Las fechas que mancomunan al común de la gente las rechazo sin piedad hace años. Este atasco a la primera que le trae dificultades es a Noelia, carismática y alegre por naturaleza, está acostumbrada a lidiar con mi humor a contramano los días previos en que el calendario exige reunirse casi obligatoriamente con los familiares, cuando la familia se torna en burocracia. Trámites impostergables, dicen. Como se sabe en la jerga astrológica, sufro los días previos a las fechas en rojo del almanaque cual si fueran casa doce. Dícese de casa doce, el mes previo al cumpleaños de cada uno, donde no tenemos ganas de festejar ni reunir a quienes nos quieren porque estamos para adentro, revisando quiénes nos quieren, revisando cuánto nos queremos. Eso y otro montón de cosas se suceden en casa doce. Yo vivo una experiencia similar, como les relataba, cuando el almanaque avisa en rojo. Me niego rotundamente a la sociabilidad, hasta poquísimas horas previas donde, a veces, hago concesiones.
Este viernes santo venía igual... Una pelea con mi mujer me dejó solo desde el jueves a la tarde. Ella siempre tiene buenos motivos para salir de casa y andar de visitas y paseos por algún domicilio montevideano, y yo siempre tengo mejores excusas para quedarme en casa, a esta altura se sabe que el espíritu de la escritura y de la música, se devoran mis semanas. Pero a veces hago concesiones.
Agrdecido por el tiempo en intimidad, el jueves 5 dio un giro imprevisible desde temprano. Harwitum, facebook, guitarra, nuevas notas y Nacional eliminado de la Libertadores, me hechizaron hasta dejarme los ojos reventados frente a la computadora. Ah... Debo reconocer que la Wining Eleven me hace perder mucho el tiempo también.
En las últimas hojas del pasado 5 de abril, mensaje va, mensaje viene; acepté que no tenía otra opción que pasear en viernes santo. A veces hago concesiones.
Camioneta china en la puerta de casa sobre las 11 de la mañana, mi trenza negra y el mate se desprendía de manos de mi suegra para los pasajeros rumbo a un itinerario cargado de kilómetros en destino hacia Minas.
La relación con mis suegros tuvo de todo en cinco años: una especie de aceptación pronunciada al principio, desencantamiento después, repechajes en el medio y duros reveces hace algún tiempo. Es por eso que ahora me permito disfrutar de un respeto bien fundado: nos conocemos, y siento que nos respetamos y aceptamos en definitiva. Los comprendo, en alguna parte de este recorrido fui sólo la elección de su hija, un bohemio cantor y dicharachero, con brotes contagiosos contestatarios y rebeldes que no estaban dispuestos a tragar. Hasta que la realidad, quizá, haya mostrado que en mi persona, reposan bienes "no materiales" que siempre estoy dispuesto a conversar y compartir: mi espiritualidad.
Ellos cambiaron mucho, merced a caminos empinados y sacudones varios, y en algún momento de necesidad de nuevas respuestas, tocaron a la puerta de lata de la casita del Remanso. Allí donde se conversa en intimidad directa con el Gran Misterio. Con mi suegra nunca tuve un corte severo en la relación, con mi suegro si. Hoy, disfruto de una agradable complicidad con Beatriz y un compañerismo ideológico/energético con Tony. Pero sobre todo, a todos no cambió la existencia la llegada de Julieta. Unió lo que no estaba en los planes, movió los cimientos hasta tirarlos abajo e invitó imperante, sin decir palabra, a que los levantáramos de vuelta, sobre la base de la verdad, la simplicidad y el amor. Así que disfruto observando cómo ellos desarrollan genuinamente la tarea de abuelos.
A mi se me da por de sentir que ellos también son mi familia. Cómo no ponderarlo de esa manera... Julieta allanó los vericuetos de los egos dolidos y amenazados, y nos desplazó al ser a casi todos, incluyendo mi parte del árbol genealógico. La pequeña fue marcando sin señalar, desde su plena belleza y gracia, acá hay luz, acá no. Ha sido ella la que nos ha enseñado a jugar al "acá tá, acá no tá", buscando claridad.
Años caminando en procura de un sendero espiritual y algunos años más enfrascado en entender los aspectos de la liturgia de las ceremonias del camino nativo, para entender a tiempo que el camino espiritual para mi corazón es la familia, el hogar... Con Noelia sonreímos entre aliviados y contentos cuando sentimos que hemos elegido la dirección adecuada y mucho más cuando los pasos se diversifican al compartir aquellas herramientas que han echado conciencia y sanación en nuestras vidas. No hay más religión que la sola posibilidad de relacionarse con el Espíritu - con el Universo in situ -, ni más templo sagrado que la naturaleza entera y en toda su dimensión. Yo también puedo decir que he comenzado a dejar de ser creyente... Pero es sólo el comienzo, recurso fácil este desde lo literario, pero definitivamente cierto y redondo, todos los días vuelvo a abrir los ojos como la primera vez.
Todas estas cosas pensaba mientras la camioneta, gentil y aparatosa, ladeaba por la geografía suavemente ondulada de las rutas del sol. Hoy, el camino del puma, primer guardián del Parque Salus, nos recibió bajo un campo de cedros - medicina preponderante en los caminos de sabiduría de los nativos de América-, a su sombra jugamos, compartimos el almuerzo y nos refrescamos. Luego nos trasladamos al Salto del Penitente, donde el Gran Espíritu dibujó un laberinto de aguas profundas, serranas y dulces. Allí todos meditamos, cada cual a su manera. Haciendo equilibrio entre las rocas, zafando del safari de turistas y flashes intermitentes y permanentes. Nos juntábamos y nos separábamos, pero compartiendo el momento y el milagro.
He aprendido mucho en estos últimos meses, también lo he dicho reiteradas veces. Pero resulta indispensable volver a mencionar que la intelectualidad en la cual formé mi personalidad, solo persiste en mí, si tiene como cometido colocarse al servicio del corazón y expresar lo que el pulso de éste va recogiendo en el camino del espíritu. No hay más misterio. Se cancelan los rollos. De ahora en más camino detrás de esa luz.
La ruta de hoy ha sido la del agua. Agua que viaja por el lado telúrico de la tierra. Agua de sanación. Todos los caminos, en definitiva, conducen al Amor.
Camilo Pérez Olivera
Ensayando otra manera de vivir¡!
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