Sanar es lleva luz a los lugares
nuestros que están vacíos de amor. No importa si es mucho o poco,
mientras no estén colmados, reclamarán atención. Para iluminarlos,
tenemos que tomar conciencia sobre cuáles son esos espacios y los
reconoceremos porque se comunican a través de las emociones. Lo que
estoy re-sintiendo, habla.
Sufrimiento y dolor no son lo mismo,
tampoco el sentimiento es igual a la emoción. Un patrón emocional
que se reitera o una situación que produce sufrimiento o dolor, dice
que hay una forma de percibir el mundo y a mi en él, que es errónea.
Si la percepción cambia, el sufrimiento y el dolor se diluyen. Pero
esto viene después y no es una situación involuntaria, es una
intención que precisa de una acción.
Lo que la vida no brinda ni nos da, es
lo que traemos de fábrica. No está puesto en nuestro camino porque
lo encontraremos dentro y está para ser desarrollado. Es más, sos
una pieza insustituible para la vida, porque lo que viene de tu
interior no está en el mundo aún. Habrá parecidos en los que te
sientas reflejado y te ayuden a brillar con lo mejor de ti, pero no
será nunca igual a lo que puedas ofrecer.
Si tu destino es despertar al artista
que llevás en lo íntimo, la forma de trazar figuras y de ponerles
color, será única. No hay dos seres con el mismo don o recurso y
eso tiene que explotar. Pero primero requiere exploración. Entonces
los sucesos que te ocurran y se reiteren son un llamado para
reaccionar. Son circunstancias que hacen de ''despertadores''. Por
eso lo que nos pasa está lleno de sentido y ''vacío'' de amor,
porque esos rincones de ausencia son ocupados por la inteligencia
creadora. Y esta es energía y materia prima para canalizar lo que
padecés y transformarlo en arte.
El vacío, la ausencia, la sombra, el
desamor... Tantas maneras de llamar a la oscuridad... Son sitios
donde la luz descansa hasta que te encuentres lo suficientemente
cansado de vivir a disgusto y lo suficientemente animado para
levantar la fuerza de tu corazón.
La vida no coloca nada en tu camino con
lo cual no puedas. Frase cliché. Igual a ''Dios aprieta, pero no
ahorca''. Como cuando al sumergirte en el mar enérgicamente, te
hundís demasiado, la profundidad pareciera querer devorarte y
llevarte a su lecho. Ante la alarma del ahogo, buscás rápidamente
la superficie. No pensás. La senda hacia el aire la conocés y el
movimiento es espontáneo. En las situaciones adversas y riesgosas,
todos sabemos qué hacer y cómo. No interviene el pensamiento. La
personalidad ante una amenaza verdadera, queda suspendida, en pausa y
aflora el Ser. Estalla y no se puede evitar. Respirar y estar
inspirado no son lo mismo. Lo que distingue una acción luminosa a
una falta de claridad, es la conciencia que opera junto al quehacer.
También la existencia alumbra a cada
uno con una intensidad justa. Podrás ser encandilado temporalmente,
pero no enceguecido o con una luz en la que no te puedas sostener.
Mientras no te encuentres listo, te estás preparando.
Todo pasaje de un estado de conciencia
a otro, nace de un orden que entra en caos al tomar contacto con una
variable distinta, que modifica la percepción absoluta que tenemos
de las cosas. El prisma por el cual vemos la vida. Ese sistema
-cualquiera de nosotros- entra en tensión a causa de un visitante
desconocido que desordena el funcionamiento general en el cual un
organismo está acostumbrado a organizarse. Todo el cuerpo debe
reconocer a ese extraño que transforma y altera el todo, hasta
integrarlo.
Los rituales y ceremonias cumplen esa
función en nuestra sociedad. Una despedida de solteros, un
casamiento, la celebración de los quince años. Están para
acompañar el pasaje entre una manera de convivir y otra. Una
cumpleañera que llega a sus quince, está siendo apoyada por su
entorno en su transformación hacia el ser mujer. Se prepara para
vivir su sexualidad y reconoce su posibilidad biológica de ser
madre. Todo eso, mientras se despide del sentido ingenuo que recubre
la niñez.
Los estados de insatisfacción que
rodean al dolor y al sufrimiento, están ligados inseparablemente al
sentido de ignorancia. No sabemos lo que hay del otro lado del
umbral. En el mejor de los casos podemos ser concientes de que hay
una medida de zapatos que nos queda chica y que así no podemos
caminar. Todo habla de una realidad que ya no se ajusta a las
necesidades que tenemos y para tomar lo que precisamos, hay que
avanzar de casillero.
Para cerrar, quiero compartir dos cosas
más. Sanar no es un fin en sí mismo. No hay un momento en que se
llega a algún lado y el movimiento se interrumpe. Sanar es perder
ignorancia e ir reuniendo sabiduría. Recuperar la pureza no acaba al
morir. La aventura del alma trasciende la existencia física. Cuando
nos salimos de este plano, vamos a conversar con el Gran Espíritu o
Dios. Allí repasamos completamente contenidos de amor, nuestras
decisiones en vida. Sólo a partir de ese momento, observando la
película de lo que fuimos e integrando el sentido que tuvo, el alma
también se diluye y vuelve a la fuente donde es lavada. Y allí
queda la pura esencia en descanso hasta de vuelta hacer el viaje de
tomar cuerpo. Sanar es un infinito viaje de descubrimiento.
Lo otro. La luz nace de la mayor
oscuridad. El vientre que te recibió, estuvo totalmente vacío para
albergar ese punto luminoso que luego se hizo carne. Por eso es
importante resaltar la magia de la noche, de la sombra y otra vez de
la oscuridad: la negrura más espesa que conozcas es fecunda en luz.
Y la luz, finalmente, es toda la potencia de la vida codificada,
encriptada. Después la luz es la semilla y todo en definitiva, es un
gran acto de amor. Todo es un gesto de profunda vida.
Y hablando de vida, de muerte, de
semillas, de luces, de flores y también de dolores: no hay un sólo
rincón en el universo que no esté colmado de amor, aunque las
sombras lo disimulen y protejan. Las contracciones se suavizan con
aire y traen vida.
¡Hasta el próximo nacimiento!
Camilo Pérez