domingo, 2 de junio de 2013

Iniciación en canalizaciones: un viaje de amor

Les queremos ilustrar a través de esta nota acerca de la iniciación en canalizaciones. Hemos recibido y canalizado este método que integra a todos los órdenes en un viaje que comienza honrando la tierra y que lleva destino divino. Si las canalizaciones hasta ahora corrían libremente y las más de las veces su veracidad dependía de la pureza del canal, esta posibilidad que les acercamos ocupa un terreno virgen. Los Maestros de todo el cosmos han querido que así sea, han cooperado para favorecer un profundo encuadre que facilite un viaje inspirador a la vez que contenga, resguarde y proteja a la dimensión humana. Ha sido para nosotros un verdadero goce, una exultante tarea poder anclar y bajar este orden de cinco peldaños que forma canalizadores y sana relaciones.

Bajo la custodia y protección de todos los órdenes divinos para que llegue al corazón de cada uno de ustedes, les presentamos estas líneas al amparo de la luz y su gobierno. 

Aquí la nota:

Vivimos en un mundo de formas que agrupan contenidos. Habitamos un espacio que cuenta con limitaciones y condicionantes. Estamos atravesando la experiencia humana en la escuela de la Tierra, tal vez una de las más difíciles del universo. Aquí, nuestra libertad depende del equilibrio entre romper con lo viejo y traer nuevas estructuras y que estas respondan para hacernos bien.

Hay una enorme fantasía  en la espiritualidad, es pensar el mundo que se viene sin esquemas ni diseños. Es un imposible. Desde el enjambre mismo que da vida, nuestro espíritu se sirve del dharma y karma para  —a través de los obstáculos, aspectos kármicos— poder desarrollar el dharma —nuestras virtudes o capacidades—. El camino de ser hombre implica resolver entuertos y recorrer laberintos y esto es tan inevitable como que la rueda está torciendo su destino hacia el orden mayor.

La luz ingresa, la luz nos baña y es pura vida. La luz desprende luz y esta nos enciende e incita al viaje. Al principio, cuando nuestra lucecita apenas sopla hacia adelante y parpadea más que se sostiene, la ruta de las maravillas nos coloca tras el sendero de un corazón que brilla seguro en el amor.

Hace un tiempo me propuse estar al frente de mi existencia, ser la cara visible de mi propio perfil, dejando las etapas en que la referencia la buscaba afuera. Levanté la voz desde el color con que logro sintonizar y decidí trabajar al servicio y en relación. El universo me devolvió el gesto haciéndome facilitador, obrando para la cercanía entre el cielo y tu luz. A bordo de esa nave comencé a operar distinto, la gracia estaba de mi lado porque yo estaba del suyo. Al creer en la fuerza de la vida, confié en los corazones de uno, de dos y de todos, porque la transformación floreció primero en mi. Desde ese entonces, sé que puedo colaborar.

El camino no tiene regreso porque la responsabilidad de la que nos hacemos cargo no tiene devolución. En esa dimensión nos convertimos en faros, una guía, una llamita componiendo el gran fuego. El camino hacia el origen está provisto de ventajas  y bendiciones, pero también de rudas pruebas. Transmito mi convencimiento  de que no hay corazón que aguante la pena para siempre ni tanta desesperanza junta. En algún momento muere la agonía o agoniza la vida en manos del dolor. Como sea, reinará la transformación. No hay piedra dura para la dulzura.

Para que todo sea completo debe haber una reverencia del orgullo al amor. Conectar al origen es una cara memoria, implica renuncias, pero la gracia mayúscula es desprenderse de la orfandad. Ya nunca más nos sentimos ni sostenemos en soledad. Esta proposición vierte sobre nuestra cabeza el baño del agua de las estrellas, sella para siempre la reconexión. Esta relación íntima con el gran espíritu nos está convocando e inclinando la balanza al servicio para funcionar en la ternura.  

Canalizar luz, decodificarla y devolverla hecha conciencia, ese es un ejercicio diario. La vida se fue sucediendo dentro de la vida y también el trabajo se convirtió. Cuando el alma habla el corazón despierto responde galopando y en instancias como esa, los fantasmas y las sombras que los ocultan pierden su fuerza porque no los habita la fe y la suerte los abandona. Todo lo que no es cierto, tarde o temprano se nota. Eso sucede con la costumbre de sobrevivir al dolor.

Las esferas nos esperan y conducen al sol. Ser canal también necesita un encuadre y por eso se presentan tantos métodos que no hacen más que ayudarnos a llegar al abrazo y al calor. En medio de vibraciones, cuando todo está inundado de portales y puertas que nos conectan a la diversidad, se precisa de alguna estructura que nos ampare a saltar. En medio de este viaje de amor, el acceso a los ángeles derivó en la apertura del orden divino, definitivo y universal. Las dimensiones de seres de luz próximos cedieron paso y los Maestros mayores nos convidaron a ir más allá.

El salto nos dejó levitando entre la gravitación y el vuelo y es inmejorable la oportunidad para compartirla. El fruto es una iniciación conducida por las más altas jerarquías de toda la galaxia que nos deja solamente la posibilidad de la sanación. Los peldaños están programados para subir la escalera al cielo y el final promete desembarcar en Dios. Cada escalón es un nivel de conciencia distinto y una instancia para curarnos en relación. Al cierre de los encuentros los suceden reciclajes que nos afirman y ruedas de sanación que nos depositan en la confianza, merced a involucrarnos en el círculo y a ocupar el asiento que le pertenece a cada uno.

Siempre el recorrido es individual si nos hacemos cargo de lo que nos corresponde y no hay tiempo para reparar en lo que ocurre a nuestro costado en la plenitud de la ceremonia. Nunca sabemos la verdadera dimensión del llanto: la más pura belleza presentándose o una infinita congoja que parece no cerrarse más. Estar presente en el ritual de la vida es servirse de los espejos que penetran devolviendo lo que se debe ver. Para estos casos, nada como el libre albedrío y esa ley que reza que si el pedido de ayuda no llega, nada más sano que no intervenir. Eso es no forzar, eso es fluir.

Esta es una invitación a salir vivos y fortalecidos en un mapa donde por ahora persisten las dos maneras: la amargura y el esplendor. Esta es una forma de llegar a la promoción en una escuela que está cerca de cerrar sus puertas y donde reiterarse en la cavilación no podrá convivir para siempre con las ganas de despertar. Somos la posibilidad de la sabiduría y el rezo que se hizo aliento. Trajimos hasta aquí el sueño y ahora tenemos el poder de tejer esa imaginación.


Cambiar en medio de toneladas de brillo hechas luz es un entrenamiento que nos fortalece. Este camino es también un encuentro, un disparador hacia el bienestar y un llamado a lo que resplandece. Una iniciación que frecuenta la conciencia y que nos deposita en el calor del corazón. Somos el despertador. 


Camilo Pérez Olivera