martes, 19 de noviembre de 2013

El anillo del espíritu, la consagración del alma

El nombre de nuestro espíritu está tallado en un anillo del color del oro que se encuentra encima de nuestra cabeza, es la corona del ser. El alma, en ese orden, lo que hace es habilitar la información necesaria para que vayamos conectándonos con distintas partes de nuestra misión hasta que logremos asumir completamente el propósito que guarda.

Por eso nuestro espíritu, al ser una manifestación divina, no evoluciona y el alma sí. Porque el alma es un terreno donde aún hay luces y sombras y esas oscuridades se iluminan durante el proceso del despertar.

El nombre cósmico es una manera de responder a la totalidad de nuestra esencia. Ese círculo o anillo, lleva una larga inscripción en la lengua universal, son símbolos sagrados. Las letras están talladas en la parte externa, alrededor de toda la corona y a medida que te acercas a un nuevo punto de evolución, asumiendo una tarea mayor, algunas partes de esa inscripción se van iluminando.

En general, quienes eligen un camino o sendero espiritual para conectarse con su fuente, en algún momento, deben sellar ese compromiso. Es allí que se llega al bautismo y a recibir el nombre de su espíritu, pero este no es definitivo. Al responder a un espacio de conciencia en que nos encontramos, se recibe una parte y aquello que tomemos contiene también el peso energético que nos transfiere la dirección hacia la cual continuar caminando. Al seguir evolucionando, un nuevo tramo del alma se despierta y en él habrá otros desafíos, un nuevo nombre y un nuevo aspecto del espíritu se podrá manifestar.

Las dimensiones del universo como las frecuencias a las cuales nos vamos elevando con el recorrer de nuestra vida, son siete. Así también, atravesamos siete nombres en el andar tras el camino del espíritu. La octava superior es el encuentro con Dios en Dios o cuando toda la corona toma luz.

Quien llegara a encender totalmente la inscripción que su corona tiene grabada, ha logrado manifestar por completo a su espíritu en este plano y por supuesto, tanto en su condición humana como al retomar su naturaleza espiritual, se llevará el brillo de su alma. 



Camilo

sábado, 16 de noviembre de 2013

Ghan Khan es mi nombre cósmico

Ghan Khan es mi nombre cósmico. La primer parte del nombre, revela siempre la esencia de un ser, la segunda parte, es la manifestación de su misión en la vida. Ghan es el nombre con el que somos reconocidos en el universo quienes trabajamos en los registros universales, los bibliotecarios. Ghan quiere decir ordenadores, en la lengua madre o lenguaje universal. Es una parte de nuestra esencia aunque nuestra tarea no termine en ella. En el universo y dependiendo de la evolución y estado que alcanzamos, no tenemos un solo trabajo, sino que vamos realizando variadas y múltiples labores.

Ghan no nos define individualmente sino que nos une como fuerza, familia o colectivo tras una misión que hemos de desarrollar aquí, mientras otras esencias continúan operando desde las dimensiones sutiles, apoyándonos.

Khan es el guardián o custodio de la llama sagrada de la unión entre la tierra y el cielo – el cielo y la tierra. La tarea que acordé realizar aquí es despertar el camino del cielo en este momento para colaborar en el proceso de ascensión de la Tierra y por supuesto, en nuestro propio despertar. Acordé levantar el amor en todas las formas en que me fuera posible.

Para lograrlo, desde mi nacimiento, siempre estuvieron mis registros abiertos, lo que significó estar en pleno contacto con los seres del cielo. Atravesé muchas experiencias y situaciones que me mostraron el dolor, el sufrimiento y la fragilidad humana, así como las viví yo mismo para saber lo que se siente y reconocer esos estados en las personas. Hace un tiempo, me fundí a través de mi memoria celular, en cada una de mis encarnaciones, para tomar de ellas la sabiduría que era necesaria despertar aquí y entregar sus espacios de dolor al cielo. Fue un verdadero viaje de renacimiento, soy la totalidad de todo lo que atravesé.

No estoy solo en el despertar y desarrollo de esta misión, lo estoy haciendo en familia. Esa familia está constituida por dos contrapartes energéticas que resumen o sintetizan mi energía como la de cada uno. Es la proporción exacta entre lo que somos y lo que precisamos. También hay dos puntos energéticos importantes que representan nuestras raíces, de dónde venimos y uno más, adelante, el lugar hacia donde nos movemos.

