“El Camino del Cielo se volverá cultura entre
los hombres y el padre descenderá hacia ellos como ellos ascenderán hacia las
alturas crísticas. Volverán a ocupar su lugar y espacio sagrado, se harán
rondas y círculos que la Tierra Madre contemplará para envolverlos en su manto. El Cielo será
una forma de pararse ante la vida en relación directa con la divinidad. El
Cielo se volverá naturaleza cuando acepten la cultura del amor entre ustedes y
este movimiento, ya ha comenzado.”
Jesús
Sé
que el camino recién comienza y eso me trae siempre a la humildad. Cuando me
levanto, casi siempre recuerdo el principio de la historia. Salí con las
preguntas más difíciles en mis manos a la vida y con el convencimiento de
encontrar ese espacio misterioso donde se trama la existencia y se responden las
interrogantes más fuertes. Ese lugar es real.
En
confianza, me interné a caminar por donde el destino quisiera llevarme. La
intuición fue mi guía y el resto fue una cuestión de piel. Es ese manto, ese tejido que nos cubre
a todos el que me enseñó a discernir lo que estaba bien para mí, de lo que no.
Supe
a tiempo y por pura percepción cuando las cosas estaban alcanzando su fin. También
pude reconocer lo que se abría detrás de lo que ya no necesitaba, aunque muchas
veces quise continuar en los terrenos que se encontraban acabados. Cuando me
hice el tonto y me mantuve en los lugares que no me podían dar más, sufrí.
Las
anécdotas que me sucedieron como parte del camino, tras seguir las huellas de
mi espíritu y el sentir de mi corazón, empiezan a ser muchas. Son todas expresiones
del amor y su pulso: ininterrumpido, rítmico y constante. Este momento no es el
adecuado para ordenarlas, porque estoy conduciendo hacia el lugar que da
sentido a estas líneas. De todas formas, soy de los que se reconfortan al saber
cómo andan los demás, esos conocidos que se instalan en la importancia propia y
que se hacen un lugar en uno sin proponérnoslo. Desde ese sentir, insisto en
compartir cómo va el desarrollo de mi senda.
Hoy
me encuentro con las infinitas ganas de encontrar fuera de mí lo que mi corazón
ya resolvió adentro. Hace ya muchos años el camino espiritual indígena se expresó,
tuvo perfil y quien lo comunicara y yo
fui a su encuentro. Tomé de él la experiencia fundacional del círculo y su
comprensión. Digo fundacional porque tuve que optar entre seguir naufragando en
mi soledad y vacío o llenarlo de una perspectiva que a todas luces, estaba
cambiando mi posición ante la vida.
Después
el propio movimiento de las cosas, me emboscó
y no tuve más remedio que abrirme de ese sendero y acudir a mi fuente
interna. Ese fue el quiebre entre dejar de ser buscador y encontrarme conmigo.
El reto fue enorme. Caminé el aprendizaje de la cultura nativa —que es una sola
más allá de las latitudes— para luego poder dar respuestas a lo que las
personas que traen al cielo consigo, como yo, precisan.
Ese
cielo nuestro de cada día está colocado en el corazón de muchos, en la mayoría,
tal vez esté adormecido. En muchas otras personas, ya despertó. La diferencia
es que despertar no es lo mismo que levantarte. Dicho de otra manera, darte cuenta
no es igual que empezar a moverte por lo
que necesitás.
El
desafío deriva de que ya me hice las preguntas y obtuve respuestas. Ahora es
momento de fortalecer el corazón, aunque eso signifique tomar el miedo y la
incertidumbre como parte de la incógnita que la vida es, hacia lo que vendrá. Para
mí, el trayecto ha sido la confianza, siempre he vuelto a ella, una y otra vez.
Así que de ella me tomo para continuar este relato.
El
asombro y la sorpresa han llegado después de los tiempos de ahogo y pesadillas.
En vez de quedarme solo y regalarme el abandono, puse un voto de esperanza y
atravesé muchos calvarios personales. Siempre, pero siempre salí más fuerte
aunque la turbulencia me arrollara.
No
tengo excusas, quiero encontrar a mis hermanos, quiero encontrarte. ¿Por qué?
Porque lo que encontré y recibí es mucho más grande de lo que imaginé o pude
soñar alguna vez. Y porque sé que acercarse al cielo no es cosa de iluminados
ni un lugar de mentes brillantes, eso se acabó hace siglos.
Tomar
la relación con el cielo y alimentarla, repara, cura y sana la relación con papá.
Es un camino de reconciliación con quien depositó la semilla de la creación en
el útero de quien te trajo a este mundo. Mamá. Y como el cielo nos está
orientando a sentarnos en círculo, también es un espacio donde honramos nuestro
lugar femenino.
El
cielo y los seres que lo habitan, están pidiendo que nos reunamos. ¿Para qué? Empiezo
por la negativa, para que el horizonte no resulte lejano, ni ese cielo parezca
tan alto. Yo me reconozco en las alturas como reconozco mis raíces penetrando a
la tierra todos los días al despertarme. Entre los dos, sí me puedo sostener y
acompañar el proceso de integración de las personas si las personas lo
entienden necesario.
Ahora
por la afirmativa. El cielo celebra cada vez que lo miramos y lo reconocemos y
eso nos reconcilia con nuestro ser masculino. El camino del cielo, como lo fue
para mí el camino de la tierra, es otra manera de entrar en nuestro corazón, el
mío y el tuyo. Hay quienes precisan hacerlo de una manera y hay otros que
necesitan hacerlo de otra.
No
puedo ni quiero quedarme con su voz adentro, no quiero que me creas, deseo que
puedas reconocer la intención de mis palabras y que sientas en tu corazón lo
que estás precisando. Yo
estoy aquí, voy a levantar mi voz y voy a tu encuentro. Nos reunimos en el
medio.
Camilo