"Salí a caminar y el camino me abrigó los pies..."
La Vela Puerca
Hace siete años tomaba una de
las decisiones más importantes de mi vida: elegí un camino espiritual. Lo que
no sabía es que esa búsqueda desesperada por reunirme con lo sagrado en mí, con
mi lugar en el círculo de la creación y la vida, me dejaría desplumado.
He comprendido por qué las
personas en su gran mayoría no quieren ni mirar hacia sus dolores... Porque
después de cierto tiempo, no hay regreso. Y eso significa abrir una compuerta
enterrada en los niveles más profundos de su universo inconsciente. Esa
información debidamente archivada bajo cuatro llaves, es la que toma las
decisiones por nosotros y bajo su atmósfera hace que nos preguntemos por qué
nos pasa lo que nos pasa.
Podría decir que un camino
espiritual se basa en cuatro etapas: la primera es un gran acto de fe movido
por alguna fuerza difícil de explicar, un decir: "allí voy a encontrar algo". Es un
movimiento del alma, no hay ejercicio de razonamiento posible.
Lo segundo es amoldarme a una
creencia, sus pautas y maneras de conectar a lo sagrado. Allí empiezo con mi
confrontación: en lo que creo es una cosa y lo que ese camino trae en su legado
a veces se parece a las formas de mi corazón y otras no tanto. Acá es cuando
muchos cambian de rumbo o sienten que ese camino ya no es tan para ellos. Quedarse
en ese sendero o no, no es lo importante. El enfoque necesario sería: sigo
probando qué camino se parece más a la memoria de mi alma. El cuidado en esta
etapa es no correr de un camino a otro cuando las cosas dejan de resultarme
cómodas o agradables.
El tercer período es el de la
experiencia concreta. Si ese camino lleva a que la persona toque, roce o
conecte con lo espiritual, aunque sea con intermitencias, entonces ya no habrá
paso atrás. Porque el que tuvo la experiencia con el mundo del otro lado, no
cree, ¡sabe!
Y en última instancia, una
etapa tan difícil como las anteriores, es saber que sé o reconocerme: la
responsabilidad.
Cuando la Memoria Espiritual
se abre ante la mirada de alguien, entonces ese alguien deberá hacerse cargo de
que en la forma en que el mensaje llegó, se parece en mucho a lo que su corazón
guarda y tiene para dar. El desafío de este nivel es ir puliendo la realidad,
soltando lo conveniente y cómodo para ir tomando la fuerza y necesidad de lo
que el corazón demanda hacer.
En esta última etapa, incluso
deja de ser importante qué camino es el propio, porque hay un darse cuenta que
la sabiduría son corrientes de agua que fluyen de la misma fuente y que lo que
le toque hacer a cada uno no es para ofrecerlo exclusivamente a los de la
comunidad propia sino a la humanidad toda. Porque, y es indispensable saberlo,
cada paso que diste fue porque estuviste conectado y asociado siempre a las
formas del dolor y del amor. Y esa memoria la componemos todos, la alimentamos
todos. Somos todos.
El motivo o estímulo por el
que decidí comenzar a hacer un camino espiritual es muy simple: hervía en mí
una inquietud sin apelativos e indisoluble. Intenté acallarla, sí. Intenté
ignorarla también. Intenté ofrecerle a esa sensación otros planes sustitutos
como compromiso político, social, etcétera... ¡por supuesto!
Pero nada me colmaba.
Necesitaba recordar vivamente que fraccionar la realidad sólo altera una verdad
subyacente a todas nuestras estrategias. Que tomar como buena una parte del
todo y en sintonía con eso, como mala otra parte de la historia sólo asegura
tener que vivir el extremo o costado opuesto para reconocerlo y saber de qué
dolores viene levantándose, o aún más, de qué dolores no se puede levantar
todavía. Este mito de los enemigos, sus distintas fantasías y recortes, sólo
ocultan la verdad esencial: la unidad de la experiencia (los dolores que
atravesamos) y nuestro destino común (disolvernos finalmente en el amor).
Camilo Pérez
No hay comentarios:
Publicar un comentario