No hay azar. Como en aquel juego televisivo de la papa caliente, los problemas explotan en
las manos de quien se aferró a una forma de jugar. Sea por voluntad
propia o porque los problemas te revientan encima, la vida está
diciendo que hay algo por soltar y algo por tomar.
Aunque los tiempos de la
humanidad son mucho más largos que nuestros procesos personales,
de igual manera no hay azar: las realidades vacías de amor están
explotando en todos los sitios del planeta. En verdad, lo que estalla
se destruye por amor. Lo hace el amor. Deja de ser como es para
volver a recordarnos una de las condiciones más importantes del ser
humano: el movimiento. La pregunta es ¿hace cuánto que no me muevo,
cuándo dejé de hacerlo?
Un hermano de camino me
mostró claramente la diferencia entre sostener y permanecer. Algo se
sostiene en base a un esfuerzo mientras que en la permanencia no lo hay. Después logré ver el resto...
La contemplación es la otra gran condición del ser humano. Cuando
un hombre se contempla, se cruza con su atemporalidad. Se conecta con
su inmortalidad, con la parte de sí que no perece. Habiendo asumido su mensaje y digerido la enseñanza,
alguien más me preguntó cómo hacía para diferenciar en su
realidad entre permanencia y sostén. Sólo un tiempo después, le
respondí: ¿cuánto de lo que hacés, lo sostenés para que no te
vuelvan a lastimar? En la respuesta a esta segunda pregunta con la que respondí, se ve si una herida está bien dirigida hacia la redención de la culpa y la sanación como camino de mantenerse alerta, en conciencia.
Durante la actuación de
una murga, hace algunos años atrás, un pasaje de su guión decía:
''...inventamos paraísos tan personales que ni siquiera sabemos si
alguien va a querer estar ahí, con nosotros''.
La vida tiene un ritmo
claro: toda luz que ingresa en la atmósfera de la Tierra y que se
ancle en su interior, tendrá lo necesario para su materialización,
desarrollo y desprendimiento: sea que esa luz encarne en un animal,
planta, ser humano, etcétera. Incluso cuando un planeta nace en el
misterio del universo... Estoy diciendo con esto que cualquier
realidad que esté reñida con la real naturaleza de abundancia que
somos, es una historia desencontrada de su propósito. Las cosas que
conceptualizamos son una dimensión más que una definición de
diccionario: trabajo, casa, hogar, papá, mamá, relaciones. Dime
abundancia de qué tienes y te diré con qué estás identificado.
Nuestra vida o la
historia familiar, e incluso la social a la que pertenecemos, no
puede zafar de ese ciclo de desenvolvimiento. Todos provenimos de un
capullo que nos contuvo y protegió hasta que ya nos queda chico y
precisamos desprendernos de él. Las realidades nos cuidan hasta que
nos obstaculizan. Acompañan nuestro crecimiento hasta que se
interponen a él.
Una sana manera de crecer
sería reconocer el tiempo de una realidad que se está agotando
antes de que pase que sigamos en ella cuando caducó. Para hacer esto
posible y no hacernos daño, hay que estar atentos. Parece sencillo
así, escrito. Lo díficil en ese momento es intentar otras formas,
diferentes a los hábitos en los que nos acostumbramos a funcionar.
Hay muchas personas
simplemente pasando y aplazando los tiempos y decisiones,
entregándose con resignación. Tal vez creyendo que en la próxima
vida, las cosas serán más benevolentes con ellas. Y es un absurdo.
Volverán a nacer y a transitar los mismos dramas existenciales que
tanto han padecido hasta aquí. Como en los videojuegos o en los
juegos de mesa, ¡tendrán que volver a empezar en los desafíos
pendientes!
En nuestra cultura,
rioplatense y nostálgica, tiene mucha fama el dicho ''todo tiempo
pasado fue mejor'''. Eso nos dice por lo menos dos cosas: que estamos
muy incómodos con la realidad que nos toca y que hay una lucha por
recuperar las cosas tal cual fueron. La nostalgia, en su justa medida
no es tan mala... Es un buen recuerdo de otro tiempo y nos habla de
que desde donde miramos y cómo estamos pisando, hay cosas por
cambiar. No es tan terrible. Hay cambios por hacer. Si la nostalgia
es desmedida o le rendimos culto, se transforma en melancolía. Es
decir, un estancamiento muy pronunciado en momentos que se nos fueron
y que cuanto más lejos nos quedan, más los sobrevaloramos. En el
fondo, hay un gran duelo y mucho dolor por resolver.
Todos hemos perdido. El
asunto es si esas pérdidas se enquistaron en las entrañas o si—concientes de ellas— elaboramos el proceso, su contenido, el lugar
que nos tocó y nuestro accionar en esos ciclos.
Podemos identificar lo
que resultó de las pérdidas y sus duelos por sociedades e
individuos maduras/os y con recursos para resolver futuras
complicaciones o atrofiados y atomizados por el dolor y en él.
Importante: si estás
queriendo atrapar o traer un tiempo que se ha ido, en algún momento
lo que perdiste te hará perderte a ti en los laberintos del
recuerdo. Eso se llama estar ''tomado'' por una experiencia. Es
sencillo comprenderlo: quiero recurrir a algo que no está y en mi
vida diaria, eso toma la forma de un conflicto causándome mucho
daño y eso, además, me retrae y me contrae. En estos casos, se
termina atrapado y encerrado. ¿En dónde? En sí mismo. Es lo que
clínicamente se llama neurosis: cuando las neuronas hacen un
esfuerzo inmenso por recapitular, crear fuera y hacer vívido, lo
pasado. Eso enferma.
A esa cordura ordinaria, en la que tanto empeño utilizamos para mantenernos, le aterra perder
el control. Cuanto más sacrificio, más me pierdo y extravío el
camino. Y más veneno reproduzco.
La única manera de
descontracturarnos, es desobedecer los ''felices'' mandatos de la
mente y la mente siempre, pero siempre, se aferra a un deber ser.
La senda de la debilidad
se nota cuando hay una realidad que revienta permanentemente. La
senda de la transformación y de la trascendencia, se nota cuando
pongo entre la muerte y yo, un nuevo sueño, un nuevo desafío. No
está mal, ¡es una actitud y un impulso humano! Ahí hay fuerza.
Pero... Hay que encontrarse tan desencontrado y tan frágil como para
luego darse cuenta la diferencia entre ser un paño de lágrimas o
estar en mi fuerza. ¡Y ojo con engañarse! Hay muchísimas personas
que sin llorar igual se sienten víctimas de las circunstancias de la
vida. No se puede renunciar a ninguna de esas caras. El tema es no
estancarse. O lo elegimos o lo hacen por nosotros.
La próxima hablaré de
los sueños, esa fortaleza interior que sacude el polvo de la muerte
que se impregna en nuestra vestimenta.
Camilo Pérez
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