Cómo se cura el corazón. Cuánto tiempo se queda el dolor.
Hasta dónde llega la pena. Hay naufragios y naufragios… Hay buenas peleas y
veces que vale el esfuerzo y otras donde insistir es estéril. Después de dar
ciertos combates, el mundo se queda quieto y el que gira es el luchador. Hay
golpes que marean y el mareo lleva a algún lado.
Los puertos unen la tierra y el mar. Es demasiado
perfecto, es tan maravillosamente simple que ni lo creemos. Estuvo todo el amor
a nuestro alrededor, siempre. En la rosa, en el vino, en el agua y en la sal.
Las calderas hirvieron el miedo y no hubo escondite donde refugiarse. Se fue
por donde saben escaparse los dilemas, en la luz que trae el destino… Inapelable,
siniestro cuando no lo comprendemos, abierto en libertad cuando lo abrazamos.
La vida es un manojo de sonrisas después del espanto y de
las manos tapando el rostro. Es un racimo de pequeñas verdades que construyen
en silencio, la autoridad real y el fuego de adentro. Yo me apagué tantas
veces… Me alimenté de pánicos y escenas que no quiero volver a repetir jamás.
Me venció la incertidumbre, me mordí el labio tanto que marqué mis dientes.
Hoy me levanté herido y con la extraña sensación de
confiar en mi dolor. Le di aire a mi vacilación y aliento a mis penumbras y eso
me rescató. Fui sensato frente al espejo diciéndome que no sé, que no puedo,
que no quiero, que no debo, que no tengo, que carezco, qué inmaduro, qué
agonía, qué silencio, qué palabras. Y no me alcanzó. Y salí de mi ombligo y fui
por ayuda y un niño me alentó a seguir. Él precisó un mimo, un beso, un abrazo,
un límite, un consuelo, un alfajor, cualquier cosa estaba bien para su corazón.
Y él, era yo.
Cuánta vida hay en mi interior, cuánta posibilidad de
amar, cuántas ganas de querer, tanta necesidad de gozar, de reír. Por eso acuñé
esta frase: ‘’La vida es un juego’’.
No sé qué espíritu me la sopló al oído, las palabras no tienen dueño ni
propietario. Las palabras van cargadas y sostenidas, como la música y como todo
el arte de vivir. Todo lo que nace de mi es universal, debilidad y fortaleza.
Lo que nace de mi es la voluntad cansada, diezmada, quebrada y tan porfiada que
se vuelve a levantar.
Es inevitable… El rostro que no veo, los ojos que no
distingo y son los que parpadeo. Adivino, intuyo, percibo y me adelanto y
vuelvo a fracasar y vuelvo a intentar. ¿Y si me caigo? ¿Y si me olvido? ¿Y si
me pierdo?
Conozco mis tiempos, sé de mis vidas. Me voy quedando sin
excusas, estoy vaciándome de protestas, de reclamos, de absurdos. La enfermedad
me desabastece. Estoy temerario y apremiado. Esta realidad no me contiene, me
cargo de lo que es real. Lo invisible es sustancial, intangible y preciso.
Yo no sé vencer, porque ante cada victoria que obtengo,
perdemos los dos. Me encanta dejar mi yo, extraviarlo, soltarlo. Sólo cuando
logro desprenderme de mi, soy tan sinceramente feliz… La libertad es un
momento, la verdad se contagia y la totalidad se conquista y a cada segundo esa
oportunidad está presente, pero más que nada y por suerte… Está lleno de esos
instantes.
Camilo Pérez