domingo, 16 de octubre de 2016

Encontrarse

Al momento de comenzar un camino espiritual o una terapia, lo que sea como una disciplina que dé gimnasia para el alma, es porque la inquietud está lo suficientemente activa como para hacer el movimiento y lanzarse. Y el camino espiritual es lo que le haga bien a cada uno. Hay quienes venimos entrenados para ser puente entre esta realidad material y el mundo del espíritu, y todos sin excepción, venimos a traer aquella belleza a este lado de la vida. 

A veces es necesario asumir tareas que tengan que ver con ser enlazador. Sí. Pero por esta brecha es donde se cuela la ilusión de que alguien es especial o más importante. En todo caso, la escucha, la visión o la posibilidad de entrar y salir, de ir y venir a la naturaleza sutil del mundo, a los otros planos, tiene que ver con cuán ejercitada está un alma y cuántas veces ha desarrollado esa labor en otras encarnaciones. Existen este tipo de apoyos espirituales para empezar a quitar la confusión del corazón de todos. El destino que estamos construyendo es un reino mucho más amoroso aquí, en la Tierra. El dolor es inevitable, recorrer sus capas permite arribar a comprensiones cada vez más hondas hasta dar con la conciencia que se encargó de todo...

Yo he ido y venido inmensamente confundido, he pedido ayuda estando inmerso en un sinfín de conflictos y apremios. La salvedad queda hecha: las personas que trabajamos de alguna forma en la espiritualidad, hemos padecido grandes confusiones. Lo que se desprende (y lo escribo con mucha humildad) es que el alma ha trillado lo suficiente una y otra vez con la naturaleza del mundo como para reconocer la salida de los entuertos y abrir una compuerta que logre iluminar y de ahí estabilizar cierto grado de pureza. 

Diría Alejandro Corchs... "El intelecto es un océano de 10 centímetros de profundidad". Cuando una emoción perfora el lecho de ese océano, ya no hay marcha atrás y a la vez, todo está por comenzar. Una vez más, el principio le pertenece a la inquietud y esta, necesariamente es lo bastante caótica como para hacernos cuestionar nuestra frágil sensación de seguridad y echar por tierra lo que conocemos. Hasta ahí, el intelecto no es más que el escudo protector de nuestro caudal emocional. Más adelante sirve para organizar y nombrar ciertas vivencias.

Cuando comencé un camino espiritual recuerdo que el sentir reinante era insatisfacción. Me sentía incompleto. Los primeros tiempos de espiritualidad fueron de fascinación, ansiedad y entrega. Confiaba en donde estaba, tenía guías delante y me gustaba lo que veía en ellos, y encima caminaba acompañado. Atravesé temporales, revelaciones, fui testigo de milagros y tomé conciencia de la red de aconteceres que se dan para que algo suceda y llegue a destino. No puedo decir que no sé o que no conozco...

Con el paso de los años una honesta tristeza se instaló y con ella surgía una y otra vez la misma pregunta desde las relaciones: cómo si hacés eso para estar mejor estás cada vez peor? Me quería morir... Cómo mi familia y amigos confiarían su corazón a un camino si lo necesitaran alguna vez o más aún... Cómo confiarían en mi si el peso de mis decisiones parecía hundirme. Muy lento, aprendí a hacer silencio, a cuidarme y a que a veces, la contención que precisamos no está en la familia.

La primera inquietud que mueve hacia un disciplina, es como la brisa pequeña y fresca que anuncia la tormenta. No se deja ver el dolor, pero su cápsula está llena de fisuras que a esa altura harán inevitable el contacto con la herida, sus consecuencias y repeticiones.

No son dos días, ni diez meses, ni un par de años. Asociarse con el dolor y la muerte es un ejercicio de comprensión permanente. 

Portal tras portal el transitar demanda una nueva buena muerte, otras renuncias y desapegos. Todo lo que se vacía hace que un centro de fuerza se vuelva cada vez más perceptible y lo que al principio fue un movimiento a ciegas, después se vuelve claro y preciso.

Todo lo que no está vinculado estrechamente a mi alma, cederá su espacio para que mi lugar (aquello que en mi destino se encuentre) suceda y se manifieste. 

Hay momentos de trampa donde se cuestiona qué tan fuerte está el corazón luego de tantos avatares. Los desafíos son sencillos de identificar porque al fondo, sólo buscan volver el tiempo atrás o precipitar lo que sabés que más adelante está para vos. Si saca la atención del presente porque propone prisa o ralentiza, es trampa. Uno sabe para lo que está preparado y puede sostener y para lo que no. Yo lo he sabido aún en la tentación.

El sabor que dejan estos desafíos es que no se es principiante... No hay dónde moverme sino en la humildad y la confianza de quedarme suspendido en el corazón. De las sensaciones que más plenitud me da es sentir que floto en él. A esa altura cada cual tiene una noción más y más profunda de lo que ha venido a hacer, de lo que se trae guardado y ahí no importa a qué te dediques porque el lenguaje es el mismo. Llegar a ese lugar donde despierto con sueños en las manos, es muy conmovedor. Parece que toda la aventura ha traído inmensas penas. Sí. Ha valido la enorme alegría de encontrarnos. Por supuesto. Y de reunirnos en todo lo que queda por hacer, gracias a Dios... 


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