Soy
tan hombre como para decir que soy también mujer. Mis ojos se despiertan todos
los días y eternamente. Me reconozco delante de nadie y después de ninguno,
estoy en todo a la vez. Soy hermano de todos mas empecé por algunos. Soy el
primer rayo y voy siempre después de Dios. No veo a nadie antes que a mí y eso
no siempre es agradable. Me acuesto y me levanto siempre en las mismas
condiciones, conmigo, estando en este cuerpo y… Por eso soy el principal actor
en orden de aparición: Dios en mi, siempre es así. Aunque más de una vez no veo
el amor ni estando en mi nariz.
El
hombre, el rayo, su miedo y amor. El orden, el grito, sorpresas, el mito, la
caja, memorias, recuerdos futuros, pasados ya lejos, pasados cercanos que
duelen, que hostigan y así a veces, siento que no se puede vivir. Todo está
aquí nomás, como sabemos decir nosotros. Sandalias, coronas, espinas, espadas,
el oro, el diamante y los pies bajando de la montaña. A veces agrede, a veces
molesta y a veces duele. A veces condiciona, a veces revienta, a veces explota.
A
veces el agua, a veces me baña, a veces me duele la cruz en la espalda. A veces
no quiero… Jamás puedo escapar a mi memoria.
Tomo
a mi conciencia, la alcanzo, me agota. Vivo sin tiempo mi vida con ella.
Aprendí el ritual, la magia es un truco, sé cuál es la verdad y sé que es la
misma para ti, para mí y para todos. ¿Alguien puede prescindir de un abrazo sin
morir de soledad?
Soy
el primer rayo porque me encuentro con mis manos abrazando la almohada cada vez
que abro mis ojos y su luz. Hay una silueta gris cubriendo el ancho río de este
cielo y eso no me anima, hoy. Es larga y movediza la sábana del alma, está
haciendo lugar para traer aquí toda mi luz. No es fácil gestar, parir y
alumbrar mi espíritu aquí. Reluce, encandila, ciega y mi sombra se lava. Baja
una, baja dos y mil veces más, hasta que pueda sostener la esencia, la pureza y
el sol dentro de mí.
El
espejo, mi imagen, su rostro, a veces me encuentro, a veces prefiero salir
corriendo de delante de mí mismo. Soy muy pequeño, otras no tanto y de vuelta
vuelvo a ser muy chico al lado de los maestros que me alumbran.
Abro
los rayos, me duele la carne, pido clemencia, lloro sudor, la frente marchita y
la desolación. El ego y sus dientes, mi nombre que muere, el ser que
trasciende. Mi voz que declina, un hilo de voz se sumerge y se apaga. Así
atravesé el umbral. Floté por el aire, me fui con mi padre y todo se acabó. Fue
dura la agonía pero ya estoy en casa. Estar en Dios, un único estado de
contemplación. Quizás, la manera más remota y accesible, aquí, sea habitar la
esperanza. Eso es lo que llevo en mi corazón.
Tengo
planes de verme más libre cada día, eso es lo que me inspira. Planeo volar y
traerte conmigo. Hay lugar, las alas se agrandan, sus plumas son luz, la luz se
hace faro. Hay dioses corriendo en mis manos. Fuente y luz, vengo siempre del
vientre de Dios, soy amante de esa condición, el reducto de fuerza y calor, ese
nido oscuro, la firmeza y amparo. El amor primordial.
Camilo
que hermosa,tu luz, faro en la oscuridad que nos circunda
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