He visto a muchísimas
personas llorar. He llorado también, tan profundo que acabé
dormido. Entregándome. Y en numerosas oportunidades el llanto ha sido
compartido, familiar, íntimo. Pasé por todos los estados: ser
sostenido, ser quien sostiene y dejar que la vida se encargue. Esto
último es fundirse con alguien en el motivo del llanto, sus aguas y
sales.
Todas esas vivencias
tienen una particularidad: la búsqueda. El agua recompone la
relación entre un ser vivo y la fuente que lo alimenta.
Estaba en un círculo de
personas conversando cuando la profundidad de la charla tocó las
fibras de alguien, y comenzó a llorar. El silencio fue inmediato, no
por incomodidad, sino por respeto, permitiendo que esa persona fuera
a sus aguas y se explorara. Yo me dediqué a explorar las mías.
Recorrí mis emociones como forma de acompañar a quien se encontraba
acongojada. Sé que el mejor modo de ayudar a otro es sostener mi
lugar, no salir al cruce de lo que sucede en otro espacio del
círculo. Allí me quedé, observándome y eso naturalmente me
conectó al sitio de quien lloraba.
Esta persona sostenía el
agua del círculo, lloraba por todos. Hasta que encontró un punto de
calma y se serenó. Estaba otra vez con nosotros y entonces la
oportunidad de entrar en diálogo, volvió. Al llenarme de aire,
sentí la presencia del espíritu y cómo se abría paso a través de
mí para comunicarse. Entonces, inspirado, me dirigí a ella y sólo
fui canal.
Tuve palabras para
revelarle que el llanto es una cara de la realidad. La mitad
invisible es la naturaleza espiritual que se apodera de la
circunstancia. Lo que se llama en el camino espiritual del Cielo,
Agua de las Estrellas. Cuando lo necesitamos, pero sobre todo cuando
lo permitimos, un ángel nos baña con ese manantial divino.
''Algunos nacen con una
estrella y otros estrellados'', dice el dicho. En el medio, entre los
que brillan y los que no, hay sólo una decisión. Los que brillan,
eligieron. Ante la ignorancia, la medicina es la humildad para verse
sumergido en el mar del desconocimiento. Ante el laberinto emocional
que eso provoca, el remedio es la valentía para atravesar la
película de la vida una y otra vez. Aunque su sentido se esconda y
eso desconcierte. Sin quejas, sin reclamos. Hasta que sea suficiente.
¡Pero cuidado! Cuándo es suficiente no lo determina le personalidad
ni el ego juzgando la experiencia.
Lo que define el paso de
un lado del umbral al otro, es vis-lumbrar. Ver la luz. Es un
sentirse recibido y receptor. Da igual: algo dentro se activa. Las
dos maneras son ciertas: eso viene a ti como tu vas hacia él. Porque
el que busca, encuentra y el encuentro es el medio. Lo que hay entre
dos.
A más quejas, nos
aseguramos continuar resintiendo el mismo rollo. A mayor entrega, le
corresponde la certeza de saber. Saber qué. Que detrás de cada
acto, adelante, a los costados, arriba y abajo, se encuentra la vida.
Y que la vida tiene sus razones para hacer el cómo. No es un acto
perpétuo de tortura. En lo que ocurre, hay orden. Descubrirlo, es
una decisión.
Invadimos todos los
espacios de marcos conceptuales, de ideas y teorías que terminan
diluyendo la transparencia en soberbia. Y la arrogancia nos
descoloca, nos fuerza, nos petrifica y esclaviza. Huimos
desesperadamente del contacto íntimo y cuando lo rechazamos,
garantizamos la continuidad del ciclo de desavenencias y en su
retorno, la dureza.
Las corrientes en tensión
traen lluvia como las emociones desencontradas traen entendimiento.
Todo lo que no sabemos sobre nosotros, los por qué y los para qué
(si accedemos a conectarnos con ellos) encienden las aguas. Cuando
ese motor se prende, el alma se despliega.
Una buena noticia:
siempre que estemos atentos a nuestras necesidades y lo que hacemos
sea en coherencia con ellas, estaremos bien.
Un detalle: nunca las
necesidades se satisfacen en soledad. Como está implícito en la
palabra, Encontrarse con lo necesario implica moverse del lugarcito de
comodidad, conocido y común.
Llorar impacta en cada
célula, baja las resistencias al cambio, eleva la conciencia y hace
espacio para que el potencial transformador que hay dentro, haga su
trabajo.
El Agua de las Estrellas
nos riega ofreciendo tramos esenciales de nuestra caminata por el
Universo. Porque detrás, delante, a los costados, de un lado y del
otro: es siempre Dios. Pero en consonancia con cómo nos movemos, el
presente encuentra su sentido en la línea del tiempo hacia atrás. Y
Dios está en el fondo de todo, esperando para respondernos.
Camilo Pérez
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