jueves, 22 de septiembre de 2016

El Camino Espiritual

"Salí a caminar y el camino me abrigó los pies..."
La Vela Puerca

Hace siete años tomaba una de las decisiones más importantes de mi vida: elegí un camino espiritual. Lo que no sabía es que esa búsqueda desesperada por reunirme con lo sagrado en mí, con mi lugar en el círculo de la creación y la vida, me dejaría desplumado.

He comprendido por qué las personas en su gran mayoría no quieren ni mirar hacia sus dolores... Porque después de cierto tiempo, no hay regreso. Y eso significa abrir una compuerta enterrada en los niveles más profundos de su universo inconsciente. Esa información debidamente archivada bajo cuatro llaves, es la que toma las decisiones por nosotros y bajo su atmósfera hace que nos preguntemos por qué nos pasa lo que nos pasa.
Podría decir que un camino espiritual se basa en cuatro etapas: la primera es un gran acto de fe movido por alguna fuerza difícil de explicar, un decir: "allí voy a encontrar algo". Es un movimiento del alma, no hay ejercicio de razonamiento posible.

Lo segundo es amoldarme a una creencia, sus pautas y maneras de conectar a lo sagrado. Allí empiezo con mi confrontación: en lo que creo es una cosa y lo que ese camino trae en su legado a veces se parece a las formas de mi corazón y otras no tanto. Acá es cuando muchos cambian de rumbo o sienten que ese camino ya no es tan para ellos. Quedarse en ese sendero o no, no es lo importante. El enfoque necesario sería: sigo probando qué camino se parece más a la memoria de mi alma. El cuidado en esta etapa es no correr de un camino a otro cuando las cosas dejan de resultarme cómodas o agradables.

El tercer período es el de la experiencia concreta. Si ese camino lleva a que la persona toque, roce o conecte con lo espiritual, aunque sea con intermitencias, entonces ya no habrá paso atrás. Porque el que tuvo la experiencia con el mundo del otro lado, no cree, ¡sabe!

Y en última instancia, una etapa tan difícil como las anteriores, es saber que sé o reconocerme: la responsabilidad.

Cuando la Memoria Espiritual se abre ante la mirada de alguien, entonces ese alguien deberá hacerse cargo de que en la forma en que el mensaje llegó, se parece en mucho a lo que su corazón guarda y tiene para dar. El desafío de este nivel es ir puliendo la realidad, soltando lo conveniente y cómodo para ir tomando la fuerza y necesidad de lo que el corazón demanda hacer.

En esta última etapa, incluso deja de ser importante qué camino es el propio, porque hay un darse cuenta que la sabiduría son corrientes de agua que fluyen de la misma fuente y que lo que le toque hacer a cada uno no es para ofrecerlo exclusivamente a los de la comunidad propia sino a la humanidad toda. Porque, y es indispensable saberlo, cada paso que diste fue porque estuviste conectado y asociado siempre a las formas del dolor y del amor. Y esa memoria la componemos todos, la alimentamos todos. Somos todos.

El motivo o estímulo por el que decidí comenzar a hacer un camino espiritual es muy simple: hervía en mí una inquietud sin apelativos e indisoluble. Intenté acallarla, sí. Intenté ignorarla también. Intenté ofrecerle a esa sensación otros planes sustitutos como compromiso político, social, etcétera... ¡por supuesto!

Pero nada me colmaba. Necesitaba recordar vivamente que fraccionar la realidad sólo altera una verdad subyacente a todas nuestras estrategias. Que tomar como buena una parte del todo y en sintonía con eso, como mala otra parte de la historia sólo asegura tener que vivir el extremo o costado opuesto para reconocerlo y saber de qué dolores viene levantándose, o aún más, de qué dolores no se puede levantar todavía. Este mito de los enemigos, sus distintas fantasías y recortes, sólo ocultan la verdad esencial: la unidad de la experiencia (los dolores que atravesamos) y nuestro destino común (disolvernos finalmente en el amor).



Camilo Pérez

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