Los mejores representantes de las personalidades humanas
elevan sus voces entre las mareas sociales sin luz ni claridad. Llevan sus
conflictos como lastres, arrastrando consigo los ánimos de las multitudes hacia
unas posturas u otras. Humos dentro de humos, ruidos entre los ruidos, bocinas
y clarinetes desafinan entre los matutinos de ayer y los periódicos de mañana.
Que haya cambios, que se muevan las estructuras, que se
modifiquen las costumbres que sostienen la convivencia. Que se renueven las
tradiciones, los votos y los compromisos. Que incorporemos ideas novedosas, que
se abran los oídos, que se estimule la comunicación, que se ejecuten nuevas
herramientas. Que todo cambie, menos yo. No hay ejes claros, definidos. Sobran
las ofertas y las demandas en este mercado de la personalidad. Nadie podría
resistir un archivo. Nadie sostiene su devenir en el último round del tiempo de
los atropellos con coherencia y sin incongruencias. Excepto yo. El paso del
tiempo deja su estampa con groserías, algunas más burdas y otras un tanto
moderadas, pero nadie escribe su propio transcurrir de forma impecable y sin
tachaduras. Todos afilan los colmillos personales, se alistan en las filas de
quien se para a la defensiva, todos muerden la mano más próxima y las banderas
son retazos deshilachados sin integridad. Menos yo.
En este margen cada vez más estirado, los límites se han
tensado más de lo imaginable. La presión sube a carcajadas y baja solo cuando
la temperatura de la noche le pone paños fríos a los asuntos de dominio
público. Quizás por eso este invierno ha venido congelado, porque es la única
manera de resistir esta realidad que despierta absurda cada vez que los
micrófonos comienzan a reproducir barbaridades. El resto blasfema, yo no.
Sin embargo hay faros discretos para las miradas que buscan
mirar al vacío y encontrar allí, la sutileza y el espíritu como forma de hacer
las cosas. Hay voces hablando bajito y silbando en el viento para los que
quieran escuchar. Hay hombres creyendo, hay otros hombres sabiendo y otros
hombres confiando sus sueños hacia otra dirección. Hay muchos fueguitos
prendidos y hay aldeas distintas, unos alumbran certezas en el medio del caos y
otras coexisten sin miedo entre tanta inseguridad. Hay ciertas mujeres y
hombres levantando otro sueño, rezándole al fuego en silencio, esperando el
despertar. Hay hombres y hay mujeres sosteniendo otra comunidad. Hay hombres y
mujeres criando a los hijos pequeños de una nueva humanidad. Hay niños y niñas
poblando esas aldeas, corriendo y jugando entre el verde y el cielo, mirando
otros planos y el nuestro, levantando otra autoridad.
Camilo Pérez Olivera
Ensayando otra manera de vivir¡!
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