilizan, nos hacen iguales, todos medios parecidos, todos uniformes. Son como las cadena de producción de una fábrica, hasta los errores están previstos dentro de los presupuestos. Presupuestos en su doble término. No hay nada de sorpresa en la monotonía, en las corduras conocidas aún con daños colaterales y errores presupuestarios. Por eso para salirse del libreto es preciso y urgente ir un poco más allá, desnivelar, desigualar la cosa... Por eso debe ser que me fascinan las banderas desde siempre, los colores, las formas, los cambios, aunque estos últimos me cuesten, disfruto mucho de su devenir. También me fascinan los mapas, porque como las banderas, cuentan historias, cuentan cuentos que para muchos son mitos y para mi son verdades, de esas que les decía, amo compartir. Las que ofrecen una óptica distinta que cambia todo lo previsto y te deja impávido.
Por eso si te conmueve una línea, un párrafo o un trabajo entero; dispersalo, esparcilo. En este blog no hay mayores intereses -de momento- que la publicación de ideas que ya no caben en mi y que siempre encuentran una abertura por donde escaparse. Te invito a disgregar, entonces, este contenido y todo el resto. Nunca sabés a quién podés salvar con un cuento nuevo. ¡Aprovechá ahora que todavía no hay SOPA que te cobre derecho de reproducción!
P.D.: También quiero agregar una última línea dedicándole este trabajo a mi madre, Claudia Olivera, quien en su Claudiosidades, inspiró mi nota a través de la suya: "Ilustres visitantes".
P.D.: También quiero agregar una última línea dedicándole este trabajo a mi madre, Claudia Olivera, quien en su Claudiosidades, inspiró mi nota a través de la suya: "Ilustres visitantes".
Bandera de los pueblos originarios
Camilo Pérez Olivera
Ensayando otra manera de vivir¡!