miércoles, 12 de septiembre de 2012

El circulo virtuoso

El economista toma asiento frente a la pantalla que se posa en su escritorio y a partir de un montón de variables que sabe formular y mezclar, concluye un posible devenir de su ciencia en relación con la vida diaria. Un político describe en otro monitor ideas que ajusten el cuerpo social a una forma de conducirse. Ese debe ser el primer eslabón en el proceso de legislar, imaginar maneras de mejorar la convivencia de acuerdo a pautas internas y criterios personales.  Luego contrastarlas. Un sociólogo también analiza panoramas y dibuja un futuro transcurrir con arreglo a variables. Un meteorólogo también pronostica la parte del mundo que sabe descifrar y proyecta inclemencias o fortunas soleadas para nuestro pesar o goce. Depende que nos satisfaga más. Esos protagonistas son conocidos por todos: el economista, el político, el sociólogo y el meteorólogo están incorporados a nuestro desayuno cotidiano tanto como sus ciencias. Tenemos asumido que en el tejido social es donde se llevan a cabo los procesos que describen estos delegados de una porción del conocimiento.

Ahora bien, hay un nuevo panorama dando vueltas: la espiritualidad. Aclaro una cosa y confieso otra. Sé que para cientos de personas este término no es nuevo, muchos vienen adentrándose en el crecimiento personal hace décadas… Allá cuando comenzó a echarse a andar el arte del reiki, del yoga y la medicina china entre otros conocimientos y saberes aplicables. Siempre hay pioneros. Otros curiosos metieron su nariz y abrieron sus ojos inquietos en viejas publicaciones como la revista “Conozca más” o “Muy interesante”, o el canal “Infinito”, cuando aquellos publicaban sobre fenómenos paranormales o vendían ingeniosos videos sobre el caso Roswell y otros avistamientos de Ovnis.  En cierto modo hay quienes se ocupan de estos temas hace tiempo y es importante aclararlo. La confesión es que el término “espiritualidad” cada vez me resulta más distante, se me hace ajeno. Prefiero decir, cuando realizo una observación, que es el espíritu de cada uno el que está interviniendo para que las coincidencias y las causalidades funcionen. Por cierto, escucho con asiduidad la sustitución de “espiritualidad” por “espiritualismo”, sobre todo en quienes estas palabras les resultan ajenas a su vocabulario.

El espíritu -como lo pienso y lo siento- está en todo espacio en el que no hay materia, allí donde se esfuma el aire y ondea el éter. Eso es el espíritu. Hay una economía en el plano espiritual –el dar y el recibir- que supone que cada acción o movimiento que hacemos lleva una intención y esta puede estar cargada positiva o negativamente. Bajo la misma ley, estamos sujetos a un recibir, a una respuesta. Imaginemos que nos sacan una foto de frente, con los brazos extendidos y las manos abiertas. Supongamos que alguien nos da algo que recibimos con la izquierda, en el medio está el proceso, el uso que damos a aquello que nos fue dado. El siguiente paso es imaginarnos entregando algo con la mano derecha. Entre lo que recibimos y lo que damos hay un proceso que nos hizo entrar en relación y un intercambio. Lo que recibimos y lo que damos habla de cómo estamos alimentando el corazón. Con qué nos estamos nutriendo. Porque el medio entre un movimiento y otro es lo que nos hace estar vivos. Es imposible delimitar el comienzo, la raíz de las intenciones, pero lo que tenemos prometido es que un cambio en la conciencia nos puede promover al ingreso de un circulo virtuoso.

Hay también una política en el plano del espíritu, entendiendo política como un orden vertical o piramidal. Hay una fuerza superior que impera en el Universo,  esa fuerza que muchos llaman Dios es el amor sosteniendo todo lo que está vivo. No hay razón ni motivo, desde la lógica del amor, por la que un ser humano deba imponer su forma de ver y actuar en el mundo a otro ser. Todo movimiento que esté sostenido sobre la base del miedo o del sometimiento levantará más tarde o más temprano su propia contraparte. De esta forma ha funcionado la política humana desde siempre. La política del espíritu no promociona ni impulsa liderazgo alguno porque sí. Por lo contrario, la fuerza que nos une nos hace iguales a todos dentro de la diversidad absoluta que somos entre el Cielo y la Tierra. La verdadera autoridad naturalmente se desarrolla sin contrapartida y en el más profundo respeto y silencio. Se construye cuando hemos salido a buscar las respuestas que necesitábamos y las experiencias que nos han tocado vivir han fortalecido el corazón. Un corazón fuerte es el líder de su propia vida, no precisa más autoridad que la sabiduría que ha cosechado en el camino.
La política, la economía y cualquier otro tipo de pilar en la sociedad actual pueden requerir transformaciones, cambios, pero tampoco la espiritualidad viene a sustituirlas. Si esa fuera la forma, el mensaje sería el enfrentamiento dialéctico una y otra vez. En cambio, la espiritualidad como expresión fomenta un mensaje aún más fuerte, sólido y sostenible. Si todo es espíritu la economía, la política y todo lo que conocemos hoy funcionan dentro de este nuevo paradigma. Quizás la diferencia entre un estado de conciencia que sentimos que se va y otro estado que nace es hacer las cosas con y desde el amor. En ese estado no hay quién venza porque no hay a quién vencer.

Habrá un tiempo en que comprendamos que todo lo que se ejecuta en la dimensión material se gestó primero en el espíritu. En ese momento la espiritualidad y sus voceros, el espíritu y sus acciones dejarán de ser rarezas exóticas para ser movimientos llenos de sentido al ritmo de la sabiduría y no del conocimiento.

Un profeta, un alquimista, un chamán o un mago, quién sabe… Sentado y mirando al vacío repleto del Universo. Muerde la hierba, rumea el aire y contempla las fuerzas del amor desatándose. Puede adivinar, puede vaticinar lo que viene. En definitiva, esa es su ciencia. 



Camilo Pérez Olivera
Ensayando otra manera de vivir¡!

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