jueves, 25 de febrero de 2016

Costumbre


"La libertad asusta cuando se ha perdido la costumbre de utilizarla". Robert Schuman

Cuando algo no da para más, se nota. Se nos nota. Y lo que está por romperse, no se parte en porciones iguales: para alguien hay algo que se le escapa y para otro, hay algo de lo que se libera, un lastre que está soltando.

Ejercito una pregunta hacia mi mismo mes a mes a modo de rutina y esa disciplina a hecho posible la continuidad de este espacio. Este hilo constructivo me lleva hacia casa y da provecho a la comunidad toda. Así trabajo.

Durante varios días contuve una sensación que pronto pude identificar y nombrar: habían ciertas circunstancias que me molestaban y me di cuenta que estaba acostumbrado a convivir con ellas. Sobre eso indagué: la costumbre.

La situación terminó de ordenarse cuando pude calificar a la otra sensación que merodeaba en mi: la necesidad de rebelarme. Si hay costumbre, también hay rebelión.

La costumbre son hábitos que respaldan una imagen individual y/o colectiva. Tienen el valor de lo que una sociedad acuerda como aceptado para la continuidad de un carácter o idiosincrasia, y de esa forma, para su propia funcionalidad dentro del sistema todo. Ocurre lo mismo con los espacios individuales, personales.

Cuando hay un valor en mi vida que comienza a agrandarse hasta tomar todo el frente y panorama de mi horizonte, sospecho. Me refiero a mi horizonte emocional y también mental. No puedo seguir adelante. Son muchos años, caminos, vivencias e intensidades. Necesito atenderlo. Preciso resolverlo aún antes de que me paralice. ¿Qué ha sido de mi en relación con eso?

La dificultad de la costumbre es que el valor que tiene —cualquier sea— es abstracto, funciona en lo invisible y condiciona sutilmente. Es una frecuencia que cuesta captar porque se cristalizó en la visión.

Querido lector: en unos días este blog comienza a celebrar cuatro años y siento que es tempo de síntesis; he crecido y madurado junto a este espacio y reconozco algunas cosas.

Me reconozco como navegador: le perdí el miedo a las emociones y sus aguas, sean fuertes o moderadas. Sé nombrar las corrientes subterráneas, sus cruces, encuentros y desencuentros, y cómo alteran el producto final en la superficie.

Me reconozco como agente de transformación: ya no voy a la tormenta, seducido por ella. Soy la tormenta. ¡Y qué alivio darme cuenta! Me costó muchos años aceptar y tomar mi naturaleza.

La mayoría de las personas ante un temporal intentan ponerse a salvo y guarecerse, no es mi caso. A mi siempre me resultó fascinante y deslumbrante ese paisaje de destellos y sonidos que alumbran la oscuridad. Ahora sé la calma que habita en el centro de la tempestad porque llegué a ese silencio.

Me reconozco solitario: hace algunos años un astrólogo me dijo que mi camino era muy individual. Lo entendí parcialmente. Ahora sé que es muy difícil mantenerse al lado de alguien que se encuentra en permanente metamorfosis o que su energía y vivacidad parece un torbellino. Quienes descubran la calma y serenidad que hay en el centro de un tornado, sabrán que pueden quedarse. Ver el festival desde ahí, es un placer. También sabrán que acercarse los transforma.

El contenido de mi alma se hizo visible para mi a raíz de muchas experiencias de soledad y como somos una sola alma, se me hace comprensible la historia y el dolor humano.

La costumbre ahoga al corazón, lo inunda y hasta lo pudre, según... Un corazón latiendo al servicio de un alma antigua, con su calor hace hervir las aguas que lo desbordan hasta desobstruirlo. En esos calores, mezcla de vapor e incertidumbre, se está cocinando la humanidad.

La humanidad puede ser historia reciente y joven, sin embargo, guarda en su registro profundo, los archivos de civilizaciones mucho más antiguas que le dieron luz a su existir. La humanidad, tiene en su ceno almas aún muy verdes, toscas quizás... Pero cuenta en su naturaleza, con almas de incalculable sabiduría. No sé de qué depende o a qué responde. Es así.

Siento un tiempo de esperanza y regocijo venir. Y se me hace lágrima en la mirada y sonrisa tenue en la boca. Agradezco desde lo hondo la costumbre de este tiempo de hablar de amor que han tendido tantos maestros que hoy se han vuelto hermanos. Agradezco poder hablar del dolor con amor. Y agradezco ser parte de ese horizonte. 

Sé que el amor que hoy está hablando es marea inagotable y se está poniendo de pie. Merecemos que se instale la cultura del amor en nuestros corazones, y que se haga tradición. Esto que está sucediendo, a veces late con vigor y a veces parece ocultarse pero su latido ya se desencadenó. Ese es el primer triunfo y la certeza de que estamos habitando el cielo.



Camilo Pérez

No hay comentarios:

Publicar un comentario