La derecha es el estado masculino, el soporte de la tarea y la fuerza que alimenta la dirección y que brinda claridad para la acción. El derecho es el fuego. La izquierda es el descanso y el reparo, el sostén femenino que brinda calma y contención, la nutrición desde un lugar contemplativo o pasivo y el orden sensible. La izquierda es el agua.

Detrás se encuentra la tierra y este sitio representa nuestro lugar primario, a la vez que nos contuvo y nos permitió ser, también nos limitó y construyó una manera de pararnos en la vida, la mirada que tenemos está fomentada por ese lugar de origen. Por delante está el cielo, la relación con lo que queremos, el horizonte donde se encuentra lo que deseamos, las aspiraciones y la altura hacia la cual vamos. Aquello que queremos lograr está en él y en su vínculo, está la intención intrínseca de modificar las limitantes y provocar la expansión. El cielo es la representación de la libertad. Todos tenemos esos vínculos en nuestra vida que representan la conexión hacia las cuatro direcciones o puntos del universo.

Quiero contarte que nos están reuniendo a quienes decidimos venir a cumplir con una parte de esta tarea. Pero que aunque toda la energía esté favoreciendo esa reunión, siempre la decisión final es la voluntad propia. Digo esto por respeto a los tiempos de cada uno, pero para que entre en tu consideración que la resistencia sólo conduce a rincones de dolor y si se te aferras aún más, al sufrimiento.

También compartir que desde hace varios días, están descendiendo como nunca antes, tropeles, hordas y grandes enjambres de ángeles, arcángeles y seres de luz de toda jerarquía para apoyar este movimiento. Estas esencias se están mostrando por todos lados, están siendo vistos por  muchas personas que tal vez, nunca imaginaron que podrían hacerlo. Se están poniendo al lado de quienes lo necesitan para indicarles el camino, para mostrarles la dirección. Nos están empujando, amorosa o dolorosamente, al camino del amor.




Camilo Pérez - Ghan Khan- Hombre Rayo

martes, 12 de noviembre de 2013

Carta a tu cielo

“El Camino del Cielo se volverá cultura entre los hombres y el padre descenderá hacia ellos como ellos ascenderán hacia las alturas crísticas. Volverán a ocupar su lugar y espacio sagrado, se harán rondas y círculos que la Tierra Madre contemplará  para envolverlos en su manto. El Cielo será una forma de pararse ante la vida en relación directa con la divinidad. El Cielo se volverá naturaleza cuando acepten la cultura del amor entre ustedes y este movimiento, ya ha comenzado.”
Jesús

Sé que el camino recién comienza y eso me trae siempre a la humildad. Cuando me levanto, casi siempre recuerdo el principio de la historia. Salí con las preguntas más difíciles en mis manos a la vida y con el convencimiento de encontrar ese espacio misterioso donde se trama la existencia y se responden las interrogantes más fuertes. Ese lugar es real.

En confianza, me interné a caminar por donde el destino quisiera llevarme. La intuición fue mi guía y el resto fue una cuestión de  piel. Es ese manto, ese tejido que nos cubre a todos el que me enseñó a discernir lo que estaba bien para mí, de lo que no.

Supe a tiempo y por pura percepción cuando las cosas estaban alcanzando su fin. También pude reconocer lo que se abría detrás de lo que ya no necesitaba, aunque muchas veces quise continuar en los terrenos que se encontraban acabados. Cuando me hice el tonto y me mantuve en los lugares que no me podían dar más, sufrí.

Las anécdotas que me sucedieron como parte del camino, tras seguir las huellas de mi espíritu y el sentir de mi corazón, empiezan a ser muchas. Son todas expresiones del amor y su pulso: ininterrumpido, rítmico y constante. Este momento no es el adecuado para ordenarlas, porque estoy conduciendo hacia el lugar que da sentido a estas líneas. De todas formas, soy de los que se reconfortan al saber cómo andan los demás, esos conocidos que se instalan en la importancia propia y que se hacen un lugar en uno sin proponérnoslo. Desde ese sentir, insisto en compartir cómo va el desarrollo de mi senda.

Hoy me encuentro con las infinitas ganas de encontrar fuera de mí lo que mi corazón ya resolvió adentro. Hace ya muchos años el camino espiritual indígena se expresó, tuvo perfil y quien lo comunicara  y yo fui a su encuentro. Tomé de él la experiencia fundacional del círculo y su comprensión. Digo fundacional porque tuve que optar entre seguir naufragando en mi soledad y vacío o llenarlo de una perspectiva que a todas luces, estaba cambiando mi posición ante la vida.

