jueves, 20 de marzo de 2014

El péndulo: del discurso al movimiento hay un abismo

El buscador hoy es el pilar que más despierto está en la mayoría de nosotros. Llegar a un espacio que permita que el miedo se desarrolle y el dolor de fondo se desenvuelva no es una dificultad, el asunto es qué se hace cuando se encuentra el lugar apropiado.

Digo que el buscador que hay en todos está más de manifiesto que nunca porque las salas de terapia están llenas y los espacios colectivos en muchos casos colman su capacidad. Quienes llegan a esos lugares pueden venir peleados con el universo y la vida o queriéndose comer el mundo y llevárselo por delante. Y no hay mucho más, entre esos dos matices se mueve de lado a lado el buscador. Tempranamente esas facetas se marcan y quedan expuestas.

En mi experiencia, quien busca se enfrenta a dos inconvenientes. En primer orden tomar el discurso e intentar convencerse de que la relación intima está saneada. Como le decíamos al compañero de clase que estudiaba mucho y se aprendía la lección que la maestra había mandado a leer… “Tragas” hay en todos los ambientes y eso incluye al “mundillo” espiritual. No está ni bien ni mal, pero en eso no hay crecimiento sino engorde. La relación entre nosotros y el Gran Espíritu o como le llames, es espontánea pero no automática. Los rezos más fuertes y verdaderos, se construyen con dedicación para que vos mismo te pruebes y recuerdes que estás hecho de amor sin final.

Manejarse desde el discurso también es un rezo. Ser un gran lector o pasarse horas mirando videos también atrae el mensaje que se consume para sí. Distinto es quien hace un curso o un retiro de fin de semana, porque tomó el riesgo de entrar en relación y tiene por seguro encontrar realidades bien diversas y diferentes a la suya. Como lo construyas está bien, de última son todos campos donde la vida hace lo suyo y nos transforma.

Cuidado al salir de casa con el panfleto que llevás bajo el brazo, porque te aparecerán las oportunidades de mostrar qué tan tolerante sos con el dolor de los demás. Lo que no está resuelto se devela rápidamente.

Sea en un taller o de la puerta de las comodidades privadas de cada uno hacia afuera, si estás peleado y te seguís peleando, todavía querés tener razón. Si precisás defender tu posición y te cuesta aceptar el punto de vista de otros, el dolor es grande y la verdad de tu corazón todavía necesita fortalecerse. No hay empeño de guía o facilitador que pueda con eso. Como estas palabras, descartá aquello que no vaya con vos. La buena noticia es que el tiempo hace su trabajo y paradojalmente, siempre la vida nos atiende en el momento justo.

Salir a la búsqueda es sólo el comienzo de un camino donde las verdades están para sanarnos, no para satisfacer la vanidad interna. Llegar a un espacio tampoco simplifica la ecuación, siempre hay otra parte que tendrá una verdad distinta a la tuya y si eso nos pone en jaque es porque aún estamos débiles. El dolor en el encuentro está garantizado, no hay salida y eso es lo que hace al reparo y la sanación.

La sociedad está llena de sitios donde nos vemos mucho, profundizamos poco y el compromiso es nulo. Hemos diseñado la vida como un pasatiempo y sus vitrinas nos tiran encima motores de búsqueda y sermones para aprender a vivir.

En las góndolas hay de todo. Compramos el discurso, lo deglutimos y salimos a decir a otros cómo tienen que actuar ante la vida sin tener ni idea del trasfondo del dolor que cargan. El mercado de la personalidad tiene múltiples facetas. Hay egos elevados que se levantan a una posición de superioridad. Hay rostros de falsa calma y serenidad que te dice que el problema es tuyo. Hay miradas agudas y de mucho juicio. Hay muchas sonrisas, bocas llenas de carcajadas y estridencias que intentan con el ruido alejar al silencio y vacío que tanto temen. Allí habla el dolor. Y las cosas no siempre están bien, la vida no es un carnaval. Hay egos que crean pedestales que los hagan lejanos pero sobre todo infranqueables.  

Quejarse deliberadamente, hacer un recuento constante de lo que se hace por el mundo o adornar la queja y el reclamo con sofisticación y esmero (“la verdad que estoy laburando mucho, no me puedo quejar”). Salir al mundo a prestar auxilio y asistencia, ser un esforzado atleta en el arte de postergarse a sí mismo en pos de los demás para luego no tener tiempo para nosotros y cuando la magia nos detiene qué… SI los demás no preguntan por nosotros, somos grandes desafortunados, con todo lo que hacemos… Si los demás preguntan por nosotros, alimentamos la neurosis de que somos imprescindibles. Hay tanto ego y dolor en quien está “arriba” como en quien está en la “lona”.

Tarde o temprano las paredes que nos separan y el perfil que nos creamos para estar solos y aislados, se hacen evidentes. La omnipotencia se derrumba. Cuánto tiempo gastamos en huir del corazón. Los ojos delatan la tristeza, no pueden sostener la amargura para siempre.

El amor no es un discurso, ni un encantamiento para resultar atractivo y ser aceptado por los demás. El amor no es selectivo ni hermético porque la sabiduría es luz y la luz está en el aire y en todos lados. El amor no hace daño, pero cuánto miedo da regresar a él.


Camilo Pérez

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