Sol
en Escorpio, Luna de noviembre, mis aguas no están en paz. Me estremecen con su
movimiento. En mis mares más profundos se están lavando las culpas que me
impiden seguir: tiranías heredadas, legados de dolor y sufrimiento, todo
embalado con coquetas ataduras que no pueden sostener más la tristeza de sus
ojos.
Hoy
más que nunca, me desprendo de las ropas que están rotas y enciendo una hoguera
que se lleve la mentira y todo el juicio que recae sobre mis hombros. No soy el
miedo de los otros, soy la libertad que demolió a mi personalidad.
Esta
mañana mis fuerzas estaban desaparecidas. Desperté agotado y en aguas,
sollozando
por
momentos... Soñé con mis muertos, soñé con los que están preparándose para
partir. Las generaciones que nos precedieron nos alcanzan hasta el umbral donde
el temor se desintegra, allí… en el final de la vereda, en el cordón y en la
frontera más cercana al amor. Nos piden dar un paso, entregarle un voto de
confianza a la vida, dejarnos tocar por estos tibios rayos de sol de noviembre.
Escorpio
y el agua, Sagitario y el fuego no nos dejarán escapar. Escorpio es el fuego
del agua y Sagitario el agua del fuego. Estamos rodeados de los principios más
elementales de la vida. Abandono la cómoda tranquilidad que me acalla y me
retuerce, hablo y se siente bien. Bajo de mi alma la pasión y atravieso un
colador de inmenso fuego que quita del mapa de mi vida lo que ya no seguirá
acompañándome. Ahora estoy en mi energía vital, recuperando el aliento y el
calor de mi sangre. Ahora me puedo despertar.
Las
profecías están saltando entre nosotros, las profecías se construyen del
material inconciente que todos depositamos en el campo mórfico, en el patio de
atrás. Las profecías están hechas de miedos y sueños, las caras de la
transformación. Las profecías caminan nuestro vientre, galopan en el plexo y
son flechas al corazón. Lento pero sin detenerme, camino del círculo al fuego,
salgo de la línea de los danzantes y me fundo en el calor. Soy la llama, soy la
chispa y el crepitar, mi silencio te habla, mi silencio te ordena y te
acompañará.
Ya
soy aire, ya soy agua, soy el fuego, estoy buscando un tramo de tierra para
penetrar. Un espacio de mi madre, un campo fértil y abundante que de pronto se
dilate y me ofrezca el corazón.
Uruguay
y Argentina están siendo empujados al sur de los acontecimientos. Estamos
tomando el frío y nos estamos templando el alma para abrigar con nuestro
espíritu el calvario del norte. Vivimos en la capital más austral del mundo y
siempre que el cielo se apague, se queda guiándonos en el firmamento la
estrella del sur.
Vienen
imágenes de los sectores del mundo torpes y envejecidos que están prontos a
cambiar. Las Sierras Maestras nos llaman y nos convocan. Llegan certezas de las
tierras abiertas, de los espacios libres que nos esperan en la escasa altura
que tiene nuestra horizontalidad. La muerte está llegando a tiempo, la vida
está después. Quien no logre apreciar cuando la tierra y el cielo se abran y
abracen, no lo tendrá que soportar, simplemente dejará esta realidad.
Ensayemos
nuestra voz de aura como el cielo hace sonar sus clarines y la tierra su voz
gastada, su voz de tierra asomando por los cuernos de caña y bambú. Entonemos
nuestro canto, ese que nos lleva al centro de nuevo y cuando el canto se
presente en un sueño, sabremos al despertar que es hora de hacer la procesión
definitiva.
Camilo
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