Después el propio movimiento de las cosas, me emboscó  y no tuve más remedio que abrirme de ese sendero y acudir a mi fuente interna. Ese fue el quiebre entre dejar de ser buscador y encontrarme conmigo. El reto fue enorme. Caminé el aprendizaje de la cultura nativa —que es una sola más allá de las latitudes— para luego poder dar respuestas a lo que las personas que traen al cielo consigo, como yo, precisan.

Ese cielo nuestro de cada día está colocado en el corazón de muchos, en la mayoría, tal vez esté adormecido. En muchas otras personas, ya despertó. La diferencia es que despertar no es lo mismo que levantarte. Dicho de otra manera, darte cuenta no es igual que empezar a moverte por  lo que necesitás.

El desafío deriva de que ya me hice las preguntas y obtuve respuestas. Ahora es momento de fortalecer el corazón, aunque eso signifique tomar el miedo y la incertidumbre como parte de la incógnita que la vida es, hacia lo que vendrá. Para mí, el trayecto ha sido la confianza, siempre he vuelto a ella, una y otra vez. Así que de ella me tomo para continuar este relato.

El asombro y la sorpresa han llegado después de los tiempos de ahogo y pesadillas. En vez de quedarme solo y regalarme el abandono, puse un voto de esperanza y atravesé muchos calvarios personales. Siempre, pero siempre salí más fuerte aunque la turbulencia me arrollara.

No tengo excusas, quiero encontrar a mis hermanos, quiero encontrarte. ¿Por qué? Porque lo que encontré y recibí es mucho más grande de lo que imaginé o pude soñar alguna vez. Y porque sé que acercarse al cielo no es cosa de iluminados ni un lugar de mentes brillantes, eso se acabó hace siglos.

Tomar la relación con el cielo y alimentarla, repara, cura y sana la relación con papá. Es un camino de reconciliación con quien depositó la semilla de la creación en el útero de quien te trajo a este mundo. Mamá. Y como el cielo nos está orientando a sentarnos en círculo, también es un espacio donde honramos nuestro lugar femenino.

El cielo y los seres que lo habitan, están pidiendo que nos reunamos. ¿Para qué? Empiezo por la negativa, para que el horizonte no resulte lejano, ni ese cielo parezca tan alto. Yo me reconozco en las alturas como reconozco mis raíces penetrando a la tierra todos los días al despertarme. Entre los dos, sí me puedo sostener y acompañar el proceso de integración de las personas si las personas lo entienden necesario.

Ahora por la afirmativa. El cielo celebra cada vez que lo miramos y lo reconocemos y eso nos reconcilia con nuestro ser masculino. El camino del cielo, como lo fue para mí el camino de la tierra, es otra manera de entrar en nuestro corazón, el mío y el tuyo. Hay quienes precisan hacerlo de una manera y hay otros que necesitan hacerlo de otra.

No puedo ni quiero quedarme con su voz adentro, no quiero que me creas, deseo que puedas reconocer la intención de mis palabras y que sientas en tu corazón lo que estás precisando. Yo estoy aquí, voy a levantar mi voz y voy a tu encuentro. Nos reunimos en el medio.


Camilo

lunes, 4 de noviembre de 2013

Las lunas de Escorpio y el fuego que viene

Sol en Escorpio, Luna de noviembre, mis aguas no están en paz. Me estremecen con su movimiento. En mis mares más profundos se están lavando las culpas que me impiden seguir: tiranías heredadas, legados de dolor y sufrimiento, todo embalado con coquetas ataduras que no pueden sostener más la tristeza de sus ojos.

Hoy más que nunca, me desprendo de las ropas que están rotas y enciendo una hoguera que se lleve la mentira y todo el juicio que recae sobre mis hombros. No soy el miedo de los otros, soy la libertad que demolió a mi personalidad.

Esta mañana mis fuerzas estaban desaparecidas. Desperté agotado y en aguas, sollozando  
por momentos... Soñé con mis muertos, soñé con los que están preparándose para partir. Las generaciones que nos precedieron nos alcanzan hasta el umbral donde el temor se desintegra, allí… en el final de la vereda, en el cordón y en la frontera más cercana al amor. Nos piden dar un paso, entregarle un voto de confianza a la vida, dejarnos tocar por estos tibios rayos de sol de noviembre.

Escorpio y el agua, Sagitario y el fuego no nos dejarán escapar. Escorpio es el fuego del agua y Sagitario el agua del fuego. Estamos rodeados de los principios más elementales de la vida. Abandono la cómoda tranquilidad que me acalla y me retuerce, hablo y se siente bien. Bajo de mi alma la pasión y atravieso un colador de inmenso fuego que quita del mapa de mi vida lo que ya no seguirá acompañándome. Ahora estoy en mi energía vital, recuperando el aliento y el calor de mi sangre. Ahora me puedo despertar.

