Suelo mirar el calendario que habita en mi computadora y su respectivo compañero inseparable: el reloj. En ellos descubro todos los días, con el mismo asombro, una velocidad alarmante. Como he mencionado en nota precedente a esta, hay una alteración temporal, mientras los relojes marchan expresos tras sus agujas, en el espacio la sensación térmico - temporal no es la misma. Vamos descubriendo con Gabriel, amigo bonaerense, cada vez que nos comunicamos a través del éter, que el cronorock a cobrado un vértigo implacable. Siempre uno de los dos comenta: "Ya estamos en abril (porque es abril), increíble." Entre casa también nos sugerimos a menudo lo mismo, la volatilidad del tiempo es una cosa, el encauce eterno de los relojes, es otra.
El año del dragón de agua no se anda escondiendo, ni es sigiloso, ni es silencioso; arremete e individualiza, no encuentro mejor forma de definirlo. Porte de viejo sabio, como el Señor Miyagi, es dueño de una energía vital descomunal. Arroja al descreído a la mismísima hoguera. Primero unas cuantas llamas de un fuego removedor pero que te permite continuar haciendo pie. Si luego de esa oportunidad no aprendiste, el viejo sabio arrecia la cotidianeidad con atención personalizada y sin escrúpulos, dirían algunos moralistas que están a la orden del día. Y cuando querés mirar hacia atrás, estas a 5 de abril, y hace un rato - insisto - brindabas por año nuevo. Este año, viene servido en bandeja para terminar con la cola para arriba si hasta ahora no te animaste a volar dentro y fuera de tus límites físicos, a caminar tus sueños más recónditos. Es una sugerencia sana hacer los movimientos personales que conversás con la almohada noche a noche y que escondés hasta de tu propia intimidad. Yo también escondía algunos sinsabores personales en relación a mi familia, por ejemplo, y un buen día me dio una tormenta interior y no me quedó otra que poner límites y bucear en mis aguas personales, que exigían cambios. Y así fue que me dediqué sanamente a meditar en actividad tres semanas. Estuve no disponible. Ahora salgo al mundo más claro, más certero, con más ánimo para comunicar lo que necesito y lo que no.
Sé que no soy fácil: librano, chancho... Podría pasarme la eternidad caminando los metros cuadrados de mi chiquero, plácidamente Observando cómo crecen en su biorritmo los plantínes de tabaco que cuento por centenas en el porche de mi casa. Deambulando entre el afuera y el adentro, obsesivo de la limpieza y el orden que luego disfruto solo o acompañado, pero la gran mayoría de las veces, con buena música. Recorriendo los mismos acordes de las guitarras que acompañan mi rutina, escribiendo de vez en cuando nuevas líneas de alguna canción que también tiene su biorritmo, y como dice Fito: "aprendí a esperar que se escriba sola". Intercambiando el rol de compañero con el de padre full time - tarea que cada día amo más -. Luego aparece el joven devenido en escritor multifunción: de facebook, de blog, de canciones, y de un libro que viene asomando bajo la lupa dura, sabia y amorosa de mi compañera, en un trabajo arduo que ya lleva dos años ensayándose, buscando aire y sobreviviendo a mi propia autoexigencia.
