Soy un delgado amigo de la primavera que me soltó al mundo y
me dijo: Dale, lo prometiste, te toca. Y nací. El invierno me
convierte en un viajero que hace las maletas y se traslada puertas adentro, en
ese viaje de nunca acabar.
Navegar en el aire, soltar los pasos y las preocupaciones y
andar, no hay un solo instante en que estemos incompletos. Es agradable ir
sumando miradas y sonrisas, compartiendo esperanzas, sentir que hacés tu parte.
El Universo cambia, se observa distinto. Hay aire entre el Universo y yo, si es
que hubiera algo entre el Universo y yo. Pero donde me pare también es el
Universo.
Aire, siempre aire, en bocanadas, en bostezos, en suspiros,
en resoplos de queja, de cansancio, de agotamiento y de hartazgo. Aire, siempre
aire, en inspiración, en ideas, en ocurrencias, en el apuro de escribirlas
todas y no olvidar ni una. Aire contenido mientras las letras se ordenan
palabras tras palabra. Aire apretado mientras los renglones se suceden,
encierran un concepto que dispara otra figura, un vértigo y una velocidad
necesaria, urgente, donde cada lector debe quedar atrapado un instante. Aire en
exhalación que desprende calma cuando la música que llevan las palabras se
logró captar y el espíritu quedó gentil, navegando en ellas, dándoles sentido.
Aire disipado buscando la próxima estrofa que aparecerá solo cuando ella
quiera, no cuando se le ocurra al antojo. Aire.
Aire tomado de golpe, de sorpresas, de bellezas. Aire
entrecortado, nervioso, tenebroso aire. Aire congelado que ingreso a mi cuerpo
en cada respiración, aire de la sangre que respiro entre las manos para
entibiar el asunto y alistar el siguiente paso. Aire donde elevo un
pensamiento, aire donde viaja ese pensar buscando quien lo reciba y lo
convierta en otro aire distinto.
Aires grises, densos, de ciudades. Aires con arena y sal, de
mares. Aires limpios, entre el verde. Aire que mueven las hojas, los árboles y
otros aires más fuertes, que se juntaron con otros aires y lo mueven todo.
Hay aires ricos, repletos de perfume, de aromas suaves o
penetrantes, haciendo maravillosa la atmósfera que se respira. Hay aires
nauseabundos, cargados de tristeza, bañados de soledad, con olores fétidos,
irrespirables.
Los aires también pueden ser personales y se suelen llamar
alientos y cuando se juntan varios alientos suelen suceder los mejores
movimientos, cargados de energías, rodeados de espíritu e inspiración.
Se agotó este momento, como se agotan los alientos. Seguro
hay más aires que olvido, seguro cada cual tiene su propio aire y sus
propios alientos. El aire está calmo y me parece extraño. Hay ciertos aires de
los cuales desconfío y otros que los quiero al lado mío. Esos aires los abrazo
con estímulo aunque, como suele pasar con el aire, siempre se escapa.
Camilo Pérez Olivera
Ensayando otra manera de vivir¡!
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