Las profecías están saltando entre nosotros, las profecías se construyen del material inconciente que todos depositamos en el campo mórfico, en el patio de atrás. Las profecías están hechas de miedos y sueños, las caras de la transformación. Las profecías caminan nuestro vientre, galopan en el plexo y son flechas al corazón. Lento pero sin detenerme, camino del círculo al fuego, salgo de la línea de los danzantes y me fundo en el calor. Soy la llama, soy la chispa y el crepitar, mi silencio te habla, mi silencio te ordena y te acompañará.

Ya soy aire, ya soy agua, soy el fuego, estoy buscando un tramo de tierra para penetrar. Un espacio de mi madre, un campo fértil y abundante que de pronto se dilate y me ofrezca el corazón.

Uruguay y Argentina están siendo empujados al sur de los acontecimientos. Estamos tomando el frío y nos estamos templando el alma para abrigar con nuestro espíritu el calvario del norte. Vivimos en la capital más austral del mundo y siempre que el cielo se apague, se queda guiándonos en el firmamento la estrella del sur.

Vienen imágenes de los sectores del mundo torpes y envejecidos que están prontos a cambiar. Las Sierras Maestras nos llaman y nos convocan. Llegan certezas de las tierras abiertas, de los espacios libres que nos esperan en la escasa altura que tiene nuestra horizontalidad. La muerte está llegando a tiempo, la vida está después. Quien no logre apreciar cuando la tierra y el cielo se abran y abracen, no lo tendrá que soportar, simplemente dejará esta realidad.

Ensayemos nuestra voz de aura como el cielo hace sonar sus clarines y la tierra su voz gastada, su voz de tierra asomando por los cuernos de caña y bambú. Entonemos nuestro canto, ese que nos lleva al centro de nuevo y cuando el canto se presente en un sueño, sabremos al despertar que es hora de hacer la procesión definitiva. 


Camilo

sábado, 2 de noviembre de 2013

La medicina y el rayo

Un chamán es aquel que a través de las plantas sagradas y de poder, ha logrado ingresar al misterio de la vida tal cual es. Son yerberos de la buena tierra, pues colocan al servicio de sus hermanos, la integridad de la luz.

Un Hombre Medicina es aquel ser que a partir de la conexión con las plantas sagradas, instrumentos de contacto con Dios, luego ha ido dentro de sí en busca de las respuestas que den sentido a su existencia. Un hombre se completa si logra viajar a sus entrañas y encontrar la visión más pura y transparente que su corazón devuelve. Eso es ser Medicina, tener tramos de intimidad con el espíritu y momentos en el círculo de la naturaleza diaria donde volcar la observación que el universo le señaló. Porque las visiones y las alturas alcanzadas son creadas por todos y hacia todos deben ser devueltas.

Un alquimista es quien aprendió en su soledad a hacer oro de su propio polvo. Un alquimista accedió a su geometría sagrada y en ella, reconoce como su propio espejo a cada faceta del universo. Limó con los dientes de la escoba del cosmos, las capas que lo separaban de su coronación.

El Hombre Rayo es quien descubrió en su corazón la pertenencia al cielo, a la tierra, al círculo del Sol. Es un sendero nuevo que no tiene antigüedad. Ese hombre debe canalizar el rayo cósmico y hacerlo girar en el plano de la tierra. En ese rayo están vivos los profundos códigos y mapas de la universalidad.

Quien se convierta en Hombre Rayo, despertará la ley de la totalidad para comunicarla y afirmarla en el planeta. En esa ley viaja lo justo, el equilibrio y la armonía que deben plasmarse fluida y sencillamente. Transformar la alquimia en rayo es dar origen a la composición de un nuevo círculo fundado en el amor y en el respeto a la diversidad. Es un nuevo orden.

La primera generación de Hombres y Mujeres Rayo se sentarán a su debido tiempo, frente a frente con los Hombre y Mujeres Medicina. Juntos, recibirán y anclarán un legado que el universo ha preparado y que no tiene precedentes en la historia humana.

En cualquier caso, implica un compromiso hacia una familia mucho mayor que los pequeños núcleos íntimos, pues el corazón de todos se enriquecerá al reconocerse hermanos y en unidad con todo.

No todo es antiguo en las formas, aunque la sabiduría que sostiene este plano sea originaria de la fuente de Dios. El Gran Espíritu y la Gran Conciencia están sembrando la edad del quinto Sol. 


Camilo