Mientras todo esto pasa, me descubro súbitamente alejado de la televisión y la radio. Ya sólo escucho "No toquen nada" y si Julieta no exige su mamadera en medio de la columna de Darwin... Pero la radio tampoco dura hasta más de las 10.30. He descubierto que puedo vivir sin saber "lo que pasa en el mundo", si lo que lo pasa en el mundo es una reproducción constante de las mismas consecuencias, tras aplicar las soluciones equivocadas en circunstancias repetidas una y otra vez. No me siento en una victoria seudo espiritual por esto, de hecho a sucedido naturalmente, casi por defecto, cuidando lo que consumo, tanto en el alimento material como informativo. Sí me es necesario tirar algún dardito por aquí de vez en cuando, si siento que puede significar un aporte en cualesquiera de las direcciones que el éter cibernético o mente de de Dios luego dispone. Y de las noticias que llegan a mis oídos, en particular me han llamado la atención las muertes en instituciones médicas de manos de profesionales de la salud y la crisis existencial que vive la educación. Para la primera realidad, sentencio desde mi lugarcito en el mundo, que es una situación altamente significativa que hombres de la salud maten pacientes. Para mi, merece una sola lectura: amén que es un acto repudiable, estos personajes se tomaron la molestia de quebrar la confianza en el sistema de salud. ¿Se imaginan depositando vuestra integridad física ante cualquier percance en un centro asistencial hoy? Quebrar la confianza entre el médico y el paciente parece devolver las aguas a su cauce, a trabajar la salud como consecuencia de un equilibrio interior, de un volver la mirada hacia dentro. Parece que los pilares que levantó nuestra sociedad se tambalean sin sutilidad ni descanso. Parece que el dragón vino sin vergüenza... Educación que se derrumba, relaciones institucionales que se lesionan, hasta me he enterado en el intercambio verdadero, con personas sin doctorados ni licencias en especialidad alguna, que les cuesta a algunas empresas conseguir personal para cubrir puestos de trabajo. Como en aquel aleccionador año 2001/02, en que cayeron las viejas premisas del dinero: el que ahorra siempre tiene, y la plata se hizo humo en un banco de datos a nombre de los Peirano. Este orden de las cosas es un viejo dundy, otrora paladín del barrio que ha perdido poder de seducción. Este sistema ha perdido la belleza y los estribos.
Si pasará el tiempo que comencé escribiendo esta nota un 5 de abril, y el calendario giró su conteo a 6 hace 15 minutos.
Los voy dejando, hermanos del zoo, deseando que cada cual busque su esencia donde mejor le parezca, las herramientas están a la orden del día. Busquemos un espejo lo más trasparente posible, que nos devuelva la imagen más íntegra de nosotros mismos. Que sigan las tormentas limpiando los planos personales que aún no nos animamos a caminar, aunque eso signifique que se estanquen las cloacas que ya no dan a basto de nuestra basura, para hacernos cargo de lo que hemos arrojado a las sombras, allí, en el inconsciente colectivo. Que sigan los rayos y centellas fecundando la tierra. Bruto movimiento al que estamos asistiendo, y eso que las tendencias espirituales clavan la mirada en mitad del año en adelante para ser testigos de los sismos que van a levantar los cimientos.
Nada más recomendable que ajustar los relojes al amparo del biorritmo que llevamos dentro.
El año del dragón de agua no se anda escondiendo, ni es sigiloso, ni es silencioso; arremete e individualiza, no encuentro mejor forma de definirlo. Porte de viejo sabio, como el Señor Miyagi, es dueño de una energía vital descomunal. Arroja al descreído a la mismísima hoguera. Primero unas cuantas llamas de un fuego removedor pero que te permite continuar haciendo pie. Si luego de esa oportunidad no aprendiste, el viejo sabio arrecia la cotidianeidad con atención personalizada y sin escrúpulos, dirían algunos moralistas que están a la orden del día. Y cuando querés mirar hacia atrás, estas a 5 de abril, y hace un rato - insisto - brindabas por año nuevo. Este año, viene servido en bandeja para terminar con la cola para arriba si hasta ahora no te animaste a volar dentro y fuera de tus límites físicos, a caminar tus sueños más recónditos. Es una sugerencia sana hacer los movimientos personales que conversás con la almohada noche a noche y que escondés hasta de tu propia intimidad. Yo también escondía algunos sinsabores personales en relación a mi familia, por ejemplo, y un buen día me dio una tormenta interior y no me quedó otra que poner límites y bucear en mis aguas personales, que exigían cambios. Y así fue que me dediqué sanamente a meditar en actividad tres semanas. Estuve no disponible. Ahora salgo al mundo más claro, más certero, con más ánimo para comunicar lo que necesito y lo que no.
Sé que no soy fácil: librano, chancho... Podría pasarme la eternidad caminando los metros cuadrados de mi chiquero, plácidamente Observando cómo crecen en su biorritmo los plantínes de tabaco que cuento por centenas en el porche de mi casa. Deambulando entre el afuera y el adentro, obsesivo de la limpieza y el orden que luego disfruto solo o acompañado, pero la gran mayoría de las veces, con buena música. Recorriendo los mismos acordes de las guitarras que acompañan mi rutina, escribiendo de vez en cuando nuevas líneas de alguna canción que también tiene su biorritmo, y como dice Fito: "aprendí a esperar que se escriba sola". Intercambiando el rol de compañero con el de padre full time - tarea que cada día amo más -. Luego aparece el joven devenido en escritor multifunción: de facebook, de blog, de canciones, y de un libro que viene asomando bajo la lupa dura, sabia y amorosa de mi compañera, en un trabajo arduo que ya lleva dos años ensayándose, buscando aire y sobreviviendo a mi propia autoexigencia.
Mientras todo esto pasa, me descubro súbitamente alejado de la televisión y la radio. Ya sólo escucho "No toquen nada" y si Julieta no exige su mamadera en medio de la columna de Darwin... Pero la radio tampoco dura hasta más de las 10.30. He descubierto que puedo vivir sin saber "lo que pasa en el mundo", si lo que lo pasa en el mundo es una reproducción constante de las mismas consecuencias, tras aplicar las soluciones equivocadas en circunstancias repetidas una y otra vez. No me siento en una victoria seudo espiritual por esto, de hecho a sucedido naturalmente, casi por defecto, cuidando lo que consumo, tanto en el alimento material como informativo. Sí me es necesario tirar algún dardito por aquí de vez en cuando, si siento que puede significar un aporte en cualesquiera de las direcciones que el éter cibernético o mente de de Dios luego dispone. Y de las noticias que llegan a mis oídos, en particular me han llamado la atención las muertes en instituciones médicas de manos de profesionales de la salud y la crisis existencial que vive la educación. Para la primera realidad, sentencio desde mi lugarcito en el mundo, que es una situación altamente significativa que hombres de la salud maten pacientes. Para mi, merece una sola lectura: amén que es un acto repudiable, estos personajes se tomaron la molestia de quebrar la confianza en el sistema de salud. ¿Se imaginan depositando vuestra integridad física ante cualquier percance en un centro asistencial hoy? Quebrar la confianza entre el médico y el paciente parece devolver las aguas a su cauce, a trabajar la salud como consecuencia de un equilibrio interior, de un volver la mirada hacia dentro. Parece que los pilares que levantó nuestra sociedad se tambalean sin sutilidad ni descanso. Parece que el dragón vino sin vergüenza... Educación que se derrumba, relaciones institucionales que se lesionan, hasta me he enterado en el intercambio verdadero, con personas sin doctorados ni licencias en especialidad alguna, que les cuesta a algunas empresas conseguir personal para cubrir puestos de trabajo. Como en aquel aleccionador año 2001/02, en que cayeron las viejas premisas del dinero: el que ahorra siempre tiene, y la plata se hizo humo en un banco de datos a nombre de los Peirano. Este orden de las cosas es un viejo dundy, otrora paladín del barrio que ha perdido poder de seducción. Este sistema ha perdido la belleza y los estribos.
Si pasará el tiempo que comencé escribiendo esta nota un 5 de abril, y el calendario giró su conteo a 6 hace 15 minutos.
Los voy dejando, hermanos del zoo, deseando que cada cual busque su esencia donde mejor le parezca, las herramientas están a la orden del día. Busquemos un espejo lo más trasparente posible, que nos devuelva la imagen más íntegra de nosotros mismos. Que sigan las tormentas limpiando los planos personales que aún no nos animamos a caminar, aunque eso signifique que se estanquen las cloacas que ya no dan a basto de nuestra basura, para hacernos cargo de lo que hemos arrojado a las sombras, allí, en el inconsciente colectivo. Que sigan los rayos y centellas fecundando la tierra. Bruto movimiento al que estamos asistiendo, y eso que las tendencias espirituales clavan la mirada en mitad del año en adelante para ser testigos de los sismos que van a levantar los cimientos.
Nada más recomendable que ajustar los relojes al amparo del biorritmo que llevamos dentro.
Camilo Pérez Olivera
Ensayando otra manera de vivir¡!
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